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El actual modelo económico es patético, caduco e insostenible. Como bien lo expresaba Arce Catacora en sus tremebundas exposiciones del “modelo económico social productivo y comunitario”, todo se basa en el sector generador de excedentes, el sector generador de empleo y el rol del Estado para redistribuir los recursos de la economía.
Afirmo que el modelo es insostenible porque se basa en los sectores generadores de excedentes, mismos que generan los recursos a ser redistribuidos por el Estado para sectores sociales y a los sectores generadores de empleo. El quid de la cuestión es que los sectores generadores de excedentes son sectores cuyo horizonte de inversión es de largo plazo, por lo que hoy en día no existen las condiciones para que generen los recursos que deberían generarse, si hoy hay ministerios pidiendo no usar gas natural para generar energía, luego le pedirán los mismo a las empresas y luego a las familias. ¿De dónde vendría entonces la plata que el Estado tendrá que distribuir por los enormes y costosos compromisos políticos? Hay tres posibles formas de financiamiento: subir aún más los impuestos, emitir papel moneda (afectando el tipo de cambio y generando la inflación) o endeudarse (en cuyo caso, si no se adquieren los fondos fiscales necesarios para pagar, se tendrá que subir impuestos o generar inflación, pero en el futuro).
Así las cosas, el modelo es insostenible.
Por otro lado, afirmo que el modelo es caduco porque el modelo de industrialización por sustitución de importaciones tiene como principal referencia histórica a las recetas fracasadas de mediados del siglo XX en buena parte de América del Sur (las que provocaron que Argentina esté en el fiasco económico en el que se encuentra), pero lo tragicómico es que el origen data por lo menos de una vieja práctica realizada por gente amiga de los gobernantes del siglo XVII en Europa que -al igual que hoy- los ‘empresarios’ transaban favores económicos a cambio de concesiones por parte de los gobernantes. Pero sin ir a la generación de riqueza, veamos la efectividad de reducción de la pobreza: según datos del INE, el modelo revolucionario no puede reducir significativamente la pobreza desde 2013 y el salario medio real de los trabajadores es inferior a marzo de 2004, logrando que sean 2 décadas perdidas para los trabajadores. Ojo, el salario mínimo no es un indicador de efectividad, es una medida (polémica y hasta contraproducente) de política laboral.
Por lo tanto, el modelo es caduco. No sirve.
Y es patético porque dados todos los argumentos y evidencias expuestas, se devela que, en realidad, el Movimiento al Socialismo no tiene programa económico, no tiene proyecto, plan ni visión de desarrollo de país. Todo el plan económico se resume en una serie de improvisaciones basadas en un discurso vacío, cuyo máxime irrisorio ha sido terminar hincado y rogando por recursos fiscales nada más que al odiado Fondo Monetario Internacional, además de otras señales preocupantes como que la reducción que la rentabilidad de las AFPs están por niveles miserables (debido a las imposiciones gubernamentales del entonces ministro Arce Catacora) y que la “reserva moral del planeta” y “representante máximo del indigenismo” destruye ecosistemas y agrede constantemente a los indígenas.
Patético.
Para terminar, no queda más que recordar que, para la organización que gobierna el país, todo (desde la vida hasta la economía) queda supeditado al espectro de la lucha encarnizada por el poder y, como se logró evidenciar, no les interesa la vida, la paz, el desarrollo ni eliminar la pobreza.
¿Qué límite real tiene el Movimiento al Socialismo como proyecto de poder? Si hasta tuvieron que pactar con sus máximos enemigos para obtener un poco de recursos fiscales. El único límite posible podría ser la movilización en las calles y la observancia constante de la comunidad internacional.
La movilización en las calles es terriblemente costosa para la población, por lo que los líderes políticos y de opinión pública no pueden defraudar a la población en el momento histórico más delicado. Si no van a estar a la altura de las circunstancias, es mejor retirarse y apoyar desde donde se pueda.
Por el lado de la comunidad internacional, cabe reconocer que no hay atisbo alguno de encontrar justicia imparcial en el país (lo que es tan determinante como los datos para todo modelo económico en el siglo XXI); desde el fraude de 2019, la interpretación del absurdo que representa el “derecho humano a la reelección” y las elecciones de 2020, demostraron que la única justicia existente es la proveniente de los organismos internacionales, la alternativa es la correlación de fuerzas, mecanismo que sin rubor el partido de gobierno promueve constantemente.
Así las cosas, con un modelo de las magnitudes descritas, ¿qué hacer? El primer paso es reconocer a lo que no enfrentamos, lo bueno es que en términos programáticos y de propuesta económica, nos enfrentamos a un modelo patético, caduco e insostenible.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo