OpiniónEconomía

Votantes y mercados: buenas noticias desde Bolivia

Marcos Falcone dice que lo único que hizo falta para que los inversores reaccionaran positivamente a la primera vuelta fue simplemente la salida del MAS del poder, a pesar de la incertidumbre que sigue existiendo sobre quién será realmente el presidente en Bolivia.

Marcos Falcone

Politólogo, Project Manager de Fundación Libertad de Argentina

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Ocurrió en Argentina y ahora está ocurriendo en Bolivia. En toda América Latina, expulsar a la izquierda del poder devuelve el optimismo a los mercados. El 17 de agosto, los bolivianos acudieron a las urnas y asestaron un golpe histórico al Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de izquierda que ha gobernado Bolivia durante 18 de los últimos 19 años. Apenas un día después de las elecciones, los precios de los bonos aumentaron un 5% y la puntuación del índice de riesgo país cayó un 20%, según JP Morgan. Esto confirmó la trayectoria alcista que habían mostrado los bonos, ya que este año ya habían subido más del 30%.

Rodrigo Paz, candidato centrista que obtuvo el 32% de los votos, y Jorge Quiroga, expresidente y candidato de derecha con un 27%, se enfrentarán en la segunda vuelta el 19 de octubre. Pero lo que realmente sorprendió a los observadores no fue solo que el candidato del MAS, Eduardo del Castillo, no llegara a la segunda vuelta, sino que apenas alcanzara el cuarto lugar con solo el 3% de los votos, justo el número de votos que necesitaban para que el partido sobreviviera. Otro candidato centrista, Samuel Doria, quedó en tercer lugar.

En este contexto, es comprensible que el actual presidente, Luis Arce, no se presentara a la reelección. Sabía de antemano que los votantes lo repudiarían. Solo el expresidente Evo Morales (2006-2020) tuvo el valor de intentar presentarse de nuevo, pero el Tribunal Constitucional le impidió postularse para un nuevo mandato. Morales inició el círculo vicioso que ha puesto de rodillas a la economía boliviana durante las últimas dos décadas, pero la mayoría de las consecuencias negativas del estatismo no se experimentaron hasta que dejó el cargo.

La actual crisis económica en Bolivia, que se ha ido acumulando a lo largo de los años, es solo otro ejemplo del tipo de gasto público cada vez mayor que continúa incluso cuando dejan de entrar ingresos. En primer lugar, el Estado boliviano nacionalizó los recursos naturales y, sobre todo, el gas, que abundaba. Luego, disfrutó de los altos precios del gas y gastó generosamente. Finalmente, cuando los precios del gas cayeron, el sistema explotó. Como no se recortó el gasto y el déficit se disparó, las reservas disminuyeron, apareció la inflación y se establecieron múltiples tipos de cambio. Bolivia siguió la misma trayectoria que ya se había visto en Venezuela con el petróleo y, en cierta medida, en Argentina con la soja.

Por fin, el público reaccionó. Pero la reacción boliviana parece más audaz que la de Argentina, donde la izquierda aún recibió el 44% de los votos en la segunda vuelta de 2023, o incluso que la de Venezuela, donde se cree que el dictador Maduro recibió alrededor de un tercio de los votos en las fraudulentas elecciones de 2024, según el recuento de la oposición. Al menos en toda América Latina es difícil encontrar precedentes de un partido que, tras haber dominado las elecciones durante casi 20 años, se haya hundido repentinamente hasta el 3%.

Los mercados sin duda acogen con satisfacción este resultado. La mejora de las expectativas ya está facilitando el acceso al crédito a las empresas bolivianas. También puede permitir una mayor inversión durante una futura administración posterior al MAS, siempre que esta pueda estabilizar la economía, defender el estado de derecho y respetar la propiedad privada. Las nacionalizaciones y los controles de capital han ahuyentado a los inversores en los últimos años, pero sin ellos será imposible que Bolivia prospere.

Se suele decir que a los mercados les gusta la certeza. Curiosamente, sin embargo, no se había previsto que el centrista Paz fuera ahora el favorito, ya que las encuestas sugerían que acabaría en tercer lugar. Esto significa que lo único que hizo falta para que los inversores reaccionaran positivamente a la primera vuelta fue simplemente la salida del MAS del poder, a pesar de la incertidumbre que sigue existiendo sobre quién será realmente el presidente. Los resultados legislativos también refuerzan el mensaje: el MAS, que antes dominaba el Senado boliviano, ahora no tendrá ningún senador. En la Cámara de Diputados, el MAS solo obtuvo el 15% de los escaños.

Nada de esto —las elecciones, el conocimiento de los dos candidatos restantes o la reacción de los votantes— significa que la crisis de Bolivia vaya a terminar pronto. Cualquier futuro gobierno necesitará el apoyo de la ciudadanía en lo que sin duda serán años difíciles de ajuste fiscal. Según el FMI, el déficit ha alcanzado recientemente el 10% del PIB. La inflación interanual es más alta que en Argentina, que aún se está recuperando de una hiperinflación cercana. Bolivia, que en su día fue exportadora de gas, gestionó tan mal este recurso que ahora lo importa.

¿Puede un presidente de derechas arreglar todo esto? ¿Puede sobrevivir un centrista? ¿Podrán finalmente llevar a cabo las reformas que Bolivia necesita? Estas son preguntas aún sin respuesta, cuyas respuestas también dependen de factores internacionales que escapan al control de cualquiera. Por el momento, los votantes y los mercados parecen estar alineados. Puede que esta no sea una condición suficiente, pero sin duda es necesaria.

Este artículo fue publicado originalmente en Foundation for Economic Education (Estados Unidos) el 28 de agosto de 2025.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Marcos Falcone

Politólogo, Project Manager de Fundación Libertad de Argentina

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