Escucha la noticia
La expresión “ser más papista que el papa” se usa habitualmente para referirse a quien manifiesta más interés o preocupación por un asunto que la persona directamente interesada o afectada, pretendiendo a veces ser más dogmático y rígido que el entendido en una materia. En otras palabras, alguien que es “más papista que el papa” es alguien que sigue las reglas con más rigor, incluso que la autoridad máxima en el tema.
Este parece ser el caso de nuestro país, Bolivia. ¿Por qué?
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la inversión extranjera directa en esta región aumentó un 55,2% el 2022, alcanzando su máximo valor histórico, señalando a continuación que casi todos los países fueron los destinatarios, siendo los Estados Unidos con el 38% del total y la Unión Europea con el 17%, (excluyendo a Países Bajos y Luxemburgo) los principales inversionistas en la región.
Siempre de acuerdo al mismo informe, Brasil lidera la lista de países que recibieron inversión extranjera directa en 2022, con el 41% del total regional, seguido de México con el 17%, Chile con el 9%, Colombia con el 8%, Argentina con el 7% y Perú con el 5%. En cuanto a los rubros a los que fueron destinados los capitales, el informe también señala que un 54% de la inversión extranjera directa se destinó al sector servicios, en particular, a servicios financieros y públicos, de información y comunicaciones y de transporte. La industria de hidrocarburos obtuvo un 24%, seguida por la industria automotriz (13%) y de energías renovables (11%).
Según otras publicaciones, para los Estados Unidos, la Unión Europea, y por extensión a sus empresas, la región se ha convertido en un puerto seguro para el capital extranjero. Estos países, a los que se identifica como capitalistas por excelencia, y la China gobernado por una élite teóricamente comunista, analizan dónde van a dirigir sus capitales puesto que, normalmente, las inversiones son de largo plazo, y por lo tanto riesgosas y deben conocer exactamente el régimen jurídico imperante y vigente en el país, al margen de los consabidos estudios de provisión de materia prima, mercados, transporte y mano de obra calificada. Por lo visto, menos les interesa la demagogia local y la diatriba antiimperialista, y más que todo se basan en la seguridad jurídica que les pueden brindar.
Por lo que se observa, los abanderados de la lucha antiimperialista y anticapitalista, como México, Brasil, Argentina o Colombia atraen inversionistas de fuera de la región. En otras palabras, se dicen enemigos del capitalismo, pero brindan garantías y seguridad jurídica al margen de otros beneficios como la facilidad para abrir y operar empresas, sistema impositivo, etc.
Hasta Cuba ha comenzado a ver que no se puede ni se debe prescindir de la participación del capital no estatal y por ende de la iniciativa privada. Noticias recientes nos informan lo siguiente: “Cuba ha dado un paso hacia la expansión del sector privado de la isla durante el fin de semana, abriendo más sus puertas al capitalismo. El gobierno comunista de Cuba anunció que los cubanos pronto podrán buscar empleo o iniciar negocios en la mayoría de los campos de trabajo. Anteriormente, los cubanos estaban restringidos a trabajar en solo 127 descripciones de trabajo del sector privado aprobadas oficialmente. Ahora tendrán la capacidad de trabajar en más de 2.000 campos diferentes. La creación de un sector privado permitirá fijar precios, importar, exportar, recibir capital extranjero y básicamente jugar con las reglas del libre mercado”.
Y, ¿qué pasa en Bolivia? Bolivia, según las declaraciones oficiales de los responsables de la economía y las relaciones exteriores de nuestro país, está alineado ideológicamente y rige sus políticas en consecuencia con estos grandes ejes. Pero, como consecuencia, según los últimos datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el flujo de la Inversión Extranjera Directa (IED) en Bolivia bajó en un elevado porcentaje en 2022, equivalente a una caída de 610 millones de dólares. Lamentablemente, no hay información más detallada o actualizada sobre la inversión extranjera en Bolivia, pero no es cuestión de ser muy sagaz ya que no vemos a las transnacionales haciendo cola para invertir y la inversión del sector público es a todas luces insuficiente para impulsar un crecimiento sostenido. Y la cereza en el postre: la inversión privada nacional es vista con mucha antipatía o no se le da oportunidad de realizarse.
El empresario boliviano Marcelo Claure muy exitoso por cierto en el exterior, en una reciente entrevista con el periodista Tufí Aré indicó que ha invertido o tiene planes de millonarios de inversión en 40 países y a la pregunta de por qué no invierte más bien en nuestro país respondió muy francamente que para que esto ocurra tienen que haber las condiciones propicias y necesarias. Según él, su única inversión en Bolivia será en el club de fútbol Bolívar – no necesariamente un negocio de lucro -, lo cual pinta de cuerpo entero una cruda realidad.
Por lo tanto, el análisis que hacemos nos lleva a concluir que no se puede anteponer la ideología a la realidad económica, especialmente si los resultados son o malos o desastrosos ya que la gente (el pueblo) lo siente en carne propia. No en vano las estadísticas muestran que, por lo menos el 70% de la población boliviana económicamente activa vive de vender en los mercados, en la calle, en carritos, etc., es decir sobrevive del comercio informal, ingeniándose la forma de ganarse la vida de cualquier manera, sin contar con jubilación ni seguros médicos. Cualquier emergencia de salud es para ellos un verdadero calvario y las remesas del exterior solo reflejan una tristísima realidad: son ahorros de la gente expulsada del país en busca de una mejor vida o para procurar sobrevivencia de su familia en Bolivia.
Debemos por lo tanto aprender de la realidad (que es la única verdad), de que nunca es bueno o recomendable ser más papista que el papa. Para muestra basta nuestro vapuleado país.