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Todo cambia

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No hace falta ser melómano ni conocedor para saber de dónde viene el título trillado de esta nota. Nunca he sentido devoción por Mercedes Sosa –quien más bien, como diríamos en México, me caía gorda–, sin embargo, la versión de esa canción en la voz ronca y comprometida de Jenny Cárdenas me cautiva.

Pero cualquier reseña sobre la música revolucionaria de los 70 resulta ya anacrónica; así que no intentaré nada parecido. Solo abusaré del nombre y de alguna estrofa.

Me vino a la cabeza la tonada mientras pensaba en el transfugio emocional e ideológico de algunos electores a partir del acto de transmisión de mando ese lluvioso día de noviembre (en el que muchos creímos que acabaríamos como en el video alusivo de Guns N’ Roses), cuando el presidente y el vicepresidente leyeron sendos discursos; ambos sin complejos y con la transparencia de quienes ya no necesitan atraer votos, sino solamente tranquilizar a sus contrarios.

Los primeros tránsfugas fuimos aquellos que nos sentimos aliviados con las palabras con las que Rodrigo inauguró su gobierno, con su equipo y las formas políticas y económicas adoptadas desde entonces. Mientras unos echaban el grito al cielo con el “Dios, patria y familia”, que interpretaron como un juramento fascista (…), otros reparamos en que, con ideas sencillas, Paz marcaba otro rumbo.

Ese sentimiento me llevó a otro círculo de migrantes ideológicos, que, a diferencia de mi grupo trans -que se mueve por la esperanza-, se arrastran en la frustración. Aquellos que votaron por Paz ubicándolo en el centro.

Las negociaciones con organismos internacionales, los acuerdos con Estados Unidos, el restablecimiento de relaciones con Israel (que incluye la exclusión del requisito de la visa a ciudadanos israelíes para recuperar el turismo en Rurrenabaque, “sin importarle que entre los turistas haya militares retirados que seguro han asesinado niños en Gaza”…) traen preocupados a quienes instruyen al prójimo cómo quieren que sean las cosas, prescindiendo de cómo son.

Estos desanimados machacan con que Bolivia es un Estado laico. Lo que no está en cuestión. Pero hay Estados perfectamente democráticos como el Reino Unido, en el que el monarca es cabeza de la Iglesia Anglicana. Y en Estados Unidos, incluso el progresista Barack Obama, nada sospechoso de clerical, juró con la frase añadida por George Washington: “so help me God”. El mismo Obama cantó, cuando fue presidente, la canción de góspel Amazing Grace por propia iniciativa en una iglesia evangélica, para alborozo de los fieles.

Que el presidente Paz Pereira quisiera una sobria bendición después de su posesión ante un obispo emérito cercano a sus afectos es un ejercicio de su libertad religiosa. Nadie debe sentirse ofendido ni legal ni moralmente por eso. Al que crea que la Constitución lo asiste en su queja, lo aliento a guglear para enterarse mejor.

Reclaman, además, por el uso de la palabra “patria” porque –dicen– “remite a la conexión entre la dominación masculina (patriarcado) y los conceptos de nación o pertenencia (patria)”. Pero el término “patria” significa exacta y únicamente eso (la nación a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos). Me es difícil hallar en el juramento de Rodrigo una intención machista.

Lo de la familia es menos digerible para los desencantados. Alegan que “romantiza una institución tradicional que es esencialmente patriarcal y desconoce la autonomía económica de las mujeres (entre varios otros males)”. A Aristóteles, quien creía que la familia era la unidad social más básica y natural, se lo pasan por el forro.

Rodrigo Paz representa (los tornadizos de uno y otro lado no lo vimos durante la campaña) los valores conservadores que la izquierda repele. De ahí nuestro justificado cambio de humores respecto al nuevo régimen.

A propósito, hay otras personas que cambiaron sus pasiones este último mes: los idealistas a los que sus ídolos de barro aplastan a cada rato. Los mismos que veían en Evo la reserva moral de la humanidad y luego acusaron de racismo a los detractores de Edman Lara, al que llenaron de virtudes, y al que ahora niegan tres veces.

Que antes enrostraban una discriminación inexistente a quienes lo criticábamos; y nos apuntaban porque, decían, considerábamos “imperdonable que un cholo tenga la osadía y el atrevimiento de igualarse o ponerse por encima de ‘uno de los nuestros’.”  Ahora que Lara se pone por encima de su presidente (uno de los suyos), deja de ser racismo protestar contra él e, incluso, dedicarle columnas para poner en evidencia lo que temíamos los “racistas”: “Lara puede ser un problema”.

Y están los que exudan cinismo. Fueron escuderos de Evo y luego de Lucho; defendieron en todos los medios cada acto autoritario: la concentración del poder y la restricción de la libertad de expresión; y callaron los hechos de corrupción. Empero ahora están ahí, renegando en las redes, de los gobiernos previos. Intentan disfrazar su complicidad “alertando” sobre la existencia de problemas como el mal manejo de la justicia, la pobreza en el sistema educativo, y la ausencia de un Estado de derecho…

Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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