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Lo bueno, malo y feo de 2021

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Pasó tan rápido que no nos dimos cuenta. 

Así fue 2021, que presumíamos iba a ser el año de la recuperación de la pandemia. Sin embargo, no lo fue a pesar de los buenos deseos y acciones de todos en ese sentido. 

Así que tenemos una colección de buenas y malas noticias, de los cuales repaso sólo algunas más cercanas a mi ámbito profesional.

La mala, el virus sigue en nuestro medio y las mutaciones alarman cada vez más al mundo; la buena, el esquema de vacunación ha reducido la mortalidad y estamos reanudando las actividades cotidianas a pesar del virus.

La buena es que la cantidad de empleo se ha más que recuperado desde antes de la pandemia en ámbito urbano; mientras que la mala, los salarios promedio son más de 15% más bajos que antes de la crisis, con una caída más aguda en el sector informal.

La buena, es probable que el crecimiento global del país este año que finaliza sea mayor a 6% por el comportamiento de minerales e hidrocarburos; pero la mala es que todavía estamos por debajo de 2019, por la caída de casi 9% en 2020.

En lo social, la encuesta de hogares 2021 indicará qué ha pasado con la pobreza, pero recién la conoceremos en unos meses. Una aproximación mediante la encuesta de empleo indica que las personas que ganan menos de Bs900 (el umbral de pobreza en el área urbana) ha aumentado en casi 85 mil personas entre fines del año pasado y mediados del presente en las ciudades del país, llegando casi al medio millón.

Un aspecto extremadamente feo que ha marcado el año es el aumento de la polarización en el país y de la falta notoria de diálogo. Estamos divididos, enfrentados y sin puentes de cercanía.

En medio de este panorama ambivalente, ¿tenemos algo que celebrar este fin de año?

Por supuesto. Más allá de la pena que nos trajo 2021 en términos de fallecidos, enfermos, desempleo y enfrentamiento, debemos celebrar la alegría de estar con nuestros seres queridos. 

Hasta la pandemia habíamos valorado más los regalos y las celebraciones que la amistad y el contacto físico. Hoy valoramos más las presencias y extrañamos las ausencias.

Es hora de que nos percatemos que más allá de lo que pensemos, creamos o profesemos, somos seres humanos con todas las potencialidades y limitaciones implícitas. Creo que se puede superar la división comprendiendo las diferencias y construyendo puentes.

Esta fragilidad característica de nuestra humanidad nos duele y conmueve. ¡Cómo quisiéramos que la vida esté exenta de dificultades y dolores, en especial de aquellos a quienes más amamos!

Sufro de veras con amigos, parientes y aún desconocidos que están pasando por momentos malos en términos de salud, de pérdidas familiares repentinas, de estrechez económica, de injusticia judicial y de una sensación de desesperanza.

Hace unos días celebré un año más de vida. Y me alegré de que en los saludos virtuales tenía amigos de dentro y fuera de Bolivia, del occidente y del oriente del país, de todas las visiones ideológicas y cada uno en diferentes etapas de la vida. 

Y no soy la excepción, pues tengo varios amigos que prefieren ganar más amigos que sólo triunfar con argumentos.

Finalmente, debemos acordarnos de que, quienes nos adherimos al cristianismo en sus diversas visiones, la celebración trata del infinito hecho finito, del ilimitado hecho ser humano, del eterno hecho mortal. Y eso ocurrió simplemente por amor del ser todopoderoso para hacerse igual a nosotros y tener la peor muerte y castigo por todos los seres humanos sin excepción.

Pero en este transitar, el humilde Jesús triunfó sobre la muerte; y nos regala la vida eterna si tan solo le aceptamos en nuestros corazones.

Espero que el motivo sincero de celebración sea que tenemos una vía de salida y de escape, sino de esperanza y consuelo en el hijo del carpintero, que fue sacrificado por amor sin necesidad de tener que hacerlo.

Sea que usted coincida o difiera con estas últimas aserciones de fe, le deseo un momento grato con sus familiares y amigos en estas fiestas de fin de año. 

¡Qué Dios le bendiga!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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