“América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo. En los casos más extremos de desigualdad, el 10% de la población de países como México, Colombia, Perú o Brasil concentra más de la mitad del ingreso disponible anual; mientras que el 50% más pobre se apropia de solamente 10% o 15% del ingreso disponible anual”. Así comienza un informe realizado por un medio de izquierda en Uruguay hace pocos días. Pero la narrativa es muy común, y artículos y opiniones similares se leen muy a menudo en toda la región. Palabras como “apropiarse” o que “el 1% de los super ricos acapara” la riqueza. Ahora bien, ¿qué tan relevante son estos indicadores para medir el progreso de una sociedad? ¿Es realmente la medición de desiguladad algo relevante para organizar las políticas públicas de un país? La respuesta inmediata sería un sí, a quien no le gusta vivir en una sociedad justa e igualitaria. Pero cuando se revisan los datos, la certeza puede cambiar. Por ejemplo, según el índice Gini, que es lo que se usa a nivel global para medir la desigualdad, Bangladesh o Etiopía, tienen mejor posición en el ranking de Gini que Estados Unidos o Hong Kong. Y países tan diferentes como Irak o Irlanda, tienen exactamente el mismo Gini. ¿A usted le daría igual vivir en cualquiera de esos dos países?
Nuestro amigo Gonzalo Schwarz, CEO del Archbridge Institute ha estudiado por años el tema de la desigualdad. Y ha llegado a la conclusión de que no es una medida efectiva para medir el progreso de una sociedad, y que muchas veces es usada por actores con un perfil ideológico socialista, para fomentar el resentimiento, y la creencia de que el rol de un gobernante es decidir quién gana y quién pierde en la economía de un país. Su conclusión es que es mucho más constructivo potenciar la movilidad social en un país, que enfocarse sólo en la desigualdad. Aprovechamos la relevancia actual del tema, para trasladarle algunas preguntas.
– Periódicamente aparecen rankings sobre América Latina que destacan que es la región más desigual del mundo. ¿Qué tan relevante es eso para el desarrollo de las personas?
– La desigualdad económica es simplemente una medida, una señal informativa de algo que pueda estar pasando en el país, ya sea para bien o para mal, pero no nos dice mucho. Por ejemplo, según los últimos datos del Banco Mundial El Salvador tiene un coeficiente de Gini, usado para medir la desigualdad, más bajo que Estados Unidos. Armenia tiene el mismo coeficiente que Dinamarca, Pakistán es menos desigual que Canadá. Esto no nos dice mucho ya que no toma en cuenta la prosperidad de cada país medida en PIB per cápita, la calidad de vida, el nivel de pobreza, el nivel de educación, de criminalidad, que tan fuertes son las instituciones. Todas son medidas o temáticas que tienen más importancia en un país que simplemente un nivel de desigualdad. Los estadounidenses no emigran a El Salvador. Los canadienses no van a vivir a Pakistán. La desigualdad económica puede generar conflicto social o problemas económicos pero es importante entender qué está generando esos problemas y no simplemente confiar en esa señal.
– Uno de los términos de moda ahora es decir que tal quintil más rico “se apropia” de tal porcentaje de la riqueza. ¿Es así?
– Muchas mediciones se enfocan en medir esa relación. Cuánto del ingreso total de un país corresponde a qué porcentaje de la clase alta, media o baja. Nuevamente, eso no nos dice nada y no explica qué está detrás de esas diferentes medidas. Puede ser que la clase alta tenga un porcentaje más alto del ingreso, pero que no sea porque haya sido apropiado o robado de las otras clases. Ahora, hay barreras que pueden generar una mayor desigualdad injusta. Por ejemplo, un mal sistema de educación penaliza a los más pobres. Los más ricos pueden mudarse a un barrio que tenga un mejor colegio público o llevar a sus hijos a un colegio privado. Los más pobres no tienen esa flexibilidad. Otro ejemplo son las barreras al emprendimiento que la clase media o alta puede superar porque tengan más recursos para abrir u operar sus negocios pero los pobres no tienen la facilidad de superar esas barreras. Lo mismo con la corrupción, un país al que le faltan instituciones de gobierno fuertes y donde existe más corrupción perjudica más a los pobres que a los ricos. Los ricos pueden sobornar más, pueden comprar el acceso a sistemas judiciales de baja calidad, pero los pobres no pueden. Los problemas que generan esas barreras debiesen ser el principal foco de estudio. La desigualdad o distribución de riqueza en una sociedad son simplemente señales, síntomas de diferentes enfermedades o en algunos casos una distribución apropiada y justa de acuerdo al trabajo y productividad de las personas.
Las barreras al florecimiento individual donde no hay estado de derecho e igualdad ante la ley, son las diferencias que promueven más desigualdad y por lo tanto hay que atacar esas barreras y problemas de raíz. En muchos países de América Latina esas desigualdades son generadas por una elite económica que se beneficia de una burocracia extrema y sobre regulación que da lugar a monopolios y falta de competitividad. Nuestras instituciones débiles hacen que sea más fácil que los ricos tengan acceso más directo al poder y a pedir privilegios especiales.
– ¿Por qué crees que la movilidad social es más relevante como factor social que la igualdad?
– La desigualdad es un factor estático de juego de suma cero, donde para que uno mejore el otro tiene que empeorar. Las soluciones para reducir la desigualdad se enfocan en subir impuestos a los ricos u ofrecer más planes sociales a los pobres. Eso no ayuda a nadie sosteniblemente en el tiempo. La movilidad social es más positiva, todos podemos subir en la escala económica y mejorar nuestros ingresos al mismo tiempo sin que alguien tenga que bajar. Es más aspiracional, permite proyectarnos a futuro, a superar la pobreza pero intentar seguir subiendo en la escala económica sin importar dónde están los demás. Y es un concepto que incluye muchas más facetas de la vida que simplemente una distribución de ingreso. Importa la familia, la educación, el mercado laboral, las instituciones, el entorno donde crecemos, y muchos otros factores.
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