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Quiero empezar recordando a los lectores que el gas natural es el energético imprescindible hacia la tan ansiada transición energética y la descarbonización del planeta. No existe transición energética sin dar mayor protagonismo al gas natural.
Es el energético fósil más limpio, abundante y competitivo para respaldar energías renovables (hídrica, solar y eólica) y además reemplazar a los mucho más contaminantes carbón y combustibles derivados del petróleo para generar energía eléctrica. Adicionalmente, es el energético esencial para mover la industria (calderos, hornos, etc.) y también para uso en transporte marítimo y terrestre y, por supuesto, en usos comerciales y domiciliarios. No olvidemos su vital importancia como materia prima en la industria petroquímica.
Dentro de este marco global, a Brasil le resulta imprescindible contar con un gas natural con seguridad de abastecimiento y competitivo. Para eso diseñó y avanzo en el nuevo mercado de gas natural a partir de la Ley 14134 (2021). Esta reforma introduce competencia y quita el secante monopolio que tenía Petrobras, con privatizaciones, con acceso abierto a los gasoductos y otra infraestructura y varias otras reformas que permiten la participación del sector privado, introducir competencia para bajar tarifas y precios.
Brasil tiene una matriz eléctrica muy basada en generación hídrica. Cuando no llueve, se requiere de un fuerte respaldo que viene y vendrá de generación con gas natural. A esto debemos sumar que el sector privado está realizando importantes inversiones en energías solar y eólica que también requieren respaldo.
Este gas natural de respaldo para generación eléctrica se lo requiere principalmente cuando no llueve y gran parte de la solución se está dando y dará a través de suministro de terminales de gas natural licuado (GNL) importado, instaladas en las costas. Es lo que se denomina gas flexible.
Empero, la problemática central en Brasil no radica solo en el suministro de gas flexible sino también en el suministro de gas firme. Es decir, aquella demanda constante de la industria (cerámica, vidriera, química, petroquímica, cementera, etc.) que puede ser considera firme. En menor escala también es demanda firme los usos: comercial, vehicular y doméstico.
La industria en Brasil es la que más ha impulsado el nuevo mercado de gas natural para que se introduzca competencia y se bajen precios. La industria reclama este gas firme para producir y competir contra las importaciones y fomentar exportaciones. El gas flexible de GNL no tiene esa característica de gas competitivo porque se lo debe traer de muy lejos.
Solo hay dos fuentes de gas firme y competitivo en Brasil. Una de producción nacional, casi toda de costa afuera (offshore) y en particular del presal. La otra es gas regional que debe venir de Bolivia, que está en franca declinación, y ahora la alternativa es gas de Argentina, de Vaca Muerta.
La nueva administración de gobierno en Brasil ha entrado con fuerza a tratar de que el gas asociado al petróleo en el offshore se lo produzca en firme y se lo lleve competitivamente al mercado para industrializar el país. Esta presión ha tenido muy rápidamente eco en los productores en Brasil, que no están de acuerdo con esta postura. Han elevado el grito al cielo, incluyendo Petrobras.
Recordemos que gran parte de este gas asociado necesita ser reinyectado para mantener presión y recobro en la producción de petróleo. Asimismo, este gas tiene mucho CO2 que resulta costoso removerlo para llegar al mercado. Finalmente, este gas debe salir por costosos gasoductos submarinos y plantas de separación que requieren billones de dólares de inversión. Por lo tanto, a mi parecer, no es ni un gas tan abundante ni tan competitivo. Veamos que resulta de esta pulseta.
Hacia 2028 o 2030 Bolivia ya no podrá entregar gas firme a Brasil. En esta línea solo queda recurrir a ver cómo se puede trasladar el competitivo gas de esquisto de Argentina a Brasil. Existen dos alternativas: Mover gas desde Vaca Muerta a través de expansiones progresivas de la Transportadora de Gas del Norte (TGN) en Argentina y después por los gasoductos existentes que quedarán vacíos en Bolivia, esto último con inversiones y costos mucho menores. La otra opción es por el gasoducto Uruguayana-Porto Alegre para llegar al gran mercado industrial de San Pablo, lo que requiere un nuevo gasoducto, inversiones mucho mayores y tiene mucho menor demanda que en la ruta a través de Bolivia.
Como es fácil suponer en un tema de esta magnitud, algunos gobernadores y políticos de los estados brasileños están comenzando a gestar presión política para que el gas fluya por uno o por otro lado y favorecer así a su industria, productividad y empleo. Mi opinión es que el gas debería transitar por donde es más económico para llegar al mercado y esa ruta es por Bolivia. Sin embargo, esta alternativa presenta más incertidumbres porque se deben alinear “tres astros” y de por medio está la seguridad de abastecimiento y recuperación de inversiones.
Los tres países deben facilitar regulación para que los actores privados trancen en la compra-venta de molécula y se paguen peajes que viabilicen la transacción y no sean objeto de manipulaciones ni cambios posteriores o a lo pactado. Nos inundamos la boca con la palabra integración energética. Acá está lanzado el desafío. ¿Será que podemos volver a fallarnos y quedar importando más GNL?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo