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Cuando hablamos del futuro de Bolivia, no estamos hablando de un sueño inalcanzable, sino de un horizonte visible, de tres a cinco años, en el que queremos construir un país digno, positivo y atractivo para nuestros hijos. Un país donde ellos decidan quedarse, crecer y vivir con oportunidades reales. Sin embargo, alcanzar ese futuro depende de las decisiones que tomemos hoy, tanto a corto como a mediano plazo.
En el presente, enfrentamos una crisis de combustibles que es imposible ignorar. La escasez de diésel y gasolina está golpeando directamente a nuestras actividades diarias y demuestra la incapacidad del gobierno para gestionar los recursos básicos. Esta crisis no es nueva; es el resultado de años de mala administración y subsidios insostenibles que ahora han llevado al país al borde del colapso energético. Como ciudadanos, no podemos quedarnos callados. Es fundamental mantener una voz activa y firme para exigir soluciones reales, no más excusas ni parches temporales. La lucha ya está aquí.
Sin embargo, el presente no lo es todo. El futuro de Bolivia dependerá, en gran medida, del proceso electoral de 2025. Esa será la oportunidad para decidir si avanzamos hacia el país que queremos o seguimos atados a un modelo agotado. Como claro opositor al régimen masista, que durante 14 años fue liderado por Evo Morales y en los últimos cuatro por Luis Arce, estoy convencido de que ellos no son una opción viable para el país. Pero si ellos no son la respuesta, entonces ¿quién debe liderar la oposición?
Ese líder debe ser uno de los nuestros. Alguien que represente los valores, las aspiraciones y las necesidades reales de la mayoría de los bolivianos. Aquí quiero ser honesto y directo: como cruceño, creo que es momento de que Santa Cruz, el departamento que ha impulsado los mayores avances económicos y sociales del país, asuma ese liderazgo con uno de sus hijos. Sin embargo, más allá del origen, ese candidato debe cumplir con características esenciales que lo conviertan en la mejor opción.
Primero, debe ser alguien con experiencia en el sector privado. Bolivia no necesita más burócratas ni políticos de carrera que solo saben administrar el dinero ajeno. Necesitamos a alguien que haya estado detrás de la administración de sus propios recursos, que entienda lo que cuesta generar cada centavo y que valore el esfuerzo que hay detrás del trabajo honesto.
Segundo, debe ser un boliviano de bien, alguien con conciencia limpia y libre de actos de dudosa procedencia. Durante las últimas dos décadas, el Movimiento al Socialismo se ha dedicado a perseguir a ciudadanos íntegros, pero la gente sabe reconocer quién actúa con honestidad y quién no. La moral y la ética no son negociables en el liderazgo que Bolivia necesita.
Finalmente, debe ser alguien con un vínculo genuino con la juventud. Los jóvenes son el futuro de este país y un líder que entienda cómo conectarse con ellos será clave para avanzar. Vivimos en un mundo donde las redes sociales y los espacios digitales son fundamentales. Necesitamos a alguien que comprenda estas dinámicas y sepa aprovecharlas para construir un puente sólido hacia la próxima generación de bolivianos.
El 2025 no será una elección más. Será un punto de inflexión para el país. Es nuestra oportunidad de elegir a un líder que represente nuestras aspiraciones y construya un futuro digno para todos. Uno de los nuestros. Esa es la clave para avanzar hacia un país que produzca más de lo que gasta, donde la honestidad sea la norma y donde las oportunidades sean para todos.
Bolivia merece más. Es momento de apostar por ese cambio. No nos permitamos menos. El tiempo es hoy.