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Todo indica que estamos en el fin de una era en Bolivia, la de hidrocarburos, la cual tardaremos al menos una década en recuperarnos si es que cambian las condiciones actuales.
Los ingresos externos por hidrocarburos bajaron de USD6.600 millones en 2014 a menos de la mitad el año pasado. Esta declinación responde a la falta de inversión en el sector; es decir a una caída de la oferta.
Pero tal vez no es el único fin que estamos presenciando. Otra fuente de ingresos podría estar declinando, pero en este caso por menor demanda y con consecuencias insospechadas. Un síntoma sería la menor exportación de oro ilegal del país y la causa estaría en la preferencia por drogas sintéticas en países avanzados.
La historia es como sigue.
Durante varios años el banco central tuvo cada vez menos divisas, pero en la calle se encontraban dólares incluso más baratos que el oficial.
¿Por qué teníamos reservas en picada y a la vez abundancia de dólares? O, en otras palabras, ¿por qué no tuvimos ante una crisis cambiaria?
La analogía que hacía en mis presentaciones es que teníamos un paciente (Bolivia) con apenas un litro de sangre cuando se requieren cinco para sobrevivir. La pregunta no era cuándo el paciente moriría (es decir, cuánto más sobreviviría el tipo de cambio fijo), sino por qué continuaba vivo el paciente (en este caso, el régimen cambiario).
El paciente tenía otra fuente de energía; vale decir, teníamos otra entrada de dólares.
Convengamos en principio que tenemos una fuerte sangría de divisas. Por una parte, el contrabando en 18 categorías de productos implicaba USD1.400 millones anuales según estudios de la institución que dirijo (Centro Boliviano de Economía o CEBEC).
De forma conservadora y como un piso, podríamos pensar que el contrabando de vehículos implicaría en torno a USD300 millones anuales.
Por otra parte, se estima que la diferencia entre los envíos desde el exterior y el consumo interno de combustibles habrían implicado una salida de divisas de USD900 millones en 2022.
Y además la contrastación entre cifras de producción y exportación de oro apunta a un monto de USD2.800 millones por envíos de oro de los países vecinos, no de Bolivia.
Cabe señalar que ese oro no implica divisas frescas. En efecto, quien compra oro de otros países paga en efectivo. La posterior venta al extranjero del “oro boliviano” genera una entrada de divisas. Pero, en neto, la salida y la entrada se cancelan y las divisas siguen iguales.
Consolidando esos montos, habrían salido en neto USD3.600 millones del país. Sin embargo, las estadísticas oficiales señalan que lo no declarado estaba en el orden los USD1.450 millones (es decir, Errores y omisiones de la balanza de pagos).
¿Dónde habría estado la diferencia? En una entrada de divisas de más de dos mil millones de dólares por los envíos al exterior de sustancias ilícitas.
Acá viene el otro probable shock negativo.
Me llamó la atención leer en medios de prensa extranjeros que el precio de la coca ha caído en Colombia. Miles de cocaleros en ese país han visto que el precio está por debajo del costo de siembra.
La razón detrás de este bajón es que la demanda mundial de cocaína habría disminuido por la mayor popularidad de las sustancias o drogas químicas. Si eso es así, entonces tendríamos a futuro una menor entrada de divisas al país por esta causa.
Como lo muestran documentales del extranjero, es posible que exista una relación muy estrecha entre el narcotráfico y el contrabando de automóviles y de oro. Por tanto, menores ingresos ilegales de divisas por sustancias ilícitas afectarían a su vez a las compras ilegales de vehículos y de oro del exterior. Eso también aplicaría a otras actividades que blanquean los dólares ilícitos.
Lo anterior todavía es una hipótesis que debe ser estudiada con más detenimiento porque involucra un mundo invisible. Dejo al lector las posibles consecuencias que podría tener en caso de ser cierta en el empleo, el comercio informal, la migración e incluso la política.