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Aunque estaba carburando opinar sobre los temas jurídicos políticos de coyuntura pues material abunda, por ejemplo los asombrosos cambios de saltimbanqui del Fiscal General que salta de un extremo a otro dependiendo a quien deba coyunturalmente obedecer en la competencia de los procesos a la ex Presidenta Añez pretendiendo impúdicamente cambiar la realidad o lo que sucederá con los vecinos gauchos en sus elecciones u otros deliciosos para aquí analizarlos; uno no puede una vez más con su corazoncito y probando más allá de toda duda razonable aquello que uno siempre retorna a donde uno fue feliz, escojo escribir -con las disculpas del caso por algo a primera vista, tan personal- sobre lo que 40 años después de haberse graduado como bachilleres, siente cuando se reúne a simplemente re disfrutar de la compañía de tus cumpas queridos de tu curso de colegio, con quienes viviste 12 años de vida; en el caso de nuestro amado Colegio del Sagrado Corazón de la Capital.
Acaece que este fin de semana, en la sede alterna de Santa Cruz de la Sierra (sensiblemente, en medio del humo de los criminales chaqueos…) se realizaron los fastos de los 40 años de la Promoción TUCOS83 y, por eso escojo comentarle al amable lector lo sentido ya que percibo que es muy probable que también le ocurrirá a usted algo similar aplicado a su realidad personal cuando reunido con quienes compartió y especialmente disfrutó desde niño hasta adolescente esa etapa del colegio, los recuerdos, sentimientos y disfrute, sencillamente desborden su ser. No en vano, Villiers dice que: “Los recuerdos son los cabellos blancos del corazón.”
Las historias, recuerdos, por supuesto travesuras y en fin, vidas compartidas y luego distanciadas a partir de la graduación, estudios universitarios o emprendimientos personales, viajes, matrimonios, hijos, triunfos, derrotas, algún fallecimiento y una que otra desaparición, etc; surgen y se comparten entre amigos eternos que aunque en alguna medida fue interrumpida por esas múltiples opciones de vida; de pronto, fundamentalmente por ese sentimiento que supera la amistad, la hermandad o el cariño y/o los engloba a todos, hace que sientas que en realidad nunca nos terminamos de separar y peor distanciar, sino permanecimos conectados por algo que supera lo racional e ingresa a lo profundamente sentimental.
Aunque muchos nos volvimos a ver 40 años después exactamente desde aquel 19 de noviembre de 1983 que nos graduamos, al final del día había sido que seguíamos pendientes uno del otro y especialmente, ese sentimiento que nos inculcaron los Jesuitas empezando por nuestro querido Padre Tuco S.J y otros que tuvimos la suerte de convivir incluyendo nuestros profesores de la época, vive en nuestras vidas a través de la presencia del Señor que las conecta.
Fueron épocas en las que ciertamente el mundo era muy distinto de lo que ahora es, la tecnología estaba años luz de la actual que al parecer en vez de conectar, paradójicamente, desconecta a cada uno en sus pantallas de sus celulares; no había el San Google que hoy parece prácticamente solucionar en tiempo récord lo que necesitar indagar en el orbe; ahora el WhatsApp te presenta video incluido cualquier sitio donde esté -nos permitió conectarnos con los ausentes incluso más allá del continente- pero superando aquellos fabulosas herramientas; acabamos de probar nuevamente pese a ellos, que el sentimiento de hermandad, enorme cariño y amor y, vidas compartidas, no requiere de tan fabulosos aparatitos inteligentes, sino sólo se trata de retomar ese disfrute de estar juntos luego de haber compartido más de una década cotidianamente. Es como simplemente restablecer una conexión y sentimiento que nunca se fue y que estaba simplemente esperando la oportunidad de atizarlo.
Suelo escuchar cuando los 31 de julio en Sucre, viendo en el desfile de las promociones cuando vuelven a su Colegio prácticamente desde todo el mundo en una suerte de perenigración; preguntarse qué no más les habrán inculcado los Jesuitas para que ese orgullo y sentimiento de ser del Sagrado se haga tan pero tan evidente. Y es que como: “Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma.” (Fray Luis De León) desisto de tratar de explicarles lo que sentimos y con RODILES me rindo ante las evidencias pues hay que: “Dejar que los sentimientos les ganen a los hechos”.