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En 1957, Jorge Luis Borges publicó su “Manual de zoología fantástica”, más adelante reeditado y ampliado como “El libro de los seres imaginarios”. Allí comentaba magistralmente las faunas nacidas de la producción mitológica, desde el Minotauro al Kraken, pasando por las quimeras, las criaturas soñadas por Franz Kafka y C.S. Lewis, el unicornio o la anfisbena.
En ese modo, pero seguramente con menor fortuna literaria, podemos pensar como “animales políticos” a las entidades creadas o reinventadas por el laboratorio del Foro de Sao Paulo, la alianza conformada en los ’90 para suplir la crisis del financiamiento soviético a partidos de la región, y para reorientar estrategias hacia la deconstrucción “desde adentro” de las democracias.
La lista de esta otra “zoología fantástica” podría incluir a:
- Narcoestados dinásticos. Con hábitat en el mar Caribe y en Centroamérica, empezaron utilizando el narcotráfico como “arma antiimperialista” y en algún momento lo instrumental se convirtió en estructural, como un rasgo definitorio de sus sistemas. Concentran todo el poder en grupos familiares y aspiran a perpetuarse políticamente a través de sus descendencias.
- Narcoestado fascista-comunista. Vive en Sudamérica, en un territorio que va desde las costas caribeñas hasta el norte amazónico. Conducido por oradores brutales, de estilo mussoliniano, ensambla tecnologías de control político de ambos totalitarismos, para amparar los hipernegociados de sus cárteles.
- Narcoestado bicéfalo. Se le encuentra en el corazón de América del Sur, donde suele camuflarse bajo la piel de cordero del indigenismo. Este extraño animal político, antes monocéfalo, ha desarrollado en los últimos años dos cabezas enfrentadas entre sí. Una de ellas se ha rebelado (un poco pero no tanto) contra la otra, antes única.
- Narcoestado cantinflesco. Habita el extremo norte de América Latina, donde (des)controla la frontera hacia el “imperio”, válvula de paso tanto de narcóticos como de grandes contingentes migratorios (a veces usados como “arma demográfica”). Su titular tiene un discurso folclórico y absurdo, y recientemente se denunció el financiamiento de un cártel a una de sus campañas electorales.
En los dos territorios más grandes de Sudamérica, el laboratorio febril no instaló propiamente narcoestados, sino corruptarquías, algo más democráticas pero con importantes narcoenclaves regionales (el ex canciller brasileño Ernesto Araújo habla de “dictaduras del corruptariado”). En uno de ellos, las fuerzas del Foro acaban de replegarse a bastiones locales, en espera de un mejor momento para el contraataque.