Colombia, del timbo al tambo
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Cómo no empezar a escribir este comentario en dos tiempos —lo empecé en la mañana de este domingo 19 y lo terminaré luego de proclamados los resultados— dándole la palabra al Gabo con su prólogo a sus Doce cuentos peregrinos: «Aquí está, listo […] después de tanto andar del timbo al tambo peleando para sobrevivir a las perversidades de la incertidumbre» (Sudamericana, 1992).
El 29 de mayo se realizó en Colombia la primera vuelta de sus elecciones presidenciales, en las que competían ocho frentes en todo el espectro de la política del país, con una primera salvedad: por primera vez desde sus fundaciones en 1848 (Partido Liberal Colombiano, sexto más antiguo del mundo) y 1849 (Partido Conservador Colombiano), los partidos más tradicionales —para algunos reflejo de las oligarquías y para otros la historia de la democracia en el país— y sus derivaciones (Centro Democrático, Cambio Radical, De la Unión por la Gente, etc.) no participaban directamente con candidatos en los comicios presidenciales (comentaré luego las legislativas); en su lugar, como candidatos favoritos aparecieron Gustavo Petro Urrego (coalición Pacto Histórico por Colombia, de izquierda moderada a izquierda radical y adscrito al populismo del socialismo del siglo 21), exguerrillero (M19), exsenador y exalcalde de Bogotá; Federico Gutiérrez Zuluaga (coalición Equipo por Colombia, centroderecha a derecha), exalcalde de Medellín, y Sergio Fajardo Valderrama (coalición Centro Esperanza, centro y centroizquierda), exalcalde de Medellín —como Gutiérrez Zuluaga— y exgobernador de Antioquia (Medellín su capital). Lejos de ellos y fuera de las quinielas por ende, estaba Rodolfo Hernández Suárez, del movimiento populista independiente Liga de Gobernantes Anticorrupción, de orientación liberal y de tendencia centroderecha-derecha.
Para no repetir lo conocido, los finalistas en primera vuelta fueron Petro Urrego y Hernández Suárez, éste imprevistamente, dos populistas con visiones diametrales de gobernar. Hernández Suárez, además de ser el candidato de más edad (77 años), es un perfecto outsider en la política nacional colombiana, a diferencia de Petro Urrego que es su tercera vez: 2010 (cuarto), 2018 (segundo) y ésta; así mismo, Hernández Suárez abanderó su condición de outsider para presentarse como el campeón de la antipolítica —aprovechando el descrédito de los partidos tradicionales— y utilizar una campaña sentimental, emotiva y basada con mucho en el empleo de mensajes “envasados” por TikToks.
Contextualmente, es bueno recordar que Colombia será este año el cuarto país en PIB (PPA y nominal) de Latinoamérica (quinto en 2021) y tendrá uno de los mayores crecimientos de su PIB (5,8% FMI). Por el contrario, es el séptimo país más desigual (GINI 54,2 en 2020) del mundo y segundo en Latinoamérica (siguiendo a Suriname) y su pobreza y pobreza extrema superaron los niveles de 2008 tras la pandemia.
Al momento que usted, amigo lector, lea este artículo mañana lunes y conozca el ganador, los programas de gobierno de ambos candidatos —limado consecutivamente de “asperezas” antiliberales y visión chavista del socialismo 21 en Petro Urrego para al centro al centro con propuestas que lo hacen «más parecido a políticas sociales de Europa» en palabras de Sofía Petro Alcocer, su hija y colaboradora de campaña, mientras Hernández Suárez se basaba en elementos tanto liberales como populistas, asentados en su eslogan de Las Tres No: No mentir, No robar, No traicionar— serán intrascendentes, como también lo serán los petrovideos del escándalo y las declaraciones de la hija de Petro Urrego de que si no ganaba su padre, eso «puede causar catástrofes sociales [en el país], lo que a mi parecer podría volver a pasar con una posible presidencia de Rodolfo». Por eso más me gustaría recordar a las dos candidatas vicepresidenciales —Marelen Castillo Torres de La Liga y Francia Márquez Mina del Pacto Histórico— y la base de sus discursos.
Al margen de que cualquiera que sea elegida será la primera persona afrocolombiana en ocupar el cargo —único rasgo en común, además de los orígenes populares de ambas en el Cauca—, las propuestas de Castillo Torres —académica con doctorado en Educación y rectora de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, institución privada católica enfocada a la población con menos recursos— se enfocaron en potenciar la educación en todos los niveles, reducir la violencia y reunificar el país, una meta pendiente de los Acuerdos de Paz de 2016. Para Márquez Mina —líder medioambiental, abogada y feminista—, su discurso se basó en la “resistencia al poder” (como ella misma lo dijo), en combatir la desigualdad y el racismo, más cercano a la confrontación que a la unificación.
Petro Urrego ganó la segunda vuelta con poco más del 50%, alcanzando casi los mismos departamentos que venció en la primera vuelta: los de la costa, del sur y frontera con Brasil, además del Distrito Capital (Bogotá), mientras Hernández Suárez repitió todos los departamentos del centro más Antioquía. Los votos en blanco (que en Colombia sí cuentan en los porcentajes finales del escrutinio) fueron alrededor del 2,3% y el ausentismo del 45%.
Para gobernar, el Pacto Histórico cuenta con el 19% de senadores (20 de 108) y el 15% de la Cámara de Representantes (28 de 188), a los que adicionará algunas adhesiones afines para su gestión pero, sobre todo, tendrá que negociar con el resto de las fuerzas políticas. Por supuesto, si cumple sus últimas propuestas y no aplica la receta de promover una Constituyente “originaria” como Chávez, Correa y Morales.
Me queda una pregunta: ¿A dónde irán los millones de venezolanos, hoy en Colombia, que huyeron de la Venezuela de Maduro?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo