Escucha la noticia
Si uno se fija en los indicadores macroeconómicos del Estado boliviano, sin necesidad de ser ningún experto en la materia, se dará cuenta de que el panorama no es para nada alentador. El relato de la “reactivación económica” viene siendo solamente eso; un relato que no sabemos hasta cuándo más podrá aguantar.
La deuda interna y externa llevan aumentando exponencialmente desde los tiempos de Evo Morales, mientras la economía formal continúa sin despegar. El Gobierno se esfuerza en demostrar que ha habido crecimiento, cuando su punto de comparación no es el estado macroeconómico pre-confinamiento, sino luego de la gran recesión mundial causada por la pandemia de covid-19. Entonces, lo que muestran los números no es crecimiento —como quieren llamarlo—, sino un mero efecto rebote causado por la desescalada de las medidas de aislamiento.
Mientras tanto, el sector informal y el contrabando crecen en Bolivia; es decir, aumentan los no-contribuyentes en la economía o, peor aun, compiten con los contribuyentes, mermando así también la capacidad de aporte fiscal de estos últimos. ¿Se necesita recaudar más? Pues entonces, el Presidente Arce debería trabajar urgentemente en la formalización de la economía, reduciendo impuestos de manera razonable para, paralelamente, aumentar el universo de contribuyentes. Debería, también, combatir la competencia desleal generada por el contrabando para asegurar la supervivencia del sector formal y contribuyente al Estado.
Asimismo, Bolivia vive en estos momentos la crónica de la muerte anunciada del sector gasífero. Pronto pasaremos de país productor y exportador a tener que pagar multas por incumplimiento de contratos con los países vecinos. Así es, el gas, cuyos frutos han sido la principal fuente de ingreso de divisas al país durante los últimos veinte años, dejará un vacío insostenible en una economía formal tan sofocada y poco diversificada. ¿Será hora de cambiar de rumbo energético?
En ese mismo marco, surgen cuestiones acerca de la continuidad de políticas tan nocivas para la economía estatal, como p. Ej. la subvención de los hidrocarburos o el constante crecimiento del aparato estatal. Seguramente que, en el gabinete del
Presidente Arce, están rompiéndose las cabezas para encontrar salidas dentro de sus cuatro paredes dogmáticas. Es una pena para ellos que, dada la situación actual, no les quede mucho margen ideológico de acción. Pero no se preocupen, porque las ciencias económicas indudablemente les darán respuestas prácticas y eficientes.
En el peor de los casos, sin embargo, el Gobierno continuará apostando a la aprobación leyes de control financiero —necesarias en su fondo, pero no en su forma— con la esperanza de aumentar sus recaudaciones. Seguirá a la espera de que el narcotráfico ingrese divisas que, a pesar de ser informales, aumentan la capacidad adquisitiva y, por consiguiente, la demanda en el mercado, aportando indirectamente en mayor o menor medida a las arcas del Estado. Y, más mediocre aun, percibirá créditos internacionales con tasas de interés elevadísimas, pese a haber devuelto un préstamo del FMI en condiciones muy favorables, con sus intereses respectivos, por haber sido solicitado por el gobierno de transición.
Queda, entonces, un final abierto para los ciudadanos bolivianos: ¿Entenderá el Gobierno de Arce que, debido al contexto económico actual, no le queda alternativa más que tomar medidas pragmáticas “desideologizadas” por el bien de su administración y, principalmente, del pueblo boliviano? O ¿Seguirá apostando por lo que viene haciendo hasta ahora, con mucha resistencia civil y sin efectos considerables para la economía estatal?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo