OpiniónPolítica

Yo, tú, ella/él: Nosotros hacemos el Censo

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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Hoy, sábado 23 de marzo, cuando me lee posiblemente ya haya sido censado o lo será pronto —o, como muchos como yo: estará censando a otros.

Éste es un Censo sui géneris: atrasado dos años —el anterior también lo fue, y el que lo antecedió demoró 11; así fue siempre dilatado—, alimentado con la polémica generada por el mismo INE y el Ministerio tutor de que hasta inicios de 2022 “todo estaba preparado a tiempo” para hacerlo ese año y, menos de seis meses después, anunciaban que “nada estaba” porque lo querían demorar para que no pudieran aplicarse sus resultados en las elecciones de 2025…

Una picardía (término “light”) gubernamental rápidamente denunciada. Los por qué eran claros: si no había cierre de Censo hasta 2025, nunca se definirían cuántos seremos y la Asamblea Legislativa Plurinacional no podría sacar la ley que reordenaría la representación en la Cámara de Diputados —en Senadores, los cuatro por departamento (de por sí demasiados: con dos bastarían) no serían afectados porque no dependían de la población— ni, en consecuencia, las regiones más receptoras de migración —el departamento de Santa Cruz (los de Tarija y Beni algo menos) y la ciudad de El Alto— no se beneficiarían ni las eyectoras (sobre todo Potosí y Chuquisaca, Oruro también) se perjudicarían. (“Casualmente” Santa Cruz es el principal departamento opositor al masismo de cualquier signo y el de más grande crecimiento económico y poblacional, mientras que El Alto hoy oficialmente es arcista sin fidelidad y, como en Santa Cruz, es de población joven, urbana y cada vez más instruida: los que menos creen “los cuentos”). El otro gran tema en el que define el cuánto somos es el Pacto Fiscal… a más población, corresponderían más recursos; pero el Pacto Fiscal —a negociar la distribución para el Presupuesto General del Estado de 2026— ha sido tema tabú siempre para el masismo, no importa de cuál signo, porque perdería la cornucopia de la prebenda clientelar de la burocracia y el manejo discrecional —corrupto— de nuestros recursos.

Claro que hay otros temas, hilando fino: Uno de ellos es que desde el de 2012 se cayó el mito “plurinacional” de las “36 naciones indígenas” (indianismo embuchado en la Constitución “del cuartel” por los asesores marxistas-estalinistas del CEPS español) por dos razones: porque los autoidentificados indígenas —por autoadscripción de etnia o por lenguaje principal autorreconocido— no llegaron al 42% y porque seis o siete de las “36 naciones indígenas” no tuvieron ninguna adscripción (y la mayoría del resto, estuvieron entre 100 y 1.000 autorregistrados); la exclusión de la categoría “mestizo” había salido de las boletas desde el Censo de Urriolagoitia (1950) y, a pesar de los reclamos públicos, no fue incluida en el de 2012 ni éste de 2024 porque afectaría la alícuota de población indígena, con lo que la mayoría de los censados esos año nos quedamos en una categoría “abstracta”: la de no-indígena. Otro es que Bolivia dejó de ser rural hace muchos años y hoy es —abrumadoramente— urbana (que, además, es el lugar del pleno mestizaje en cualquier cultura).

Muy dificultosa fue la discusión para no retrasar los resultados del Censo tras 2025 y muy “movida” en argumentos y en decibeles —que de todo hubo, mediatizados los más—: reuniones, discusiones, insultos, paros, bloqueos, huelgas de hambre. El paro de 36 días en Santa Cruz fue un recurso extremo, altamente simbólico pero mucho más hormonal —improvisado— que estratégico porque no logró el apoyo efectivo de la Sociedad Civil organizada del resto del país y, en resultados, sólo confirmó lo que semanas antes había conseguido el Comité Interinstitucional —académico y profesionalmente técnico más que político. Queda para el recuento futuro cuánto de sacrificio les fueron los 36 días de sacrificio para la mayoritaria población sin ingresos fijos ni recursos y cuán fácil es socavar la economía cruceña —productiva, agropecuaria y exportadora.

Al fin llega el Censo y —a pesar de susceptibilidades que generaron malentendidos por medio, lógicas con todo lo que antecedió— ahora toca, como escribió Pablo Mendieta (“Y después del censo, ¿qué?”, El Deber, 21/03) también meditar y prepararnos porque el censo es sólo el inicio

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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