Colombia: riesgos de “elenización” y despistes del buenismo
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Gustavo Petro ganó el balotaje en Colombia el domingo pasado, tras una campaña de segunda vuelta signada por la guerra sucia contra su contendor, Rodolfo Hernández, y en medio de amenazas de muerte que obligaron a este último a refugiarse en Miami. El “paquete” del balotaje también incluyó la advertencia desde sectores petristas de reiniciar las movilizaciones violentas de hace un año, en caso de que la Registraduría no diera como ganador al candidato de izquierda.
Un experto electoral venezolano me comentó que el crecimiento de Petro en los 33 distritos de Colombia fue demasiado lineal, en torno a un 32% más que sus resultados de primera vuelta en la mayoría de los sitios, agregando que “si corremos la Ley de Benford para el segundo dígito es fácil determinar que los resultados no la cumplen”. Añadió que “el ingeniero”, como se apoda a Hernández, “desestimó la importancia de los jurados de mesa y de los testigos de partido”.
Las celebraciones en el club de las dictaduras regionales (Cuba, Venezuela y Nicaragua, más otros aliados autoritarios como Evo Morales y Cristina Fernández de Kirchner, que cogobiernan sus respectivos países) no dejan lugar a dudas sobre el alineamiento de Petro, aunque no han faltado las voces buenistas que imaginan una ruta moderada para el mandatario electo, asemejándolo a Gabriel Boric, quien ciertamente sigue promoviendo un proyecto radical de nueva Constitución.
Contribuyen a este equívoco las lecturas ingenuas de los primeros discursos de Petro, olvidando precedentes similares de Hugo Chávez. La estrategia de la piel de cordero cuenta con la ayuda de la desmemoria.
Más allá del wishful thinking, de los despistes del buenismo, lo cierto es que en la misma noche de su victoria Petro ya lanzaba órdenes a la Fiscalía desde la tribuna, instruyendo “liberar a los jóvenes” detenidos por las acciones violentas realizadas en el marco de esa nueva modalidad de lucha no convencional que desestabilizó a Colombia hace poco tiempo.
Entre los celebrantes del triunfo de Petro está la narcoguerrilla comunista del ELN, que aspira a lograr condiciones de impunidad y privilegio similares a las conseguidas por las FARC, que le permitan copar espacios institucionales y subsidios al tiempo que parte de sus fuerzas continúan con las actividades ilícitas desdobladas como “disidencias”.
En el plano económico, el programa del Pacto Histórico prevé la prohibición del fracking, lo que acabará con los principales ingresos que le han permitido a Colombia ser uno de los países latinoamericanos de mayor crecimiento en los últimos tiempos. Aunque se alegan excusas medioambientales, el trasfondo es claro: eliminarle la competencia en hidrocarburos a la Venezuela de Nicolás Maduro.
Por lo pronto, la única buena noticia es que la centroderecha tiene mayores posibilidades de formar mayorías en el Congreso, lo que puede ralentizar los planes de este nuevo presidente electo del Foro de Sao Paulo, quien tal vez intente algún tipo de mecanismo plebiscitario para avalar sus principales iniciativas.