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Un gobierno que quiera reconstruir mejor debe abordar las restricciones económicas del lado de la oferta

Ryan Bourne dice que la pandemia a puesto a prueba, hasta la destrucción, la idea de que los problemas macroeconómicos pueden resolverse lanzando cada vez más estímulo y “demanda” a las cosas.

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Por: Ryan Bourne

Bueno, hasta luego “Plan B”. Al deshacerse de algunas de las más intrusivas restricciones restantes de COVID-19Inglaterra (con las demás naciones del Reino Unido) pronto podrían competir con partes de los EE.UU. por ser los entornos de políticas públicas más “normalizadas” en el mundo desarrollado. Sí, por ahora se mantendrá el aislamiento obligatorio para quienes den positivo. Pero al igual que con el lanzamiento de la vacuna, Gran Bretaña ahora parece estar liderando al mundo hacia el nuevo enfoque de “aprender a vivir con el virus”.

Esto traerá consigo un impulso económico, aún cuando este sea interrumpido por ómicron en las estadísticas a corto plazo. Ciertamente hemos estado necesitándolo. Aunque las cifras principales del PIB entre países pueden ser engañosas sobre el impacto de la pandemia dadas las diferencias de medición, un análisis realizado por The Economist que combina cinco indicadores –PIB, ingreso familiar per cápita, precios de las acciones, inversión y deuda pública– encontró que hasta septiembre del año pasado Gran Bretaña había sido la segunda economía principal más afectada por la pandemia, sólo después de España.

En su ranking de los 23 países de la OCDE, Gran Bretaña fue considerada como la tercera peor por caída de los ingresos de los hogares (detrás de Austria y España), la tercera peor por caída de los precios de las acciones (detrás de Chile y España), la peor por caída de la inversión y la segunda peor (detrás de España) por el aumento de la deuda pública. Con las muertes por COVID-19 per cápita relativamente altas –por encima de todas las demás economías importantes de Europa o del G7 excepto EE.UU., Bélgica e Italia– sufrimos un doble golpe pandémico de malos resultados de salud y un gran golpe económico.

¿Analizar el cambio en estas variables induce a error sobre cómo se perfila el Reino Unido a nivel internacional después del COVID? Quizás. No es que la crisis de salud pública fue lo único que sucedió durante este tiempo. Y es importante recordar que observar los cambios en las variables económicas de la pandemia puede ocultar que Gran Bretaña también entró en ella con importantes fortalezas estructurales.

A mediados de 2019, Chris Giles del diario Financial Times pudo escribir que el Ministro de Finanzas entrante, Sajid Javid,  gozó de la tasa de empleo más baja desde 1974; con una población de 16 a 64 años trabajando cerca de niveles récord, la inflación alcanzando el objetivo, las ganancias promedio creciendo a su tasa más alta en 11 años, y el endeudamiento público siendo modesto. La mayor debilidad económica en ese momento era claramente la productividad – con el PIB por hora trabajada alrededor de un 15% por debajo del observado en Francia o en EE.UU., después de una década de crecimiento económico débil.

Es así como el Reino Unido entró en la crisis, con muchas variables macroeconómicas sanas. Incluso el impacto de la pandemia ha dejado, por lo tanto, que las principales estadísticas del país parezcan poco destacables en comparación con otras economías.

El desempleo en el Reino Unido, por ejemplo, sigue siendo bajo según los estándares internacionales. Con un 4,1% de septiembre a diciembre de 2021, la tasa del Reino Unido fue similar a la de EE.UU. y solo fue superada por Japón (2,8%) y Alemania (3,2%) dentro del G7. La tasa de empleo para las personas de 16 a 64 años del 75,5%, que todavía está 1,1 puntos porcentuales por debajo de su pico anterior a la crisis, también es superada por los países escandinavos, Alemania y los Países Bajos dentro de Europa, y luego también por Japón en el G7.

La interrupción provocada por la pandemia junto al aumento de los precios de la energía (desde el lado de la oferta) y a un enorme estímulo macroeconómico (por el lado de la demanda), nos han dejado preocupados por la inflación y una crisis del costo de vida. Pero, de nuevo, esta no es una aflicción exclusiva de Gran Bretaña, lo que desmiente la idea de que el Brexit es la causa principal. En 5,4%, en los 12 meses hasta diciembre, la inflación del índice de precios al consumidor fue casi idéntica a la inflación en toda la Unión Europea (5,3%) y más baja que la de algunos países dentro de ella, como Alemania. En comparación con los países del G7, el Reino Unido también estuvo decisivamente en el promedio, solamente Japón y Francia tuvieron tasas significativamente más bajas.

En cuanto al PIB, es cierto que –dejando de lado las diferencias de medición– el Reino Unido tuvo una de las mayores caídas en la producción durante la pandemia. El PIB en el tercer trimestre de 2021 todavía estaba un 1,5% por debajo del pico anterior a la crisis, y solo Japón tuvo un peor desempeño entre los países pertenecientes al G7. Pero la OCDE espera un rápido crecimiento del Reino Unido en el futuro. Adicionalmente, como ha señalado el economista Julian Jessop, es muy probable que al Reino Unido le vaya mejor que a la eurozona en términos del PIB con relación a su pico anterior a la crisis hasta 2022, aunque todavía sigue muy por detrás de EE.UU.

¿Qué pasa con las finanzas públicas? Bueno, hasta septiembre de 2021, el FMI había calculado que el Reino Unido tenía el tercer mayor paquete de apoyo fiscal total de COVID-19, que ascendía a un enorme 19,3% del PIB, y solo estaba detrás de Nueva Zelanda y EE.UU. Por lo tanto, no sorprende que la deuda pública neta haya alcanzado nuevos máximos en tiempos de paz. Sin embargo, dentro del G7, el único país con un nivel de deuda bruta inferior a la del Reino Unido es Alemania, y el Reino Unido se encuentra en medio de los siete países por su déficit presupuestario primario proyectado este año.

Los estragos asociados con el COVID-19 podrían sentirse en los próximos años, por medio de la interrupción de los patrones de demanda, experimentos con más trabajo en casa, una reubicación espacial de la actividad y efectos persistentes en las actitudes hacia el riesgo. Pero la situación macroeconómica amplia del Reino Unido no es diferente a la de muchos otros países comparables. Eso debería hacernos reflexionar sobre algunas lecciones de otros lugares a medida que abordamos los desafíos inmediatos que enfrentamos.

En particular, el país que se ha destacado por sufrir un problema de inflación peor que el del Reino Unido es EE.UU., donde los hogares recibieron una lluvia de efectivo a tal punto que el gobierno les entregó efectivamente una inyección de dinero. De manera que por qué los miembros de la Social Market Foundation parecen estar presionando al Ministro a ofrecer un “bono Rishi por el costo de vida” de 500 libras esterlinas como si esto fuera una cura para la inflación es algo que no puedo comprender.

El desempleo se disparó a niveles muy altos y luego se desplomó en EE.UU. por debajo de todos los países del G7, excepto Alemania y Japón, lo que demuestra las virtudes a largo plazo de los mercados laborales flexibles. Si Gran Bretaña quiere recuperar el desempeño sólido y pleno del empleo en 2019, debe tener cuidado con las nuevas políticas que priorizan la “seguridad” de los trabajadores por encima de continuar con un entorno liberal de contratación y despido a medida que las cosas se normalizan.

Pero, sobre todo, el desafío económico clave del Reino Unido –el crecimiento débil– permanece y se vuelve aún más pertinente dadas las restricciones inducidas por el COVID-19. La pandemia ha puesto a prueba, hasta la destrucción, la idea de que los problemas macroeconómicos pueden resolverse lanzando cada vez más estímulos y “demanda” a las cosas. Si el gobierno se toma en serio la idea de “reconstruir mejor”, debe esforzarse en considerar las restricciones del lado de la oferta en la economía y cómo convertir una mayor demanda en un crecimiento real, en lugar de un aumento en los precios.

Ryan Bourne es catedrático R. Evan Scharf para la Comprensión Pública de la Economía en el Cato Institute.

*Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 9 de febrero de 2022.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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