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El avance de la globalización

Manuel Sánchez González dice que si bien se habla mucho acerca de la “desglobalización”, esta no parece estar respaldada en los datos y parece que la globalización continúe, aunque con nuevas configuraciones.

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Por Manuel Sánchez González1

En fechas recientes, algunos comentaristas han revivido la idea de que la globalización, entendida como la interdependencia de los países en el intercambio de bienes y servicios, va en retirada.

Ese tipo de reacción suele aflorar a raíz de las crisis económicas y refleja cierto escepticismo sobre las bondades de la globalización. La integración económica ha contribuido a elevar el nivel de vida de la población y a superar la pobreza de cientos de millones de personas en el mundo.

A pesar de ello, es común que se le atribuyan múltiples limitaciones, algunas de las cuales carecen de fundamento. El señalamiento más reciente ha apuntado a las disrupciones en las cadenas globales de suministro, asociadas a la pandemia del COVID-19, como debilidad de la globalización.

Las advertencias sobre el agotamiento de la globalización se han manifestado, principalmente, en tres formas. Al menos hasta ahora, éstas no parecen respaldarse con los datos.

La primera asevera que el mundo se encuentra en un proceso de “desglobalización”, es decir, dentro de una tendencia de contracción de los flujos económicos internacionales. El indicador más socorrido es la razón del comercio de mercancías al PIB mundial, la cual ha registrado una disminución desde 2008.

No obstante, ese descenso ha sido moderado y la proporción referida se mantiene en niveles históricamente altos. Además, en gran medida, tal evolución ha reflejado la disminución en el precio relativo de las mercancías comercializadas. Expresada en términos reales, esa razón exhibe un crecimiento.

Asimismo, el volumen absoluto de comercio de mercancías ha continuado aumentando. En particular, desde la segunda mitad de 2020, se ha recuperado de forma notable hasta alcanzar niveles muy superiores a los prevalecientes antes de la pandemia.

Este repunte obedeció al abrupto incremento de la demanda de bienes, impulsada por las políticas fiscales y monetarias expansivas, principalmente, de los países desarrollados. La respuesta de la oferta confirma que las cadenas de suministro funcionaron razonablemente bien. La aparición de insuficiencias y “cuellos de botella” en algunos sectores solo revela que el comercio mundial habría sido todavía más vigoroso sin esas restricciones.

Por otra parte, el intercambio de mercancías es un indicador parcial de integración. A medida que las economías se modernizan, aumenta la importancia relativa de los servicios respecto de las manufacturas. De forma congruente, la razón del comercio de servicios al PIB global ha experimentado un significativo aumento. Por ejemplo, el volumen de importaciones de servicios de computación y comunicaciones ha crecido exponencialmente.

Una segunda percepción, propiciada por el surgimiento de políticas económicas nacionalistas, en especial, las del expresidente Trump en EE.UU., apunta a un regreso de las inversiones extranjeras al país de origen. Si bien la guerra comercial de esa nación con China ralentizó temporalmente el intercambio bilateral, con consecuencias adversas sobre la producción industrial mundial, no hay evidencia de una relocalización significativa de plantas. Al contrario, las empresas estadounidenses han continuado ampliando sus operaciones en el país asiático.

Una tercera opinión identifica una tendencia hacia una mayor regionalización del comercio. Esta postura potencialmente desafía el supuesto central de la globalización basado en la provisión de bienes y servicios al menor costo, a favor de la cercanía geográfica.

Tal enfoque ha ganado popularidad durante el presente siglo en su caracterización conocida como “nearshoring”, la cual incluye, entre sus posibles ventajas, el costo de envío y el tiempo de entrega menores, el huso horario similar y un idioma compartido. Más recientemente, sus proponentes la han impulsado como una manera de reducir el riesgo de falta de productos provenientes de proveedores eficientes, pero lejanos.

Sin demeritar este enfoque, no existe evidencia que apunte a una mayor regionalización del comercio. De hecho, algunos indicadores sugieren que las transacciones internacionales se han extendido a distancias cada vez mayores.

En el caso de México, tampoco es claro que el “nearshoring”, por sí mismo, haya jugado un papel dominante en años recientes. Si ha ocurrido, su posible influencia no ha sido uniforme. Por ejemplo, después de una tendencia al alza hasta 2019, la participación de México en las importaciones no petroleras estadunidenses ha ido a la baja.

En resumen, la globalización está viva y no parece estar cerca de extinguirse. Considerando sus enormes beneficios, lo más probable es que el intercambio mundial de bienes y servicios siga acrecentándose, con nuevas configuraciones.


1es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (Fondo de Cultura Económica, 2006).

*Este artículo fue publicado en elcato.org el 07 de septiembre de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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