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Si todo sale bien según lo que todos esperamos después de un largo y empinado camino, este sábado participaremos del 12do. censo de población y el 6to. de vivienda. Posteriormente se harán operativos para medir la cobertura, se digitalizarán las respuestas, procesarán los resultados y se difundirán en agosto de este año.
A partir de ese momento surgirán otras discusiones, sobre las cuales quiero comparto algunas ideas.
El primero es el eventual escepticismo por los resultados que se observaría en distintos lugares del país, no sólo a nivel departamental, sino dentro de los municipios, incluso a nivel de barrios y zonas.
Esto se podría mitigar validando el censo con otras fuentes. Por ejemplo, actualmente existen portales que usan información satelital para estimar el tamaño de la población para áreas geográficas pequeñas.
Entre ellos están el proyecto WorldPop, el de la población cuadriculada en el mundo (GPW por sus iniciales en inglés), la capa de asentamiento global de la Comisión Europea, la información poblacional de Meta/Facebook y el portal Kontur, tal como lo lista el economista y cientista de datos Yohan Iddawela. Pienso que será crucial anticipar los resultados censales usando estos portales.
También será útil combinar o actualizar las estimaciones poblacionales usando métodos bayesianos. Sé que bayesiano suena técnico, pero lo desarrollaré como me lo ilustró mi amigo Rubén Aguilar.
¿Qué pasa si les cuento que vi un elefante en la calle? Pensarán inicialmente que estoy delirando. Pero si agrego información adicional, la situación podría cambiar. Si digo que había payasos y acróbatas, ustedes dirán que probablemente vi el desfile de un circo.
Esa es la esencia de la actualización bayesiana, que es útil para mejorar la estimación poblacional, buscar la consistencia y sobre todo la verdad.
También será crucial verificar la consistencia con los patrones observados de fertilidad, natalidad, mortalidad y aún de migración que se pueden extractar de registros administrativos y otras fuentes secundarias.
En otros países los censos no tienen la connotación que vimos acá estos años porque se tiene consciencia de que el censo es un operativo estadístico que da una estimación de la población, no la cantidad exacta de población. Por ejemplo, los cuestionarios se envían por correo o el conteo se hace por muestreo como en una encuesta.
Es más, frente a la dificultad de reclutar voluntarios para un operativo censal de hecho (como el nuestro) otros países optan por un censo de derecho que contrata encuestadores con más experiencia y puede durar varios meses. Sólo para citar un caso: entre este mes y junio se está realizando el censo 2024 en Chile con el uso de dispositivos móviles, en lugar de formularios de papel.
Volviendo a Bolivia, la eventual discusión se avivará por las implicaciones en términos de representación política y participación económica.
Respecto a la primera, comparto un criterio que mantengo desde el censo de 1992 cuando vivía entonces en mi natal Potosí. Como era de esperar, los resultados indicaron que se debía tener menos legisladores en favor los departamentos con mayor población. Varios coterráneos míos consideraban que menos representación parlamentaria restaba las posibilidades de acceder a recursos.
El problema es que el razonamiento es incorrecto: el desarrollo de una región no viene por el número de representantes. Su agrupamiento en bancadas hace que el efecto sea marginal. Es más, podría convertirse en un incentivo para aprobar malos proyectos. Por eso en Chile, los parlamentarios no pueden proponer proyectos para su región por disciplina y eficiencia fiscal.
Esto me lleva al siguiente punto de carácter económico. Si tomamos el formato actual de redistribución evidentemente la composición de la población es clave. Pero la discusión debe concentrarse en cómo distribuir correctamente los recursos públicos y su asignación balanceando generación de recursos con apoyo a población vulnerable.
El censo es sólo el inicio.
