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En la mañana del lunes 11 de marzo se reunieron en Santa Cruz expresidentes y animadores del “Grupo de Puebla”, entre ellos los exmandatarios José Luis Rodríguez Zapatero (Gobierno español), Alberto Fernández (Argentina) y Ernesto Samper (Colombia).
Lo resaltante no fue el tema de ese encuentro –una Nueva Arquitectura Financiera Regional– sino la comedida intención de algunos de esos participantes por intervenir en la trifulca entre Luis Arce y Evo Morales. Se trató, en síntesis, de poner orden en una organización, el MAS, de la que con todo derecho se sienten tutores y padrinos
El expresidente colombiano declaró: “Yo creo que es absurdo y no creo que en este momento sea bueno recurrir a medidas de carácter legal o artificios legales para impedir que una persona de tanta importancia (Evo Morales) que le da tanto a Bolivia sea, la palabra sola duele, proscrita del sistema democrático boliviano”. La alusión al presidente Arce es clara y directa. Independientemente de que esa opinión tenga o no sustento, es una clara injerencia en los asuntos internos de Bolivia. Sin embargo, el Gobierno de nuestro país no respondió ni con una mímica de digno enojo.
Samper fue torpe en sus declaraciones, más fino y refinado se mostró José Luis Rodríguez Zapatero, pero no por ello menos injerencista. En entrevista televisiva con Claudia Benavente, directora de La Razón, en el programa “Piedra, papel y tinta”, no incurre en la impericia de hacer pública su intención de dirimir los conflictos internos al MAS. Seguramente, a esas alturas, era evidente el fiasco de esa “buena intención” al cerrarse a esa intermediación los personajes en conflicto. Benavente tampoco le pregunta nada claro al respecto. Su primera pregunta se refiere a si el momento es adecuado para aplicar las conclusiones del encuentro o si ello quedaría en palabras, en “promesas de amor”. ¿Podría interpretarse ello como una alusión a la disputa doméstica Arce-Morales?
Zapatero no resiste la tentación dar lecciones a los bolivianos sobre la manera correcta de hacer política. El mundo debe prepararse para la próxima Cumbre de Naciones Unidas que tiene como agenda “reconstruir el orden internacional”. El papel de Latinoamérica –continente “joven”, de “países jóvenes”–, para ser exitoso, debe seguir una agenda. Y es ahí que las niñadas de Luis y Evo entorpece y molesta la planificación europea.
Para Zapatero, el modelo europeo es el modelo civilizatorio que debe guiar en estos tiempos a la humanidad. España se presenta como la “puerta de entrada” a Latinoamérica. En ello no contradice el orden mundial, según el cual cada expotencia colonial facilita el acceso de sus socios en sus excolonias. Graficando la geopolítica actual tenemos un Norte cada vez más fuerte, aunque reducido geográficamente, y un Sur extenso y de empoderamiento acelerado. Política, cultural e ideológicamente Asia y África son proyectos distintos al europeo. El único continente “esperanzador” es Latinoamérica, pues cultural y étnicamente tenemos fuerte arraigo con el modelo europeo.
Esto último es cierto, pero lo que para Europa (y particularmente España) es una primacía, puede fácilmente convertirse en una desventaja. La afinidad, si es correctamente cultivada, implica respeto mutuo. Europa parece tratar a los gobernantes de Latinoamérica como estos tratan a sus poblaciones indígenas: desprecio disfrazado de deferencia, subestimación enmascarada de enaltecimiento. No es, sin embargo, una conducta general: el Reino Unido no puede tratar a su excolonia, los Estados Unidos de esa manera.
Incidentemente, Zapatero señala su visión del indígena en el continente: no es en un proyecto específico, solo sirve para volver más atrayentes y lícitas a las “jóvenes” naciones latinoamericanas.
El enfado europeo es comprensible: ¿Qué pasa con un continente que no reacciona como debería ser ante la guerra Ucrania-Rusia? ¡Y encima de ello, ahora se pelean entre ellos como infantes! ¡Hombre, que así ponen en riesgo nuestra planificación y nuestros intereses!
Los portavoces de un país imbuido en problemas internos dolorosos al haber fracasado en hacer efectivo y funcional un Estado nación; que es fuente y origen de males institucionales que no hemos sabido superar (“La ley se acata, pero no se cumple”, por ejemplo), inmerso permanentemente en escándalos de denuncias de corrupción estatal, debieran ser más modestos y comedidos. Pero… es la puerta de entrada y nuestros gobernantes y líderes aceptan gentilmente ese rol de objeto.
He aquí uno de los elementos claves: a uno lo tratan como tolera ser tratado. Triste que expresidentes de países del continente sean comparsas de la programación extracontinental. Más lamentable que nuestros gobernantes no sepan reaccionar como es necesario y cuando es oportuno.