Las generaciones jóvenes y la política
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La vida política/partidaria está en una crisis terminal y necesita un cambio. Hay un cuestionamiento generalizado hacia los partidos políticos y las organizaciones sociales que median entre el ciudadano y el poder. En todo el mundo hay un divorcio entre el ciudadano y sus dirigentes. Pareciera querer retomarse la soberanía popular delegada en los partidos políticos. Ello no implica su desaparición ni la instauración de una democracia directa. Se trata de reconocer que las elites, los representantes de ese ciudadano lo hicieron mal. Y es necesario que las dirigencias se dejen ayudar para revitalizar la democracia.
El poder es el leitmotiv de la política. Pero el poder tradicional está en crisis y se avecina una nueva concepción de su ejercicio. Dicha crisis dejará expuesta a la propia acción política de la cual se nutre el poder y pondrá en riesgo a la democracia.
El rechazo a los políticos profesionales y el poder fue profundizado por Internet. Las nuevas generaciones encontraron su espacio político y social en la red. El nuevo modelo de participación amenaza el inmovilismo y los fetiches de partidos, sindicatos y movimientos sociales tradicionales.
Solamente en las dos guerras mundiales del siglo XX hubo entre 50 y 70 millones de muertos. Exilios de pueblos enteros, hambrunas, exterminio racial, etc. han sido consecuencias directas de las luchas por el poder. Las represiones y persecuciones de Stalin y de Mao dejaron otros tantos millones de muertos durante la segunda posguerra.
Los pueblos que hemos padecido demagogos o gobiernos autoritarios sabemos que, además de perder la libertad (y muchas veces la vida), los mesianismos delirantes nos han hecho perder lastimosamente el tiempo y cambiado nuestros proyectos de vida. Los pueblos que han estado sometidos a las dictaduras (como los países del este de Europa) sienten “un rencor histórico” por esos regímenes que despojaron a millones de personas de su realidad y los mantuvieron alejados del mundo y privados de la capacidad de proyectar y proyectarse. Se les fingía y prometía un mundo ilusorio que —decían los sátrapas— empezaba con ellos. Pareciera, afortunadamente, que el interés de las nuevas generaciones está en redes como Instagram, Snapchat, You Tube, etc. Su desinterés por el poder tendría la virtud de alejarlas de las cruentas luchas que en el siglo XX asolaron a la humanidad.
Todo indica que en dicho proceso se priorizará el valor Vida por sobre el valor Poder. Los jóvenes de la generación Y rara vez hablan de derechas o izquierda, de socialismo o capitalismo. Y si inquieren sobre la conducta institucional, preguntan si tienen las características de colaboración, transparencia, apertura y horizontalidad que les interesa. Según Yuval Noah Harari “En 50 o 100 años, todos los sistemas políticos que hemos conocido serán irrelevantes. Democracia, comunismo, dictaduras… Si tenemos estos sensores biométricos en nuestro cuerpo y un algoritmo que te monitoriza todo el día y sabe cómo te sientes y lo que quieres y lo que necesitas, ya no se votará. Pero también nos parecerá una locura la idea de tener un dictador”. Ahora bien, antes de que ello ocurra, será conveniente que el ciberciudadano, a quien no le interesa participar en política, controle, vigile y juzgue, a través de las redes, a sus representantes.
El riesgo de desinteresarse por la política implica dejar en malas manos la educación de sus hijos, la economía y el gobierno. Una cosa es desinteresarse del poder y la política activa, otra es desinteresarse del destino de la comunidad. Por ello, le recomendamos al ciberciudadano interesarse por lo público. No se debe olvidar que en este nuevo escenario, y más allá de los avances científicos que se avecinan, en el hombre siguen coexistiendo, como afirma Freud, el instinto de vida y de amor (Eros) con el instinto de muerte (Tánatos), agresión y autodestrucción. Del resultado de esa lucha dependerá el destino de todos nosotros.
*Este artículo fue originalmente publicado el 4 de julio de 2021 en la revista “REALIDAD” de la Fundación Nuevas Generaciones, de Argentina.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo