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Siete años de Comunidad Ciudadana

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La corta vida política de Comunidad Ciudadana comenzó en otubre de 2018, cuando el expresidente Carlos Mesa anunció su candidatura para las elecciones del año siguiente y luego de haber sellado un acuerdo con el FRI. Para ese momento era evidente el hastío de la gente con el MAS debido a la burla a los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 con una sentencia del Tribunal Constitucional, dictada en 2017, que permitía a Evo Morales postular por siempre a la presidencia. Es un derecho humano, argumentaba el fallo espurio.

El proceso electoral de 2019 no iba a ser fácil, pero se tornaba excepcionalmente prometedor para Carlos Mesa y su sostén partidario. Se trabajó en otras alianzas para generar un aurea de esperanza que debía iluminar a la mayor parte del país: se firmaron acuerdos con SOL.bo del exalcalde paceño Luis Revilla y la organización departamental de Adrián Oliva, exgobernador de Tarija y exautoridad en el gobierno del expresidente (2003-2005), luego de las masacres de febrero y octubre de 2003 y la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Sánchez Berzaín.

El fraude electoral perpetrado en octubre de 2019 por Morales, Álvaro García Linera, los vocales del Tribunal Supremo Electoral de ese entonces y “consultores” mexicanos traídos al país para manipular los datos le robaron a Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana el derecho a la segunda vuelta, en la que estaba cantada la victoria naranja ante el régimen que había despilfarrado la época de bonanza y empezaba a mostrar inequívocamente el fracaso del modelo económico productivo aplicado por el MAS desde el 2006.

A pesar de semejante golpe a la democracia, la población movilizada se anotó una victoria trascendental con la renuncia de Morales la tarde del 10 de noviembre de 2019, después de anunciar estérilmente la anulación de las elecciones del 20 de octubre, la destitución de los vocales del Órgano Electoral y la realización de nuevos comicios. El movimiento de las “Pititas” se había fortalecido en las calles, el bellaco de Juan Carlos Huarachi le había pedido al fraudulento dejar la presidencia y el Alto Mando Militar había sugerido la renuncia como primer paso hacia la pacificación del país.

Lo impensado empezaba para Morales y su enfermiza obsesión por el poder: ya van cinco años y dos meses lejos de la presidencia, cuando su deseo era ejercerla de manera vitalicia, hasta morir; ha sido traicionado por su delfín electoral, contagiado por una obcecación similar, ni bien llegó a la Casa Grande; y ahora se conocen algunas de las atrocidades que buscaba ocultar teniendo el bastón de mando en la diestra, y la banda tricolor y la medalla presidencial en el pecho.

Morales luchará hasta el final para ser candidato nuevamente, de eso no hay duda, pero él sabe que no volverá a pisar la plaza Murillo de La Paz como Presidente Constitucional de Bolivia.

Volvamos a la azarosa vida de Comunidad Ciudadana. Luego de haber impulsado junto con otros liderazgos políticos y sectores como la Iglesia Católica la sucesión constitucional, que recayó en Jeanine Áñez, Carlos Mesa y CC tuvieron que rehacerse para los comicios de 2020, ya que sus aliados de La Paz y Tarija habían decidido apoyar la candidatura de la expresidenta, un grueso error político que hay que reconocerlo.

Ese año Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana ocuparon el segundo lugar con el 28,83%. El MAS y Luis Arce obtuvieron el 55,11% de los votos el 18 de octubre. Un balde de agua fría para los sectores democráticos del país.

Carlos Mesa se declaró jefe de la oposición y su numerosa bancada en Diputados y Senadores hizo pensar que sería el necesario contrapeso al masismo en la Asamblea Legislativa. Pese al importante porcentaje que obtuvo en la última elección nacional, el MAS dejó de tener dos tercios. De hecho, no volverá a tenerlos porque ya se conoce el latrocinio que se comente con esa proporción desde el Legislativo.

Sin embargo, la falta de cohesión ideológica y la multiplicidad de intereses en la bancada naranja dieron paso a lo inevitable: una diáspora que inclusive ubicó a parlamentarios de CC en filas del arcismo, de manera subterránea, claro a cambio de prebendas, pegas para sus allegados y uno que otro maletinazo.

La decisión anunciada por Carlos Mesa el 24 de enero de no postular este año a la presidencia del país, por supuesto que beneficia en lo inmediato al candidato de la alianza Libre, Jorge Tuto Quiroga, y al precandidato del bloque opositor y líder de UN, Samuel Doria Medina. El expresidente cosechó apoyos político-partidarios y el empresario recogió adhesiones sociales.

Luis Fernando Camacho, Vicente Cuéllar y Amparo Ballivián difícilmente serán apoyados por legisladores y dirigentes de CC en pleno desbande y tal vez esos precandidatos no quieran los despojos de una alianza que formalmente termina su vida política en noviembre, pero que políticamente agoniza hace bastante tiempo, sobre todo cuando aparecieron Manfred Reyes Villa, Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina como opciones de poder.

Algunos apostarán a ser candidatos a gobernadores, asambleístas departamentales, alcaldes o concejales en los comicios regionales de 2026, pensando que su paso por la Asamblea Legislativa los habilita automáticamente para las subnacionales. Así de lineal es el razonamiento de los todavía legisladores que se reclaman leales a Comunidad Ciudadana, pero andan tocando las puertas de otras alianzas y partidos para ver si las abren este o el próximo año.

Así concluirán siete años de vida política de Comunidad Ciudadana, la alianza que acarició la presidencia en 2019 e implosionó a partir de 2020. En la vida de Carlos Mesa se completarán siete de 23 años que lleva haciendo política, desde 2002, cuando integró el binomio del MNR. Seguramente vendrán más años para él en la actividad política, de momento como articulador de la unidad opositora en busca del candidato único. No es una tarea fácil, a pesar de que el panorama vuelve a ser prometedor para las oposiciones. Que el éxito lo acompañe.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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