La red acaba con la vieja política
Mientras los ciudadanos comunes nos movemos en el torbellino tecnológico, algunos políticos se dedican a pelear entre ellos, a cultivar su ego. No se dan cuenta de que en la sociedad de internet viven en una vitrina y toda la gente puede verlos y criticarlos por todo lo que hacen o por lo que parece que hacen según las redes. Vivimos una crisis de la democracia representativa similar a la de la monarquía cuando se produjo la Revolución Francesa. Ha caducado la política como se hacía hace diez años. Para tener éxito en las elecciones es necesario reflexionar, estudiar y comprender este mundo renovado que se instaló en nuestros hogares.
Escucha la noticia
Las formas y el fondo de la política dependen del desarrollo de la técnica y de las herramientas de la comunicación. Hasta fines del siglo XVIII, en Occidente existían monarquías absolutas, similares a las demás del mundo, en las que guerreros y brujos conservaban todos los privilegios mientras la mayoría vivía en la miseria. De hecho, es lo que pasó con el 90% de la humanidad, que vivió en extrema pobreza hasta que llegó la revolución industrial.
A fines del siglo XVIII se consolidó el capitalismo y por primera vez algunos tuvieron riquezas, gracias a su trabajo y no por designio divino. La máquina de vapor posibilitó la producción de una cantidad inédita de bienes y servicios, aparecieron los ricos y también los que luchaban por la igualdad.
El motor intelectual de esa transformación fue la imprenta. Se produjeron libelos, aparecieron periódicos, se publicaron libros, se redactaron programas, las letras transformaron social y políticamente Occidente y el mundo.
El XIX fue el siglo de las luces. Con la segunda revolución industrial se difundió masivamente la electricidad, que iluminó la Tierra, la difusión de las letras iluminó la mente de las elites. El debate ideológico planteó la posibilidad de construir mundos que antes ni se podían mencionar.
Las tonterías que se difunden por la red son más que las informaciones científicas
A principios del siglo XX Max Weber puso las bases de una interpretación de la política liberal, todavía vigente en algunos círculos académicos de América Latina y Lenin hizo una interpretación de Marx. El marxismo-leninismo orientó a la revolución soviética, al maoísmo, a la Camboya de Pol Pot y a otras revoluciones como la cubana.
La prensa tuvo un enorme influjo en ese proceso, a pesar de que se imprimían escasos ejemplares. Los textos sagrados tuvieron un papel más bien simbólico. Conozco a pocos marxistas que hayan leído El capital y a nadie que haya estudiado los cincuenta tomos de las obras de Lenin que adornaban las bibliotecas de todos los intelectuales de izquierda. Más del 90% de los habitantes de países como Rusia y China que se convirtieron en países comunistas eran analfabetos, y de los que leían, pocos habrán leído a Marx.
Sin embargo, nadie duda del impacto de la imprenta, los textos y las ideologías en la aparición del liberalismo y el comunismo, a pesar de que hasta el siglo XX más del 70% de la humanidad era analfabeta. Habría sido equivocado preguntar sobre el índice de alfabetismo para evaluar la influencia de las letras en esos procesos.
Con un razonamiento equivocado, algunos analistas y políticos dicen: “En nuestro país el influjo de la red no es tan grande, solo el 60% de habitantes está conectado”. Son definitivamente más de los que leían a los ideólogos del siglo XIX y XX. La transformación producida por la red llega a la vida cotidiana de casi todos, es incomparablemente más rápida y profunda.
Nuestras sociedades están experimentando, desde ya, las ventajas y los peligros de una transformación tecnológica que está en nuestro celular, en la computadora de la casa. Mientras tanto, muchos políticos siguen dedicados a insultarse entre sí, cultivar su ego y discutir temas obsoletos. Está cayendo sobre la sociedad la ola gigantesca de un tsunami, mientras algunos creen que lo único importante que pueden hacer es pelearse con un vendedor de panchos en la playa.
Hay políticos menos cultivados intelectualmente que hablan de la opulenta CABA
Daniel Yankelevich decía acertadamente, en un editorial de La Nación, que estamos equivocados si pensamos que el tema de la innovación tecnológica es algo extraño a nuestra realidad o un tema técnico. Tenemos que comprender que la revolución tecnológica no es algo propio de los países avanzados, que deben vivirlo, mientras nosotros nos dedicamos a discutir cómo extender la pobreza con planes sociales.
Para enfrentar la nueva etapa, necesitamos prepararnos para ser capaces de discutir nuevos problemas que no estaban en la agenda de los políticos, de los candidatos, de sus técnicos, de las organizaciones sociales, de los ciudadanos comunes.
En estos días, los avances tecnológicos en la inteligencia artificial, la robótica, internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión 3D, nanotecnología, biotecnología, la ciencia de los materiales, el almacenamiento y produccion de energía, la computación cuántica, las ciencias de la vida y del comportamiento humano, no son temas propios de unos norteamericanos que diseñan el futuro, sino que dejarán en el desempleo a la mayoría de nuestra población.
Tienen consecuencias en la vida cotidiana de todos los habitantes de nuestros países, son los problemas políticos que están en todos los rincones de nuestra sociedad.
Las manifestaciones que conmueven al Perú no existirían sin los celulares y la comunicación directa de muchas personas que cuentan con la tecnología y la información suficientes para actuar en contra del establecimiento. La millonaria inversión del gobierno argentino para mejorar la conectividad de las cárceles proporcionará a los delincuentes una red eficiente para comunicarse con sus jefes presos e incrementará la inseguridad de la sociedad.
Con el desarrollo tecnológico se potencia la producción de nuevos conocimientos, gracias al uso de tecnologías desplegadas en el mundo físico, digital y biológico. La ciencia avanza a pasos agigantados y todos nos podemos informar acerca de los descubrimientos de manera fácil y gratuita.
Pero no todo lo que se difunde tiene que ver con el avance de la razón. La cantidad de tonterías que se difunden por la red es mayor que la de las informaciones científicas.
Cuando exploraron las islas del Pacífico sur, encontraron pueblos que adoraban a los aviones como seres divinos que a veces aparecían en el cielo y cuando descendían al agua les enviaban regalos que aprovechaban o veneraban. Era verdad que existían los aviones y que a veces sufrían percances sobrevolando el mar, pero la interpretación de los isleños no tenía mucho que ver con la verdad.
Asimismo, la red ha potenciado la producción y difusión de conocimientos mágicos que tienen consecuencias en la construcción social de la realidad de los electores y a veces los llevan a movilizarse hacia el abismo.
2023 es un año electoral en el que, además de la agenda tradicional, se deberían discutir estos temas que afectan la vida de los ciudadanos y la van a transformar radicalmente dentro del nuevo período presidencial. ¿Habrá líderes que sean capaces de pensar en estos temas que alterarán el futuro tanto para bien como para mal?
Todas las semanas aparecen nuevos desarrollos de la inteligencia artificial que proporcionan herramientas que enriquecen la vida de quienes quieran usarlos, generalmente de manera gratuita. Hablé en un artículo anterior del ChatGPT, que proporciona una información y servicios que parecían difíciles de concebir. Me pareció algo muy novedoso que se instalaría en la sociedad en los próximos años, pero ya está en todos lados. Casi toda persona con la que me he encontrado, estudiantes, el señor que atiende en la panadería, intelectuales y políticos, lo usan como una herramienta cotidiana.
Yankelevich habla en su artículo de DoNotPay, una aplicación que permite presentar reclamos de los consumidores por canales digitales y discutir con representantes de atención al cliente de las empresas para reclamar por problemas menores, que hasta ahora se abandonaban porque demandaban más tiempo del que parecía útil. Las ineficaces oficinas estatales y las corporaciones sabían que pocos harían estos engorrosos reclamos. Con DoNotPay serán robots los que se encargarán de la tarea. Cuando la aplicación esté disponible en Argentina, colapsarán las oficinas de reclamos del país por la cantidad de demandas que podrán atender los robots.
Vivo pocos días al mes en Ecuador, pero controlo mi departamento con Alexa, una aplicación robótica que prende y apaga cualquier cosa, recibiendo las órdenes que le doy desde cualquier país en el que me encuentre. Cuando llego al aeropuerto le pido que, al abrirse el ascensor, Marika van der Meer interprete el cuarto movimiento de la cuarta sinfonía de Mahler. Alexa cumple con mis gustos.
Mientras los ciudadanos comunes nos movemos en el torbellino tecnológico, algunos políticos se dedican a pelear entre ellos, a cultivar su ego. No se dan cuenta de que en la sociedad de internet, viven en una vitrina y toda la gente puede verlos y criticarlos por todo lo que hacen o por lo que parece que hacen según las redes.
Vivimos una crisis de la democracia representativa similar a la de la monarquía cuando se produjo la Revolución Francesa. Ha caducado la política como se hacía hace diez años. Para tener éxito en las elecciones, es necesario reflexionar, estudiar y comprender este nuevo mundo que se instaló en nuestros hogares.
Así como debemos inscribir el desarrollo de nuestros países en la corriente de progreso mundial, necesitamos comprender los estragos que produce esta transformación dentro de nuestras sociedades. Se han agudizado las tensiones entre los centros urbanos, con mayor desarrollo tecnológico, y las zonas menos adelantadas de todos los países.
Pasa en Estados Unidos con el enfrentamiento del Rust Belt con Silicon Valley, en Lima y las ciudades peruanas enfrentadas al interior; en Argentina, en donde los políticos menos cultivados intelectualmente ven con suspicacia lo que llaman la “opulenta Buenos Aires”.
Algunos políticos antiguos tratan de participar en un proceso que no entienden, y hacen el ridículo. La campaña electoral ecuatoriana, que termina el día de hoy, ha sido ocasión para que varios candidatos hagan tonterías porque “hay que estar en Tik Tok”. El límite entre usar nuevas herramientas de comunicación y la payasada es tenue. Pero algunos siguen buscando la ranura por la que pueden meter en la computadora unos papeles en blanco y un papel carbón para escribir manifiestos que nadie lee.