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En política cuando una corriente cumple su ciclo, si no se renueva muere ineluctablemente. Es la opción que hoy encara –señalábamos en nuestro último artículo de esta columna– el MAS, actual partido de gobierno. Esa obligatoriedad es más apremiante para los partidos de oposición… y también más complicada y espinosa.
La oposición boliviana arrastra características que le dificultan una renovación. Su oposición al gobierno del MAS aúna la discrepancia ideológica, podríamos llamar clasista, a la disparidad en cuanto a concepción de la sociedad. Su visión de país parece anclada en la reivindicación de privilegios de casta de origen colonial altoperuanos. Esta naturaleza la anquilosa más que al partido gobernante. Declarativamente, le crítica al actual gobierno ser “estatista” y “socialista” y en ese afán ejecutor de mecanismos anti democráticos.
Modificar el sistema de Estado requiere alterar radicalmente los moldes en que las instituciones de gobierno se forjan. Esto es en esencia la descolonización. Sin embargo, esa sola palabra basta para erizar los pelos de la oposición. Se convierte así en defensora de un orden que inevitablemente hay que transformar, pero que lo puede encarar porque hacerlo afectaría su respaldo anímico y la matriz de su legitimidad. De esa manera la actual oposición, en particular CC, está restringida a los barrios “decentes” de las ciudades del occidente del país. Su influencia en los sectores populares y el área rural de esa región es exigua, lo mismo que en el Oriente del país, en donde la atención a sus reclamos pasa también por alterar el centralismo político heredado de la Colonia.
Renovarse, para esta oposición, implica negarse y transformarse radicalmente. Los cambios en un país pasan por los cambios en las organizaciones que los promuevan y puedan administrar. Empero, el temor (inconsciente, seguramente) de desencadenar procesos que no se los pueda entender ni controlar, los reduce a la inercia y a la sobrevivencia caricatural: En Bolivia es de dominio común el convencimiento de que para que exista una verdadera oposición al gobierno, esta tuvo que provenir del mismo partido de gobierno. En esta impotencia es comprensible el desesperado recurso de los teóricos de esta oposición a la catástrofe como único recurso para debilitar al MAS y lograr, así, cierta vigencia. Es la esperada hecatombe económica que, desde hace quince años, más o menos regularmente, profetizan para el país. Estos augurios cobraron fuerza recientemente sin que hasta el momento el desastre socio económico se haga patente en el país. La economía es, en esencia, la administración de una crisis permanente. Se atribuye a un conocido especulador en la Bolsa, André Costalany, el dicho: “No hay un boom que no tenga su crisis subsiguiente, ni crisis sin boom previo”. Esperar la crisis, es pues aceptar el éxito que la precede. Algún momento llegará la “Crisis”, pero en esa espera (como la de los religiosos el Apocalipsis) quienes solo así existen se olvidan de vivir, es decir, encarnar en las expectativas y vivencias populares.
¿Si los actuales partidos de oposición no se renuevan, el MAS tiene vía libre en un futuro luminoso y despejado? Nada menos seguro. Cierto, las actuales tensiones al interior del partido gobernante pueden culminar en propuestas políticas perfectamente diferenciadas. Pero, lo más probable es que surjan propuestas nuevas y un nuevo hombre providencial. Conade pudo llenar ese vacío, pero, el seguidismo a las modas de fuera le jugó similar mala pasada que a ciertos grupos indígenas. A estos últimos, la sobrevaloración de la diferencia y de lo especifico los inutilizó para encarar lo común, siendo justamente eso la política. Al primero, hacer el juego a la boga del plataformismo ciudadano le hizo olvidar el insalvable requerimiento de estructurarse como organización política, con todas las formalidades que ello exige. Es también factible surja una nueva organización y un nuevo líder. Es de común conocimiento que hay varios emprendimientos al respecto. El más expectante es –en nuestro criterio– el del My. David Vargas y su manifiesto por una Tercera República. Solo el tiempo nos dará señales inequívocas de hacia donde se orientará Bolivia a partir de las elecciones del 2025.