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Biden y el plan que no bajará la inflación

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La inflación en los Estados Unidos rondó un 6% en octubre pasado, un récord no alcanzado desde el año 2008. Este recalentamiento despertó alarmas y el presidente Joe Biden, en medio de las controversias que precedieron a la aprobación congresal de su plan de infraestructura, trató de llevar agua a su molino, alegando que la iniciativa de gasto a gran escala reducirá la presión inflacionaria.

En defensa de esta peculiar teoría, el mandatario norteamericano mencionó una carta enviada por 17 Premios Nobel, presumiblemente keynesianos, quienes le habrían dicho que “el plan bajará la inflación”. Entre otras cosas, porque el proyecto permitirá implementar un control de precios sobre ciertos productos, como los medicamentos.

Otra declaración débilmente fundada de Biden en el tema es la que intenta ligar a las empresas petroleras con una “suba ilegal de precios”. “Los precios en las gasolineras siguen siendo altos, a pesar de que los costos están bajando para las compañías de petróleo y gas”, dijo, al momento de encargar una investigación a la Comisión Federal de Comercio. La visión punitiva del presidente en materia de precios muestra un enfoque equivocado sobre el funcionamiento de una economía de mercado, que hace recordar al de los burócratas retratados por Ayn Rand en su novela La rebelión de Atlas.

“Cheques por un montón de cosas”

Donde sí acertó Biden fue al decir que “ahora la gente tiene más dinero. Es por mi primera gran ley. Tienes cheques por 1.400 dólares, cheques por un montón de cosas. Pero si no hay nada que comprar y tienes más dinero, eso crea un verdadero problema”.

La cuestión es que este diagnóstico es seguido por una receta no tan segura, que equipara de manera automática más gasto en infraestructura con mayor productividad y oferta. Algo que, de lograrse, podría demorar más tiempo del esperado, sin contar con los efectos más inmediatos de recalentamiento que pueden tener esos fondos.

El plan, con un valor de 1,2 billones de dólares y titulado Build Back Better (reconstruir mejor), ha sido calificado por el titular de la Casa Blanca como “un avance colosal” y es ciertamente la mayor arremetida de intervencionismo estatal desde la Great Society de Lyndon B. Johnson.

Para encontrar críticos a la iniciativa no hace falta ir hasta el Partido Republicano, ni mucho menos a los cuarteles generales trumpistas de Mar-a-Lago. De hecho, el mayor obstáculo durante meses para la aprobación del plan fue el demócrata moderado Joe Manchin, un interesante fenómeno político de centro que se opuso a convertir a los Estados Unidos en “una sociedad de subsidios” y que logró ponerle paños fríos a las versiones radicales del proyecto.

En manos de la FED

Teniendo en cuenta el origen monetario de la inflación, donde sí puede estar la clave para frenarla es en la Reserva Federal (FED), que ya anunció que comenzará en este noviembre a “reducir estímulos”, bajándolos de los 120.000 millones de dólares mensuales de la actualidad a 15.000 millones al mes a mediados del 2022. Lo demás son cuentos para keynesianos.


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