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Por Macario Schettino1
Con el alud de información que tenemos en México, voltear a ver al resto del mundo se nos dificulta. En realidad, los mexicanos no hacen mucho caso de lo que ocurre afuera. Si acaso atendemos algo de EE.UU., porque es nuestro gran mercado y porque tenemos millones de parientes por allá, pero lo hacemos de manera muy superficial.
El momento mundial actual es muy particular. Creo que habría que retroceder un siglo para encontrarse con algo parecido. Intentaré describirlo en pocos renglones, ojalá lo logre.
Primero, hay una transformación en los principales centros de poder en el mundo. La Unión Europea está sufriendo una crisis profunda, resultado de la escisión de Reino Unido, las malas decisiones energéticas internas y el derrumbe del centro político. Los tres procesos tienen ya una década, no son asuntos recientes, pero han alcanzado un momento crítico debido a la combinación de la pandemia y la invasión rusa a Ucrania. La primera desequilibró la producción (y las finanzas públicas) por casi dos años, y la segunda evidenció la debilidad energética. Los datos indican que Alemania ha entrado ya en recesión, y muy probablemente arrastrará al resto de la unión en las próximas semanas. Con un invierno crudo, como se espera, el tema energético será aún más difícil de procesar.
Rusia demostró que su peso es muy inferior al que se le asignaba. No da para poder global, aunque siga contando con arsenal nuclear, e incluso su posición como poder regional está en duda. Peor aún cuando Irán sufre una rebelión popular, que le abre todavía más espacio a Turquía, adversario tradicional de Rusia en el Cáucaso, Medio Oriente e incluso en los Balcanes.
China me parece que ha llegado al fin de su ciclo de crecimiento. Por un lado, el modelo de crecimiento mediante inversión (seguido antes por Japón y Corea) tiene el riesgo de convertirse en una crisis inmobiliaria, y ésa ya estalló desde hace un año, y por otro la dinámica demográfica juega en su contra. China ya pierde población, especialmente en edad de trabajar. Pero el tema más importante es el giro que, debido a esas dos razones, impulsa Xi Jinping: el regreso al nacionalismo marxista, incompatible con la existencia de poderes económicos autónomos. Por eso el creciente control sobre las “empresas chinas”, que no tendrá otro resultado que estancamiento.
Tan sólo EE.UU. parecería mantenerse, si bien con el grave conflicto interno que vive desde el ascenso de Trump. Pero más allá de cuestiones políticas, la nueva orientación económica del país vecino parece clara: menos globalización, más Norteamérica. Ya si nosotros no entendemos, es otro problema.
Puesto que buena parte de los fenómenos descritos tiene que ver con el poder político, uno podría pensar que se trata de una coincidencia, pero no es así. Es el fin de un periodo muy especial de la historia en el que el futuro siempre tenía una cara optimista: más población, más crecimiento, más derechos. No todo se lograba, pero el avance era innegable. Ya no más.
Para las próximas décadas, el capital existirá en exceso, y la mano de obra empezará a escasear. Eso puede sonar bonito a algunos, que supondrán que esa escasez podría implicar mejores salarios, pero más bien puede resultar en mercados más pequeños. El exceso de fondos disponibles puede incluso provocar una reacción de los gobiernos para limitar el flujo de capitales. Nos encerraríamos en bloques de naciones.
No vaya usted a imaginar ninguna catástrofe, sino sólo algo diferente de lo conocido. Sin duda la transición no será sencilla, y para países que no la entiendan, sí puede resultar costosa. En cualquier caso, prepárese para vivir de manera diferente a la que conocía.
1es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
*Este artículo fue publicado en elcato.org el 14 de octubre de 2022