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No existe mejor decisión para gastar los ahorros del año que recorrer la patria. Esta vez el paseo familiar optó por el sudoeste de Bolivia, para (re)conocer algunos paisajes y visitar por primera vez algunas ofertas. El resultado es absolutamente extraordinario y es otra muestra que el turismo VIP nacional y el turismo plateado (para la Tercera Edad) compiten con los estándares mundiales.
Los emprendedores privados de la industria sin chimenea han optado por continuar con sus inversiones y con sus mejoras a pesar de la falta de acompañamiento de políticas públicas ni la promoción de los destinos turísticos del país. Al contrario, el No Estado es más un obstáculo que una ayuda y la amenaza de los violentos está siempre latente.
En cambio, la oferta privada -desde las grandes iniciativas con décadas de experiencia hasta flamantes albergues familiares en comunidades- está lista para que el visitante pase días de ensueño: paisajes únicos; gente sencilla y amistosa; hospedajes cómodos y aseados; gastronomía diversa. A orillas del volcán Thunupa existen desayunos pueblerinos deliciosos; en los hoteles de sal de cinco estrellas, las cenas compiten con restaurantes internacionales bajo celajes irreproducibles; es posible almorzar en pleno Salar de Uyuni, seco o mojado, sin causar daños medioambientales en el imponente lugar.
Es notable cómo ha evolucionado la propuesta de generación en generación. Los hijos/nietos de los pioneros estudiaron en Europa, cumplieron pasantías en cadenas famosas y saben cómo atender al extranjero más exigente. En otro artículo daré más detalles para alentar a las familias bolivianas.
Las empresas contratan personal del lugar al cual entrenan y capacitan para una fina atención al cliente. Es interesante seguir las cadenas: hoteles que recomiendan tours; agencias que reservan menús en uno u otro destino para encontrar todo listo después de horas de viaje carretero; operadores que recomiendan transportistas responsables; conductores que conocen los rincones escondidos para degustar una merienda bajo molles y sauces.
Los chefs seleccionan hortalizas y verduras de primera calidad producidas en Cochabamba; hay panecillos artesanales potosinos de todo tipo; mermeladas caseras de abuela; variedad de papa y tubérculos; jugo de linaza o de tumbo, helado de canela; vinos tarijeños; fruta de temporada; quesos frescos o elaborados; lácteos de la zona, carnes.
Las reservas en los más de cien hoteles de Uyuni están agotadas; se ven decenas de buses con visitantes coreanos, rusos, franceses, alemanes, colombianos. Del turismo interno, los recepcionistas destacaron la cantidad de familias cruceñas que llegan al Salar. Los mejores restaurantes potosinos coinciden en señalar que 2023 fue un muy buen año para el rubro.
El Sur está de moda y Potosí sigue como el número uno: la ciudad, el salar, Toro Toro, los Lípez, las minas, Tupiza y las rutas abiertas por la familia Mitru. La atracción del Salar que se proporciona por sí solo ha jalado la incorporación de más lugares.
En Sucre, un joven empresario ensaya una oferta única combinando visitas históricas tradicionales con la degustación gastronómica, desde los clásicos platillos chuquisaqueños hasta sofisticadas recetas logradas con el respaldo de “Gustu”. El turismo cultural se complementa con el turismo de aventura en una finca en el valle tropical, camino a Cochabamba: río cristalino, piscinas, paseos por arboledas; humintas, duraznos y chirimoyas; embutidos de origen alemán en pan recién horneado.
La joya fue dormir varias noches en el Hotel Museo de Cayara, a pocos minutos de Potosí, casi a la vera del camino a Oruro. El contraste de un salón de película de Agatha Christie, lleno de objetos históricos y primorosos, con el confort del siglo XXI en todos los servicios produce un goce inédito.
Muchas publicaciones alaban este lugar y su relato coincide con la realidad. Una casona del siglo XVI, refaccionada en más de una ocasión con gusto y sentido apropiado, alberga habitaciones adaptadas a la modernidad. Es otro hotel con lleno completo casi todo el año, incluso en invierno.
La clave es el abanico de posibilidades para que cada turista -incluyendo la canosa sesentera- pueda elegir entre pasear por las huertas, subir cerros, leer al lado de la chimenea, jugar naipes, rezar en la capilla, escuchar en el patio colonial centenas de pajarillos, dormir la siesta, comprar yogur fresco en la lechería, tomar té inglés con pan, mermelada y mantequilla.
¿Era Bolivia o era un sueño?
Era un sueño. Despertamos cuando BOA anunció el retraso de su vuelo por varias horas.