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Por Marcelo Duclos1
Antes que nada, vale reiterar que siempre, siempre, siempre, el único responsable de un proceso inflacionario es el gobierno y el uso de su monopolio monetario. Aunque el kirchnerismo argentino insista con la responsabilidad de los “formadores de precios” del sector privado, cuando todos los bienes y servicios de la economía tienden al alza, el único culpable es el ente emisor de la moneda que está siendo impuesta coercitivamente a la población. Haciendo esta salvedad, en medio de los procesos inflacionarios, los agentes privados sí pueden contribuir a la desinformación y al perjuicio de las personas por diversas cuestiones. La campaña del supermercado Carrefour de “Precios corajudos” es un claro ejemplo de esto.
Hace poco más de dos años, con la melodía épica de When Johnny comes marching home, la cadena de supermercados lanzó una campaña de congelamiento de precios que, en cierta manera, avalaba la falsa tesis inflacionaria del gobierno. Como si dependiera de una cuestión voluntarista, la empresa prometía a sus clientes que no incrementaría el valor de una serie de productos por un tiempo determinado, pase lo que pase.
Claro que una empresa privada no tiene la obligación de educar a la ciudadanía, pero, en momentos donde se insiste con la “responsabilidad empresaria”, cabe la reflexión sobre lo poco ético de una publicidad que aporta a la confusión generalizada en materia económica. Carrefour tiene todo el derecho del mundo a plantear la estrategia comercial que considere adecuada y de realizar las campañas publicitarias que les venga en ganas. Pero referirse al drama de la suba de precios, que complica a los argentinos que menos recursos tienen, como un problema que puede ser combatido de forma voluntarista y con esfuerzo, con música de marcha militar de fondo, en mi opinión es cuestionable.
Por estas horas, en medio de una nueva escalada del dólar (con su lógico impacto inflacionario y de la mano de una emisión de pesos descontrolada), más que nunca hay que insistir en mínimos conceptos económicos, para que los argentinos dejen de buscar soluciones mágicas en las urnas. Los precios estables no vienen de la mano del esfuerzo ni del voluntarismo. Son el resultado de la libertad absoluta de fijarlos, en un marco de la libre competencia, en un contexto de moneda sana y libertad monetaria para elegir los activos. La campaña de Carrefour, que vincula sus precios a algo rígido, es todo lo contrario a lo que debe ser la discusión de ideas en el país.
Como dijimos, todas estas conclusiones deben darse en el ámbito de discusión de ideas. La empresa es libre de fijar su campaña publicitaria, que en mi opinión es desinformativa y contribuye a la confusión general, y yo debo tener la misma libertad para repudiarla enérgicamente. Vale hacer esta aclaración, ya que, en un país de costumbres estatistas y autoritarias, no faltan los fascistas que proponen prohibir y multar en nombre de los supuestos intereses del pueblo.
Igualmente, los locales de Carrefour ya están sufriendo el karma de su bochornosa campaña publicitaria. Las fotos del artículo fueron tomadas ayer en el local de Viamonte y Pasteur donde las góndolas vacías recuerdan el drama venezolano reciente. A pesar de todo, la puerta del comercio exhibe el cartel nefasto de los “Precios corajudos”. Adentro hay faltantes de todo tipo y muchos de los productos que se encuentran disponibles son de solamente una o dos marcas. Si cambiamos los pesos devaluados de los clientes por cartillas de racionamiento, el escenario es el del socialismo puro y duro.
Claro que no hay que amenazar ni multar a la empresa con la nefasta y contraproducente “ley de abastecimiento”, como más de un kirchnerista o izquierdista desearía. Alcanza con explicar el fenómeno que generó esta reiterada problemática y tratar de aportar en la concientización para que la situación se revierta y no se repita.