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China podría iniciar una mini “guerra de islas” con Taiwán

Ted Galen Carpenter explica por qué China podría intentar tomar control de las islas Kinmen y Matsu para comunicar su seriedad y determinación frente al apoyo de Washington a los esfuerzos de Taiwán para lograr su independencia formal.

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Por Ted Galen Carpenter1

La respuesta de la República Popular China (RPC) a la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán confirma la creciente ira de Beijing por el creciente apoyo diplomático y militar de Washington a Taipéi. Por mucho que los líderes estadounidenses insistan en que EE.UU. todavía se adhiere a una política de “una sola China” y no apoya a un Taiwán independiente, las acciones de EE.UU. –siendo el comportamiento de Pelosi solo el ejemplo más reciente– sugieren lo contrario. Los líderes chinos estaban especialmente molestos por la reunión de alto perfil de Pelosi con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, y su discurso ante la legislatura de Taiwán durante su visita.

China reacciona a una muestra de solidaridad de EE.UU.

Beijing adoptó de inmediato contramedidas en respuesta a este episodio, cancelando o posponiendo reuniones y otras iniciativas de cooperación bilateral en temas de seguridad y clima. Lo que es más preocupante, la RPC llevó a cabo un gran ejercicio militar aéreo y marítimo de “fuego real” que rodeó a la nación isleña. Ese simulacro no solo fue más grande que los anteriores, sino que también se realizó mucho más cerca de las costas de Taiwán. Durante el curso de esas maniobras, las fuerzas de la RPC dispararon misiles en aguas cercanas a Taiwán y, en al menos un caso, directamente sobre la isla. Unos 68 aviones de combate y 13 buques de guerra cruzaron la informal “línea mediana” en el Estrecho de Taiwán que ayuda a prevenir los incidentes que podrían conducir a un enfrentamiento armado. Los funcionarios de la RPC sostuvieron que el ejercicio militar confirma que las fuerzas de la RPC podrían bloquear a Taiwán si continúan las provocaciones de EE.UU. y Taiwán.

Aunque la respuesta de la RPC señala una escalada sustancial y preocupante, tanto en la ira de Beijing como en su determinación de tomar medidas sustantivas, las medidas aún constituyen poco más que exhibiciones llamativas y poses. Sin embargo, si los líderes chinos no ven evidencia inmediata de una mayor cautela por parte de Washington y Taipéi, aumentará el incentivo para adoptar opciones más drásticas. La más tentadora de todas sería apoderarse de las islas mar adentro de Kinmen (Quemoy) y Matsu.

Acciones audaces y descaradas

Ese movimiento transmitiría –de manera inequívoca– la seriedad y determinación de Beijing para obstaculizar el apoyo de Washington a los esfuerzos cada vez más audaces de Taiwán para lograr la independencia en toda regla. El riesgo de hacerlo no sería trivial, pero tampoco excesivo. Además, la rentabilidad potencial podría ser bastante impresionante.

Hubo dos crisis importantes durante la década de 1950 en el Estrecho de Taiwán en las que los líderes estadounidenses temieron que la RPC hiciera un movimiento para ocupar las islas. Sin embargo, la brecha entre las capacidades militares de EE.UU. y la RPC era tan grande que China no estaba dispuesta a correr el riesgo de una devastadora respuesta estadounidense. La situación es muy diferente hoy en día. Dada la importancia de China en la economía global –incluido su papel crucial con respecto a numerosas cadenas de suministro clave– Washington dudaría en recurrir a la fuerza militar contra ese país. Una intervención militar simplemente en respuesta a la incautación de dos pequeños islotes sería especialmente improbable a menos que la evidencia indicara claramente que tal episodio fue simplemente el preludio de un ataque inminente contra el propio Taiwán.

China y EE. UU. tienen fuertes fuerzas militares

El equilibrio militar bilateral ha cambiado al menos tanto como el equilibrio económico desde la década de 1950 –o incluso desde la última crisis del Estrecho de Taiwán a mediados de 1990. Beijing ahora tiene a su disposición una fuerza militar sofisticada de primera clase. Las capacidades de la RPC en la guerra naval y cibernética son especialmente impresionantes. Como ha indicado una serie de simulaciones de juegos de guerra realizadas por el Pentágono y otras entidades en los últimos años, EE.UU. bien podría perder una guerra aérea y naval contra China en el Pacífico occidental.

Debido a que Kinmen y Matsu están a apenas 2 millas de la costa de China, sería casi imposible para Taiwán o EE.UU. evitar una toma de control inicial. La responsabilidad entonces sería de EE.UU. decidir si intensificar la crisis atacando posteriormente a las fuerzas de la RPC, a pesar de las pocas esperanzas de desalojar a las fuerzas de ocupación. Es muy improbable que Washington acepte los riesgos y las enormes desventajas potenciales de convertir una crisis limitada en un enfrentamiento militar extremadamente peligroso con Beijing. Es probable que los líderes de la RPC también entiendan esa realidad.

Como he escrito en otro artículo, la coerción militar de la RPC contra Taiwán probablemente tome la forma de esfuerzos para conquistar pequeñas islas reclamadas por Taiwán en el Estrecho de Taiwán o el Mar de China Meridional. Los líderes chinos entienden que un ataque contra Taiwán muy probablemente conduciría a una guerra con EE.UU. Una ofensiva contra las posesiones territoriales de Taiwán sería mucho menos arriesgada. Tal movimiento podría estar dirigido a premios algo más sustanciales, como Pratas o Taiping, en lugar de o además de la incautación de Kinmen y Matsu. Sin embargo, centrarse solo en los últimos objetivos parece más probable en las circunstancias actuales.

Si Beijing adopta ese curso, las políticas torpes de Washington merecerían gran parte de la culpa. La visita de Pelosi y las reuniones de alto perfil con los líderes taiwaneses constituyeron la última de una serie de acciones estadounidenses innecesarias y mal consideradas. Es posible que Beijing pronto le muestre a Washington que ya no tolerará tales provocaciones.


1es Académico Distinguido del Cato Institute y autor o editor de varios libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington’s Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002).

*Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 18 de agosto de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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