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¿Democracia «made in China»?

El gobierno chino ha provocado un debate con la presentación de su «modelo» de democracia, donde la disputa obedece a las contradicciones que presenta no solamente con la visión liberal de la misma, sino con la de su propio régimen político.

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Por María Isabel Puerta Riera1

Aprovechando el proceso de retroceso que vive la democracia liberal, asistimos a una coyuntura donde el descrédito del modelo democrático occidental tiene lugar no solamente en los desencuentros entre las instituciones democráticas y sus representados, sino en la narrativa proveniente de regímenes autoritarios y antidemocráticos.

El gobierno chino divulgó el reporte China: democracia que funciona (documento blanco o White paper en inglés), donde presenta su «versión de la democracia», en un esfuerzo de mercadeo político que fue interpretado como una señal de protesta por su exclusión de la Cumbre por la Democracia convocada por los Estados Unidos a finales de 2021.

¿Qué nos dice el «modelo chino» de democracia?

Este artículo busca hacer un análisis del White paper para poner en discusión la visión sobre la democracia. Para ello, nos permitimos mirarlo desde tres categorías fundamentales que desarrollaremos más adelante: (1) la concepción sobre la democracia, (2) el rol del partido, y (3) el protagonismo del pueblo. El documento blanco tiene las características de una contra-ofensiva discursiva. Es una suerte de reclamo sobre la interpretación errada que se ha hecho del modelo democrático chino.

El texto esgrime que China ha estado haciendo un esfuerzo sostenido por consolidar su versión de la democracia, mientras apunta hacia el fracaso de las otras democracias que han sido incapaces de procurar el bienestar de sus pueblos. Sin embargo, esta argumentación sobre lo que se concibe como democracia en China contrasta, no solamente con la experiencia histórica del modelo, sino con la propia realidad en China. La aspiración del régimen político de convencer que existe una asociación entre la idea de democracia y el régimen político chino carece de evidencia, por lo que el documento parece más un esfuerzo de propaganda camuflajeado como declaración de principios.

A primera vista, China  está tratando de definir su versión de la democracia a partir del sistema político que ha construido.2 La crisis de des-democratización se ha convertido en una oportunidad para los regímenes autoritarios de reescribir su historia. En el caso de China, ya no se trata de exportar la revolución, o de imponer el socialismosino de la legitimación de un régimen autoritario por vía de la erosión democrática de Occidente.

La misión de los regímenes autoritarios contemporáneos es convencer de que las democracias liberales han fracasado y que son los regímenes iliberales quienes encarnan la verdadera democracia. En este sentido, el documento es revelador, pues al insistir en el «proceso integral de democracia popular», el rol del Partido Comunista Chino (PCC) como instrumento fundamental de control social queda refrendado a lo largo de todo el discurso. Esta es una declaración de supremacía del partido sobre el pueblo.

Manifestantes en Hong Kong con máscaras que simbolizan el silenciamiento de los musulmanes uigures por el PCCh y el movimiento prodemocrático de Hong Kong | Sandra Sanders/Shutterstock

La concepción china de la democracia

La «democracia china» apela a los valores humanitarios, esenciales en cualquier sistema de organización social; son un elemento transversal en el documento. En su intento por convencer sobre la idoneidad de la democracia china, lo que en realidad procura es vaciar de contenido la noción de democracia contemporánea. Intenta justificar que el modelo chino encarna a la verdadera democracia, mientras que las democracias liberales son corruptas y no representan su verdadera naturaleza. Es un intento por reescribir el concepto de democracia para adaptarlo al modelo chino de autoritarismo.

El documento justifica esta aproximación fluida al señalar que la democracia no debe estar sujeta a estándares porque se trata de un proceso flexible que se va construyendo sobre la marcha, debido a que no se encuentra preestablecido, porque de lo que se trata, en realidad, es de la «diversidad democrática». Esta ambigüedad discursiva es intencional, pues sobre esa abstracción cualquier rasgo institucional tiene sentido en un modelo que no es estático desde el punto de vista normativo. El documento aclara que se trata de una dictadura democrática popular, en donde la unidad se construye a partir de la amalgama entre dictadura y democracia.

El rol del partido

La «democracia china» es un constructo del PCCh. El partido constituye el eje de la vida en China, toda la estructura social está construida sobre la base de la intervención del partido. El PCCh se concibe como el órgano ejecutor de toda política pública, un aparato de centralización de las decisiones políticas.

El documento deja claro que en China no hay partidos de oposición, por lo que no se trata de una democracia competitiva. Además del PCCh, hay ocho partidos políticos que lo acompañan en una red de cooperación. Estos partidos cumplen dos funciones críticas para el régimen político. Por una parte, le permiten al PCCh descentralizar la función de control político territorial, que es una necesidad en un país con más de 1.400 millones de habitantes. Por la otra, son organizaciones intermediarias de alcance local y regional, que sirven de aparato de monitoreo y control político y social, que le reportan al PCCh.

En China, la legitimidad proviene del PCCh, refrendada en una resolución emitida por el Comité Central en noviembre pasado sobre los alcances históricos del partido. El objetivo de expansión de los mecanismos partidistas por encima del Estado —enunciado en dicha declaración— se encuentra acentuado en el documento blanco.

Lejos de ser un sistema multipartidista, la hegemonía del PCCh es incuestionable. Además, no se trata de un partido de masas; por el contrario, es un partido de élites si nos atenemos a las características de su membresía. Esta, a diferencia de partidos democráticos, debe ser sometida para la aprobación de la jerarquía del partido, en un proceso que puede tomar años.

La organización del partido contempla una estructura piramidal donde estas élites tienen el verdadero poder de decisión, por encima de cualquier otra institución política, aun cuando apenas representa cerca del 7% de su población.

Ciudad de Pekín, China | toiletroom/Shutterstock

El protagonismo del pueblo

El pueblo es el eje del modelo, en teoría. La definición de «amos del país» sitúa al pueblo como elemento esencial de la democracia china. Sin embargo, en el discurso también se advierte que la concreción del bienestar al que aspira esta democracia pasa por el fortalecimiento del partido, de manera que el pueblo termina siendo un elemento auxiliar de esa pretensión. El pueblo es visto como un vehículo, pero el fin último es el fortalecimiento del modelo a través del partido, que es el verdadero eje del sistema.

La mejor aproximación al rol del pueblo en el modelo de democracia china es la referencia a una construcción social que no reconoce el valor de sus individuos —en una clara alusión a las debilidades de la democracia liberal—. La insistencia sobre las bondades de un sistema popular donde el partido —y no el pueblo— es el protagonista y actor decisor de la vida de más de mil millones de habitantes, es el reconocimiento de la anulación del pueblo en la ecuación del poder.

Reflexión final

Estamos frente a una práctica que no se limita a China y que, a todas luces, les plantea un reto adicional a las democracias en crisis. No se trata tan solo de recuperar el terreno perdido en materia de protección de instrumentos e instituciones democráticas. Sino, además, de contrarrestar una narrativa anclada en prácticas de desinformación que está influyendo sobre la percepción global acerca de las causas del deterioro de la democracia.

El debate abierto por China obliga a insistir en su falta de valores y prácticas democráticasEs decir, en la ausencia de democraticidad, por lo que el fondo de la discusión debe partir de la rigurosidad conceptual que el estiramiento chino intenta evadir. No se trata de reducirlo a un problema cultural. Las experiencias en Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur señalan que la democracia no es ajena a sociedades donde el confucianismo, por ejemplo, ha ejercido influencia.

Finalmente, este debate presenta la doble oportunidad para discutir los valores políticos y epistemológicos de la democracia, dejando claro que los estiramientos conceptuales deben ser señalados y confrontados con la realidad.


1Doctora en Ciencias Sociales. Magíster en Ciencia Política y Administración Pública. Licenciada en Ciencia Política. Profesora adjunta de Política Internacional, Gobierno de los Estados Unidos, Estado y Gobierno Local en el Valencia College. Autora del libro «Crisis de la democracia: ¿en el umbral de la posdemocracia?» (2021)

2El documento dice: «La democracia popular de proceso integral comprende la democracia orientada al proceso con la democracia orientada a los resultados, la democracia procedimental con la democracia sustantiva, la democracia directa con la democracia indirecta y la democracia popular con la voluntad del Estado. Es un modelo de democracia socialista que abarca todos los aspectos del proceso democrático y todos los sectores de la sociedad. Es una verdadera democracia que funciona».

Este artículo fue publicado originalmente en dialogopolitico.org el 10 de mayo de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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