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Ya pasó la elección general, en octubre iremos al balotaje y en noviembre se posesionará el nuevo gobierno. ¿Qué pasará al siguiente día? Despertaremos a una situación cruda de falta de dólares, combustible y de inflación creciente.
Ese día la realidad nos exigirá tomar de una vez las medidas que se han postergado en la parte fiscal, monetaria, cambiaria, financiera y productiva. ¿Se puede seguir evitando tomar medidas de ajuste?
La respuesta desde una perspectiva técnica es NO. He escuchado varias opiniones y criterios que hablan de retrasar el ajuste o de apurarlo; o, incluso, de hacer el ajuste de una forma heterodoxa, sin atacar las raíces del problema.
Dado que los problemas económicos aquejan a la mayoría de los ciudadanos, muchas personas bienintencionadas lanzan ideas y criterios sobre lo que debe y no debe hacerse en economía. Como lo afirma el especialista económico argentino Martín Rapetti refiriéndose a su país: “Acá somos todos economistas”. Y en Bolivia también nos sucede eso, como que éramos epidemiólogos en la pandemia y politólogos antes de la elección.
Sin embargo, la economía es una ciencia social. Una ciencia explica las cosas por sus causas y usa el método científico para encontrar similitudes y explicar por qué pasan las cosas. Como ciencia social, es una que tiene principios, pero que debe ser usada tomando en cuenta el contexto, en especial en las políticas públicas.
En los años ochenta del siglo pasado y hasta hace dos décadas, la Universidad Católica de Chile albergó el Programa Interamericano de Macroeconomía Aplicada (PIMA). Cientos de economistas de toda Latinoamérica se formaron para ser técnicos calificados en macroeconomía, ajuste y crecimiento.
Y quienes tuvimos la oportunidad de cursar esta especialidad, varios de Bolivia, sabemos que la forma de hacer un ajuste tiene elementos técnicos especializados, basados en la experiencia de muchos países, incluyendo el nuestro. Se han escrito artículos científicos y libros sobre este tema, especialmente en los noventa del siglo XX.
Al igual que la medicina, la macroeconomía tiene principios y técnicas que se aprenden por los medios usuales, incluyendo la experiencia. Y no sirve el simple sentido común. Para explicar mejor: por más que yo haya visto una operación médica cientos de veces, es difícil que pueda animarme a operar a un paciente.
Incluso dentro de los economistas especializados, es importante que los que tienen experiencia se involucren en el ajuste. Por ejemplo, al gobierno entrante le recomendaría que tengan a alguien o a un equipo con experiencia en renegociación de deuda externa, algo de lo cual yo desconozco.
La ciencia económica indica claramente que si no hacemos el ajuste del caso, la inflación aumentará más, el tipo de cambio se disparará y la actividad se contraerá. Sin medidas estaremos en una senda hacia la experiencia argentina e incluso venezolana.
¿Se puede hacer ajuste indoloro? Nuevamente acudo a la ciencia económica y la respuesta es un rotundo SÍ. Uno de mis libros preferidos, “La economía del ajuste y crecimiento”, de Pierre Agenor, tiene un capítulo dedicado a la forma de hacer reformas, su temporalidad y oportunidad. Y uno de los principios es que se deben contemplar medidas compensatorias temporales para promover que el ajuste sea sostenible y no se revierta. Eso incluye una adecuada red de protección social. Eso dice la ciencia.
El ajuste es como una operación médica que debe hacerse en un tiempo determinado, ni muy rápido o muy despacio. Y sabemos que debe hacerse con anestesia, que es el uso de medidas temporales.
El título de esta columna se inspira en el poema de Rubén Darío titulada “El caso”, sobre una herida cerca del corazón de un guerrero. Médicamente era imposible sacar la lanza porque iba a morir inmediatamente, pero que si se lo dejaba también fallecía el caballero.
En nuestro caso NO es así. Podemos curar la inestabilidad macroeconómica usando las técnicas correctas, no el simple criterio. Eso es lo primero hoy.