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El país ha perdido el rumbo. Nadie que mire con honestidad la salud de nuestra democracia o la de nuestra economía puede decir que “vamos bien” y que nos espera un futuro promisorio. Y en realidad no lo perdimos, dejamos que nos lo robaran. El MAS no los ha birlado dejándonos sin plata, sin desarrollo, divididos y atemorizados.
Los de azul se han instalado en un régimen autoritario que domina todas las esferas del Estado. Su objetivo es atornillarse en el poder a como dé lugar despilfarrando lo mucho o lo poco que les cae de la venta de recursos naturales. Nada más. Esa es su meta y para ello siguen al pie de la letra la receta del Castro-Chavismo instalado en Cuba, Nicaragua y Venezuela. No están interesados en el país ni en su gente ni en su futuro. Su único afán es cooptarlo todo, atemorizar y repartirse el botín.
Los del régimen dirán que son mayoría y que la gente votó por ellos. Pero el MAS consiguió ese apoyo inmoralmente y a partir de populismo barato. Su modus operandi es alimentar las pasiones más bajas de la clase popular: la revancha, el racismo y la xenofobia. El MAS le vende a la clase popular la idea de que sin ellos no podrán alcanzar sus objetivos, que su atraso y pobreza son responsabilidad de los kharas y que la solución a todos sus problemas pasa por vengarse de ellos desplazándolos de la vida pública. El MAS azuza, entonces, el racismo al revés y lo institucionaliza transformando la República en el “Estado Plurinacional,” que no es otra cosa que un Estado de revancha contra todo lo no indígena. El MAS consigue apoyo alentando la división entre bolivianos y apelando a la xenofobia contra el “imperio” y lo extranjero a menos, por supuesto, que lo extranjero sea chino, cubano o venezolano. Esos sí tienen las puertas abiertas.
El MAS nos ha robado la justicia. La ha convertido en un apéndice azul y la usa para encarcelar a sus detractores y atemorizar a todo ciudadano que ose cuestionar su poder. El secuestro de Luis Fernando Camacho y su traslado a Chonchocoro son solo una muestra más del abuso al que el MAS nos tiene sometidos. Que hayan puesto una cámara oculta en su celda es simplemente canallesco, aunque a estas alturas, ni siquiera sorprendente. Son cientos los exiliados y presos políticos, y las muertes del régimen suman y siguen. Ni que decir sobre la batalla contra el narcotráfico perdida sin remedio o la completa falta de confianza en el sistema electoral. Sin justicia, y con temor a sus administradores, el pueblo calla y el tirano domina.
El MAS nos ha robado nuestro futuro económico. El régimen despilfarró los más de $us 55 mil millones que ingresamos desde el 2006 por la bonanza de precios internacionales (¡un monto que significa 4 veces el PIB del 2006!). No invertimos en buscar más gas ni en desarrollar una institucionalidad que permita el crecimiento de un sector privado dinámico para cuando acabara la bonanza. No, todo fue gastar a manos llenas en empresas públicas ineficientes y corruptas, en proyectos faraónicos y en ampliar el tamaño del Estado para acomodar a más de medio millón de empleados masistas. Y cuando dejó de entrar plata por la exportación de gas el MAS empezó a endeudarse y a comerse las reservas. Nuestras reservas internacionales llegaron a $us 15 mil millones el 2014 y a la fecha están por debajo de $us 5 mil millones (menos de $us mil millones en cash). Llevamos 10 años consecutivos de déficits fiscales y nuestra deuda total sobrepasa ya el 80% del PIB. Pero al MAS no le importa nada en absoluto. Ellos siguen arrasando con todo y este año el Presupuesto General del Estado planea gastarse el 83% del PIB.
Pero seamos autocríticos. El MAS nos robó el rumbo y el futuro porque dejamos que lo haga. Fuimos cómplices. Perdimos el país porque nuestra oposición política fue funcional al régimen y porque nuestras élites empresariales se doblegaron a él. Hay excepciones, por supuesto, y gente que dio su vida en la pelea, pero en general fuimos presa del poder populista del MAS, de la falta de ideas para combatirlo y del miedo, por demás justificado, que provoca su abuso judicial.
Nuestra oposición fue funcional al régimen porque pensó que a este se le podía ganar proponiendo más de lo mismo. Blandengue y sin ideas, su visión de país es muy parecida a la del MAS en materia económica y pareciera que su única diferencia reside en afirmar que ellos sí son buenos muchachos. Nadie en la oposición afirma que el camino al socialismo en el que nos ha metido el MAS es el camino al infierno. Nadie habla de privatizar empresas públicas o liquidarlas pese a la enorme evidencia de que estas son ineficientes y deficitarias. Nadie dice que se debe reducir significativamente el número de empleados públicos y el tamaño del gobierno. Nadie habla de eliminar el subsidio a los hidrocarburos que representa un chorreo constante de reservas. Nadie dice que hay que eliminar los controles de precios y los cupos a la exportación. Todos se quejan del adoctrinamiento en las escuelas, pero nadie se atreve a decir que la solución de raíz pasa por sacar al Estado de la educación y desarrollar un mercado privado y competitivo apoyando a los padres con vouchers. En suma, a nadie en la oposición se le ocurre proponer que la responsabilidad del desarrollo pase nuevamente el individuo y deje de estar en las manos del Estado. ¡Es que si propones todo eso nadie vota por vos! Y así seguimos… Sin políticos creativos, valientes y capaces que propongan las ideas correctas y nos enamoren con una nueva visión de país, la gente seguirá prefiriendo a lo viejo conocido que a lo nuevo por conocer.
Nuestras élites empresariales, por otra parte, se acomodan a los vientos que soplan y prefieren no hacer mucha bulla para no entorpecer sus actividades. Y otra vez, hay valiosas excepciones, pero no existe una decisión firme y colectiva de apostar por el largo plazo. Como dice Carlos Valverde, los empresarios tienen intereses, no militancia, pero esa es una actitud miope. Las élites empresariales están llamadas a liderar el país porque su suerte depende de un país sano, próspero y capitalista. Nuestros empresarios tendrían que preocuparse por formar opinión pública con visión de futuro. Tendrían que entender que su trabajo y su ganancia son motivo de orgullo y no de vergüenza. Tendrían que convencerse de que su valor reside en competir y no en apañarse con el gobierno para prevenir la competencia. El destino de las élites empresariales es el mismo que el del país. Un país sin rumbo cooptado por un régimen inmoral solo produce empresarios secuestrados por políticos.
El MAS nos ha robado el rumbo. ¿Seremos capaces de recuperarlo?