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El Diario español “El País”, informó este año, que actualmente existe el pico más alto de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial, con más de cincuenta y seis (56) conflictos activos en el mundo y cada vez más se tiene un componente internacional con noventa y dos (92) países involucrados en guerras fuera de sus fronteras.
Esta vida no debe ser vista como una carga o una cruel desgracia. Saboreemos la vida como el buen café, donde no importa el recipiente (si es la mejor taza o el mejor vaso) porque ésta no añade calidad al café. La taza solamente disfraza o reviste lo que bebemos. A veces por concentrarnos tan sólo en la taza dejamos de disfrutar el café.
Empecemos cada día con paz interior hasta el último segundo. La gente alegre es quien goza de auténtica paz interior, no quien vive en puras imposturas (exhibiendo desvergonzadamente algo falso). La experiencia humana es causada desde adentro, no desde afuera. Nada que tengamos externamente, física o materialmente, nos hace mejor, sino que nosotros mismos debemos mejorar como persona (lo mejor posible), desde adentro. Eres una persona alegre o eres una persona miserable.
Como seres humanos somos más que intelecto y fuerza. Evitemos ser esclavos de las situaciones externas, de los pensamientos descontrolados, del pesimismo y del egocentrismo (estar muy lleno de sí mismo: yo y los míos).
No acabemos siendo un manojo de prejuicios, soberbia, creencias, ideologías, dogmas, filosofías, doctrinas, fanatismos, posibilidades económicas, arrogancias (presumidos) y, tampoco nos identifiquemos en las manifestaciones psicológicas y fisiológicas (sufriendo dolor psicológico, emocional y físico, debido a nuestro actuar compulsivo, imprudente y falto de dominio propio). Estamos por encima de todo eso. Somos más que eso, no perdamos el sentido común.
No confundamos comodidad con felicidad pues advirtamos que muchas veces, la gente termina sacrificando grandes dosis de felicidad por cuidar su miligramo de comodidad (Ej.: trabaja estresado e insatisfecho toda su vida activa sólo por la paga que le permita mantener esa su comodidad; aguanta algo desagradable y convive con quien no ama porque teme la soledad y simplemente quiere una compañía y alguien quien lo atienda; permite cosas inadmisibles o simplemente se adapta infelizmente a una vida miserable, amarga y corrupta -que se enriquece de la mentira y del engaño- ensimismado únicamente en la búsqueda de la comodidad para sí mismo y los suyos).
La gente más alegre no es la que tiene lo mejor de todo sino la que hace lo mejor con lo que tiene. La cantidad baja la calidad. Vivamos plenamente sin comparaciones (sin miramientos; nadie compite con nadie sino con uno mismo), liberando a nuestro intelecto humano del miedo, la culpa y la codicia, rompamos el cascarón ilusorio, la manipulación y aspiremos lo excelso.
“Vivir bien” (art. 8 de la Constitución boliviana) no significa destruir el ecosistema por dinero y menos aún estar mejor que el vecino (no se trata de compulsación o de vivir a costa del bienestar del otro, sometido bajo la envidia, la tensión, la ansiedad y el resentimiento. No consiste en ser el número 1).
Si tu alegría está en el fracaso del otro, eso es estar enfermo mentalmente, es decir, ser una persona miserable y tirana, quien abandonó su humanidad y solo piensa egoísta y exclusivamente en su propio bienestar y el de los suyos, sin importarle el resto ni el daño que comete y, todavía farsantea que lo está haciendo muy bien, es admirable o ejemplar, creyendo neciamente que el dinero, lo es todo. Eso es algo realmente vil, perverso, es un desastre, una total locura.
Por mucho dinero que tengas, nadie puede comprar su propia vida, dado que todos somos mortales (por más que pretendamos forzar y alargar artificialmente nuestra vida, algún día moriremos y nuestro cuerpo volverá a la tierra, será absorbido); por lo tanto, vivamos conscientemente en armonía con la creación del Creador.
No tengamos una identidad acotada, inflexible y con visión limitada, expandamos nuestra experiencia de la vida siendo parte de ella, exuberante, totalmente involucrados, responsables e inclusivos.
La vida no se trata de afluencia y estilo de vida al precio de destruir el planeta sino de vivirla con plenitud (de acuerdo con nuestra capacidad, a nuestros tiempos y según sea necesario, acorde a nuestra competencia, talentos que nos fue dado y habilidades desarrolladas). Toda persona que llega a su esplendor (que florece al máximo como un árbol frondoso), podría llegar a ser un activo invalorable para la humanidad.