InternacionalOpinión

América Latina ante los BRICS

¿Qué conclusiones pueden extraerse tras la reciente cumbre anual de los BRICS, celebrada en Rusia, y qué implicaciones tiene la evolución de este grupo para América Latina?

Escucha la noticia

Por: Miguel Ángel Martínez Meucci1

En la ciudad rusa de Kazán tuvo lugar la cumbre anual de los BRICS entre el 22 y 24 de octubre. Se trata de la primera reunión del grupo desde que se aprobaron las grandes ampliaciones del presente año. Aconteció en territorio de la gran nación euroasiática cuando ésta todavía se mantiene en guerra con Ucrania, ocupando una buena parte de su territorio. La mayoría de los países allí reunidos están regidos por gobiernos autoritarios. Es un detalle no menor en un momento en el que la democracia experimenta un retroceso global. ¿Qué implicaciones tiene todo lo anterior para una región como América Latina?

Lógica geopolítica

En 2009 cuatro grandes estados nacionales tomaron la decisión de crear un grupo de países con intereses comunes. Se trataba de Brasil, Rusia, India y China, y un año después se sumó Sudáfrica; de ahí el acrónimo BRICS. Tres de estos estados están enclavados en la gran isla euroasiática. Mientras que el cuarto ocupa la mitad de Sudamérica y el quinto despunta al sur del África.

No siempre han existido fuertes lazos de amistad entre ellos. De hecho, entre algunos se registran rivalidades de larga data, mientras otros apenas llevan pocas décadas de intercambios. Tampoco mantienen fuertes vínculos culturales, lo cual deriva de sus distintos sistemas de creencias. En cada uno de estos países predominan credos diferentes: cristianismo ortodoxo en Rusia; cristianismo católico y protestante en Brasil; hinduismo en la India; una combinación de budismo, taoísmo y otras religiones en China, y el cristianismo protestante en Sudáfrica.

¿Cuáles fueron, entonces, las motivaciones que los han llevado a conformar un nuevo grupo multinacional? Todas fueron de orden eminentemente geopolítico. Comparten características en medio de sus enormes diferencias. Como su condición de Estados nacionales voluminosos, en control de extensos territorios. También un pasado imperial que de alguna manera sigue marcando la autopercepción de sus respectivos roles en el plano internacional. Y la voluntad manifiesta de jugar un papel más determinante en el concierto de las naciones.

Dos de ellos —China y Rusia— son autocracias que ocupan un puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Las otras tres son democracias que, no obstante, vienen registrando retrocesos preocupantes en su calidad democrática. Pero los gobiernos de estos cinco países están decididos a cooperar para incrementar su influencia internacional en un mundo aún dominado por una visión occidental que encabezan los Estados Unidos. Y sus socios globales, entre los que destacan la Unión Europea, Japón, Australia, Taiwán y Corea del Sur.

Ampliación global de los BRICS

Esta voluntad contra-hegemónica y antioccidental es cada vez más atractiva para otros países. El 2024 se ha convertido en el año de la primera gran ampliación de los BRICS. En enero se sumaron como miembros de pleno derecho varios Estados: Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos. Todos ellos muy poblados o económicamente relevantes y en los que el Islam es la religión predominante, o bien la segunda más importante. Asimismo, a lo largo de este año han sido aceptados países asociados. Como Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam.

En este nuevo esquema, donde la visión geopolítica de China ejerce un papel destacado, ninguno de los gobiernos que rigen en los Estados recientemente incorporados destaca por su estricto apego a los valores democráticos. Si ya indicadores como V-Dem alertan del deterioro de la democracia en países fundadores del grupo como India o Sudáfrica, la incorporación de estados autocráticos revela las preocupantes inclinaciones que predominan hoy dentro de los BRICS.

De ahí que uno de los principales objetivos del grupo sea crear un mecanismo de intercambios independientes del dólar y del euro. La iniciativa, de por sí legítima, implicaría empero aumentar el radio de acción de gobiernos autoritarios. Reduciría su vulnerabilidad ante las sanciones que varios gobiernos occidentales le han impuesto a gobernantes de países como Rusia o Irán.

Una región dividida

¿Qué posición asume América Latina ante el avance de los BRICS? ¿Cómo valoran nuestros países la razón de ser, potencialidades y riesgos de este grupo? ¿Hasta qué punto las naciones se sienten identificadas con los objetivos de dicho grupo, o, más bien, amenazados por éstos?

El mero intento de responder esta pregunta deja en evidencia una debilidad intrínseca que caracteriza a la región. A pesar de contar con lazos culturales e históricos muchísimo más estrechos que los que comparten los BRICS entre sí, Latinoamérica no conforma un bloque unido en política internacional. Tampoco tiene claros los objetivos de largo plazo como naciones insertas en un complejo y competitivo sistema mundial.

Por un lado se observa que Brasil, el país más grande de la región, no solo comparte la iniciativa BRICS, sino que se encuentra entre sus países fundadores. Reconocido por el gran nivel de su escuela diplomática, el gigante sudamericano se maneja en varios planos de la geopolítica global, aspirando en todos ellos a ejercer como interlocutor privilegiado de América Latina ante el resto del planeta. Ese rol, asumido ya en gran medida por Norteamérica y Europa, podría ser ampliado mediante la iniciativa BRICS ante el llamado Sur Global. Esta tarea implica para Brasilia, no obstante, la asunción de una cierta equidistancia estratégica entre Occidente y el resto del mundo.

Frente a la claridad geopolítica del Brasil, los países hispanoamericanos destacan en cambio por la errática oscilación en la que se ven sumidos por sus gobiernos de turno. Ahí tenemos el caso de Argentina, que bajo la presidencia de Alberto Fernández pretendía incorporarse a los BRICS pero que con Javier Milei dio vuelta atrás. México, que eventualmente podría mostrarse interesado, está fuertemente atado a los intereses estratégicos de los EEUU. Por su parte, los gobiernos que acaban de incorporarse a los BRICS como países asociados (Cuba y Bolivia) o que lo intentaron de forma fallida (Venezuela, cuyo intento de asociación fue vetado por Brasil) no se caracterizan precisamente por sus credenciales democráticas.

Estrategia abierta

Así las cosas, el reto para los países hispanoamericanos es doble. Por un lado, establecer si sus proyectos nacionales y respectivo lugar en el mundo están firmemente anclados en unos principios democráticos y republicanos, incuestionables para todos sus gobernantes. Por otro, evaluar si realmente les interesa jugar como bloque en el plano internacional, con miras a superar la irrelevancia en la que históricamente los ha sumido su enorme fragmentación.

En cuanto a Brasil, cabe preguntarse igualmente si el afán por mantener su preeminencia en América Latina es más fuerte que su compromiso con la defensa de la democracia en la región. El veto impuesto esta vez a la asociación de Venezuela, unido al visto bueno otorgado a Cuba y Nicaragua, demuestran su notable ambigüedad en este sentido.


1Profesor de Estudios Políticos. Consultor y analista para diversas organizaciones. Doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense de Madrid

*Este artículo fue publicado en dialogopolitico.org el 21 de noviembre de 2024

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


Cuentanos si te gustó la nota

100% LikesVS
0% Dislikes

Publicaciones relacionadas

Abrir chat
¿Quieres unirte al grupo de Whatsapp?
Hola 👋
Te invitamos a unirte a nuestro grupo de Whatsapp