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La institución presidencial en nuestras latitudes ha reforzado indudablemente el caudillismo, esa semideificación de los “hombres fuertes” en la política. Esta hiperconcentración de atribución de decisiones y de copamiento del ámbito público con una figura ocurre en detrimento del fortalecimiento de instituciones propias de un orden democrático republicano.
En el actual panorama electoral había expectativas sobre los/as vicepresidenciables, dado que en el pasado reciente el vicepresidente ha tenido un rol importante en tanto figura que complementa o compensa rasgos del presidente. Para ser más explícitos, se esperaba políticos que por profesión, identidad sociocultural, región y/o género mostraran un binomio con esos refuerzos que en la gestión resultaran con efectos sinérgicos. Las principales candidaturas presidenciales, empero, sorprendieron con personajes más bien poco conocidos y que se alejan del patrón recién señalado.
Con todo, aunque no era lo esperado, es posible pensar que esas decisiones tuvieron sus razones de peso, ahora que por la declinación del MAS otrora dominante y la gravedad de crisis. Y como son figuras con poca experiencia en la arena publica digamos que también hicieron sus chapuzas en sus primeras declaraciones. Así, de los más sonados el aspirante a vice, J. P. Velasco por Libre que encabeza Tuto Quiroga se refirió a lo “sexi” que debiera ser el ámbito estatal del país; o, la más reciente, de la aspirante Mariana Prado, quien acompaña a Andrónico Rodríguez sobre el “factor de poder” que sigue siendo el caudillo del Chapare, sin atender a las graves acusaciones que pesan sobre él. Otros, como el acompañante de fórmula de Manfred Reyes Villa o el del exministro Del Castillo siguen siendo desconocidos para mí, que suelo seguir la escena política.
En cambio, otros vicepresidenciables han mostrado aspectos interesantes, que quiero destacar. El caso de José Luis Lupo, acompañante de Samuel Doria Medina, de claras credenciales en el ámbito de las instituciones internacionales de financiamiento, pero que se podría pensar sin las destrezas para su rol como articulador que el cargo de presidente nato de la Asamblea Legislativa requiere. En sus múltiples entrevistas ha mostrado comprensión de la dimensión política que será necesario para viabilizar las medidas económicas y, me han recordado, sus cargos ministeriales previos en ámbitos políticos. El Cap. Edman Lara, acompañante de Rodrigo Paz, es uno de los aspirantes para el cargo que es muy bien visto, según una de las encuestas recién difundidas que abordan ese tema, la de Unitel: Considero que expresa la simpatía ciudadana con un expolicía que se ha jugado la carrera por denunciar la corrupción en su institución y la idea fuerza de trabajo en equipo.
Estos dos casos, además de los primeros nombrados, Velasco y Prado, pueden estar expresando la voluntad de las respectivas campañas de enviar mensajes que se apartan de lo más tradicional. El presentarlos como cogestores posibles de los presidenciables, puede manifestar una voluntad de modernización tecnológica y por ello antiburocrática; y en la otra una orientación de reconciliación ante la evidente fisura de tipo étnico cultural con protagonismo femenino.
Me doy cuenta de que mi orientación tiene el sesgo de afirmar lo positivo, pero creo que es importante ir afianzando un tipo de características distintas a los ciclos políticos precedentes, donde el presidencialismo aun en tiempos pluripartidarios ha conspirado para el sano equilibrio institucional, pues donde predomina ostensiblemente un poder sobre otros, el desarrollo democrático se ve afectado. Se avizora, hoy, un gobierno de coalición y ese será tanto más viable si se piensa en equipos de capacidades complementarias. Por ello, también, insistiré en intervenciones posteriores la idea de discutir el semipresidencialismo en Bolivia como forma de despersonalizar el poder.