Protestas en Cuba
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Las protestas de miles de ciudadanos en numerosas ciudades de Cuba, realizadas el pasado 11 de julio, equivalen a un terremoto político que tendrá profundas consecuencias para el futuro de esa nación e importantes ondas expansivas para la política latinoamericana. La respuesta del régimen convocando a sus grupos de choque a golpear a ciudadanos pacíficos, cortando el internet y apresando a artistas que lideraron las convocatorias, desnudar frente al mundo el carácter opresivo y totalitario de su gobierno.
En un solo día el pueblo cubano quebró las barreras del miedo con las cuales el régimen controla a las personas y las aterroriza. En su solo día estos manifestantes acabaron con los mitos de la revolución cubana y dejaron expuesto el fracaso de un modelo que no puede atender las necesidades más elementales de su población. En un solo día, quienes se atrevieron a salir a las calles de Cuba, acabaron con la pretendida fuerza moral de quienes promueven las consignas del gobierno cubano en otros países.
A quienes no hemos sufrido lo que significa vivir bajo un régimen totalitario, nos cuesta entender la trascendencia histórica de estas protestas, las cuales no se habían realizado, en esta magnitud, desde 1959. Y es que el sistema cubano llevó a la casi perfección el control sobre la sociedad mediante la imposición del miedo a ser delatado por un espía, el cual no se sabe quién es, pero todos suponen que existe en cada espacio de la vida y las actividades de sus ciudadanos.
Y esto es lo que puede marcar el principio del fin de uno de los pocos sistemas totalitarios que quedan en el mundo. El momento en el que su población pierde el miedo, el sistema comienza a resquebrajarse en sus estructuras, aunque todavía pueda demorar años en desmoronarse.
Lo sucedido no es casualidad, como dice la conocida periodista y activista democrática Yoani Sanchez, el pueblo cubano tenía tanta hambre que se comió el miedo. Y es que el sistema nunca funcionó. Si ha demorado décadas en llegar a este punto fue porque la Unión Soviética lo sostuvo con millonarios subsidios durante décadas. Cuando esta cayó, Fidel Castro conquistó a Chávez y se aseguró miles de millones de dólares del petróleo venezolano para seguir sosteniendo el sistema fracasado. En el camino sumieron a Venezuela en la misma miseria y han causado un éxodo de más de cinco millones de personas que no huyen de una guerra sino de la extrema pobreza.
Actualmente Cuba vive del cobro de los servicios que brindan sus médicos para otros gobiernos, del turismo y de las remesas que envían los migrantes a sus familiares. Como se ve, ninguna de estas fuentes de ingreso constituye un logro socialista. Por el contrario, debido a que los médicos exportados sólo reciben una ínfima parte de lo que cobra el estado cubano por ello, se considera a esta práctica una forma de esclavitud moderna.
Lo que suceda en Cuba es importante para toda Latinoamérica pues el régimen tiene una enorme influencia en la política regional, desproporcionada a lo que representa el país económicamente. Su influencia se basa en su capacidad de captar, formar y proyectar líderes y movimientos políticos, afines a sus ideas, que compiten en las democracias y hasta ganan elecciones. Paradójicamente, quienes no permiten elecciones reales en la propia Cuba, se dedican a asesorar a sus adeptos para ganar elecciones.
Por esas mismas contradicciones de la historia, el malestar social, causado por la pobreza y las crisis económicas, que ellos que conocen tan bien cómo aprovechar para desestabilizar las democracias, hoy amenaza su propia supervivencia. En respuesta, cortan las comunicaciones para que no se transmitan las imágenes de la represión, las detenciones y las golpizas. Ya no es suficiente. La inmensa mayoría de actuales generaciones de cubanos solo han conocido la pobreza y la opresión. Comenzaron reclamando alimentos y medicamentos, e inmediatamente también demandaron libertad. Esa libertad que merecen y que es el único camino para lograr el bienestar y la prosperidad que les prometieron y nunca les dieron.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo