Unidad regional imposible
Esta semana, América Latina asistió impávida a una cumbre de países de la zona, la Celac, donde quedaron en evidencia una vez más los contrastes y los prejuicios ideológicos de muchos de sus gobernantes. La locura de la moneda única entre Brasil y la Argentina. La doble vara para medir la violencia según quién gobierne, como sucede ahora en Perú. Una agenda paralela alejada de las demandas sociales, donde se encienden protestas actuales y futuras de muy compleja resolución y consecuencias.
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La mayoría de los argentinos sabe quiénes fueron los últimos candidatos de la presidencia Estados Unidos, pero no podría mencionar los nombres de quienes compitieron por la presidencia de México, Colombia o Perú. No es solo un problema de nuestro país, ocurre en toda la región.
Algunos periodistas locales creen que los Fernández son líderes de la patria grande, que serían aclamados si viajan a Chile, Colombia, Perú o Guatemala, pero casi nadie conoce el nombre del presidente argentino en esos países.
Ubican más a Cristina, que ha sido juzgada por la historia, con un resultado inverso al que ella esperaba. Recorro constantemente países y universidades de la región y no he conocido a nadie, de ninguna ideología, que no la considere culpable de corrupción. No existe un candidato que le invitaría para que le acompañe en el inicio o en el cierre de su campaña en ningún sitio.
Casos ejemplificadores. Cuando ciertos países europeos dieron sus primeros pasos hacia la unidad económica, tenían algunas cosas en común que eran indiscutibles. No incluyeron en el proyecto a países de Europa Oriental, gobernados en ese entonces por dictaduras comunistas, que mantenían economías centralmente planificadas, no eran pluralistas, no incluían a las mujeres en los derechos políticos y tampoco a las minorías de ningún tipo. Se unieron países democráticos, que respetaban las instituciones.
La Casa Rosada se ha convertido en un castillo de Disneylandia, con libretos ajenos a lo real
No habría sido posible imaginar que el presidente de Italia convoque a una rueda de prensa para declarar derogada la constitución, disuelto el Parlamento, anulada la función judicial. Si actuaba de esa manera habría sido destituido inmediatamente y conducido a un psiquiátrico. Si después alegaba que cuando pronunció ese discurso estaba drogado y no sabía de lo que hablaba, no habría logrado que le devuelvan el cargo, sino que habrían prolongado su tratamiento. Un país europeo gobernado por alguien de esa laya, no había sido considerado digno de formar parte de la comunidad europea.
Aunque parezca insólito, el presidente Castillo de Perú actuó de esa manera y sin embargo algunos de los políticos de la región creen que se debe restituir el poder a alguien evidentemente incapaz.
No cabe hablar de la unidad de nuestros países si no existe el acuerdo elemental de respetar las normas constitucionales y la democracia.
Pasa otro tanto con la preeminencia de la protesta social sobre las instituciones. Cuando Lula se posesionó en Brasil, los partidarios de Bolsonaro organizaron una movilización violenta, se tomaron los edificios de los tres poderes del estado en Brasilia y los vandalizaron. Todos nos indignamos por este atentado en contra de la democracia. Actuaron como los partidarios de Donald Trump cuando tomaron el Capitolio, tratando de impedir la proclamación de los resultados de las últimas elecciones norteamericanas.
En ambos casos se produjo un rechazo generalizado a la acción de los violentos, que fue reprimida por las fuerzas armadas de los dos países. Cientos de manifestantes fueron detenidos y enfrentan graves condenas por su actuación, acusados de terrorismo. Biden y Lula ganaron las elecciones con triunfos muy ajustados, pero los millones de ciudadanos que les respaldaron fueron más numerosos y tienen más legitimidad que los miles de extremistas qué pretendían combatir la democracia con métodos violentos.
Hay una pregunta de fondo. ¿Qué vale más: la voluntad de millones de ciudadanos expresada en las urnas o la acción violenta de unos tantos que no respetan las normas del juego democrático?
Necesitamos lograr que mucha gente se involucre en cada uno de nuestros países
En Perú pasa algo peor, pero algunos de los que protestaron por las chifladuras de los extremistas brasileños, quieren que las autoridades peruanas permitan y promuevan el caos. En ese país, los que respaldan a Castillo no sólo destruyen edificios públicos como lo hicieron sus coidearios de Estados Unidos y Brasil, sino que atentan contra la vida y la propiedad de habitantes de ciudades enteras, destruyen sus viviendas, tratan de impedir que los alimentos lleguen a la ciudades, atentan en contra de los derechos humanos.
Sin embargo, como los extremistas brasileños atacaron a un gobierno que llaman de izquierda aunque incluye a todos los partidos políticos, y los manifestantes peruanos quieren romper el orden constitucional, es bueno lo que hacen los unos y malo lo que hacen los otros.
Gabriel Boric tuvo en la Celac posiciones modernas frente a las dictaduras militares del Caribe, herederas políticas de Somoza y Trujillo. No tiene sentido creer que los gobiernos cleptócratas son de izquierda porque han hundido en la pobreza a la mayoría de la población, mientras sus gobernantes robaban a manos llenas, y en eso Boric fue coherente. Sin embargo, cuando habló acerca de Perú, lo hizo sin recordar que sus métodos de pacificación no han convertido a la araucanía en Silicon Valley; sigue la militarización, el estado de guerra y Boric no sabe cómo afrontar el problema.
Cuando se refirió al Perú dio una cátedra de cómo las autoridades de ese país deben enfrentar la violencia. Dijo que se solidarizaba con los peruanos que terminan siendo baleados por un estado que debería defenderlos, cuando solo salen a protestar. ¿Defenderles de quién? ¿De los terroristas que saquean las ciudades?
Boric es el presidente peor evaluado de la historia chilena, en cualquier momento será víctima de una movilización popular que pretenderá deponerlo. ¿Podrá mantenerse en el poder si entrega las universidades para que se conviertan en cuarteles de los golpistas?
Algo semejante ocurre con Gustavo Petro, que también se puso el sombrero de Castillo. Lo más probable es que siga la ruta de todos los presidentes elegidos después de la pandemia, que en un año sus números estén por los suelos, afrontará movilizaciones anárquicas en su contra y tendrá que optar entre movilizar a las fuerzas del orden o huir. ¿Qué hará en esa disyuntiva?
Argentina, país anfitrión del congreso de la Celac, no es como la Alemania Federal que fue el motor de la unificación europea, sino el último país corporativista que queda en el mundo, después del fallecimiento del Generalísimo en 1975.
Desideologizar. La estabilidad de la moneda no es un tema ideológico. Bolivia, Paraguay, Uruguay, Ecuador, México, Chile. Son países con diferentes visiones ideológicas que controlan la inflación. Las cleptocracias de Argentina y Venezuela gobiernan países que fueron muy ricos, que tienen recursos naturales enormes, y están entre los que tienen la mayor inflación del mundo. ¿Será que todos los demás países de la región querrán unificar su moneda con los dos países más fracasados del mundo?
Es una frase para que Lula diga algo simpático y agrande su hubrys, pero en su gobiernos hay economistas y políticos con experiencia, que jamás van a permitir que su país quiebre asociándose con el nuestro.
Argentina se ha vuelto anómica, la mayoría de la población ha naturalizado una serie de aberraciones. El corporativismo clientelista sigue persiguiendo a los productores, hundiendo con impuestos a la clase media, promoviendo la pobreza para que los empresarios pobristas incrementen sus negocios.
En vez de estimular la producción para que la abundancia de bienes y servicios baje los precios por la ley de la oferta y la demanda, despliega grupos delincuenciales dedicados a chantajear a los empresarios, para que controlen los precios de los productos en los supermercados.
Pronto sacará de las cárceles al Batayon Militante para que los ladrones y asesinos se encarguen de controlar la economía. Tal vez les entreguen la misión de aplicar las teorías penales de Zaffaroni para dar seguridad a la población.
Según las organizaciones internacionales que estudian la economía, Argentina está en default. Cuando los Fernández ganaron las PASO de 2019, el dólar costaba 60 pesos, pronto llegará a los 400. Tenemos el porcentaje de pobreza más alto del período democrático. ¿Será cierto que los demás países sudamericanos quieren unificar sus economías con la nuestra?
Inestables. Perú y Ecuador viven una inestabilidad política total. Hemos insistido en esta columna desde hace rato en que la inestabilidad de la región y de la democracia representativa en Occidente no dependen de variables externas.
La persona que trabaja como canciller dijo, cuando se produjo la inestabilidad política en Brasil, que era financiada por los macristas que tenían un plan internacional de lucha en contra de la izquierda. Ese es un libreto de una Casa Rosada que se ha convertido en un castillo de Disneylandia. Los macristas a duras penas pueden financiar su propia campaña electoral, los buenos empresarios son muy ahorradores, guardan sus centavos, si no lo hicieran no serían empresarios. No van a poner su dinero en causas ideológicas.
Tampoco tiene sentido creer que Cuba financia la subversión, cuando es un país que sobrevive en extrema pobreza. Fue una potencia cuando existía
una Unión Soviética que la utilizaba para sus proyectos expansionistas en América Latina o en África, pero actualmente no tiene dinero ni para comprar especies de cocina.
La unidad de una América Latina tan desordenada y dispersa es imposible. Habría que aclarar primero cuáles son los países y gobiernos dispuestos a respetar la democracia y la independencia de poderes.
Los que mantienen la tesis sesentista de que hay que acabar con la democracia burguesa no pueden participar de un proyecto global.
Necesitamos lograr que mucha gente se involucre en cada uno de nuestros países, y participa con los recursos que pueda, para estudiar con seriedad lo que ocurre y encontrar una salida.
Si no seguiremos entregando nuestro destino a líderes incapaces de entender lo que ocurre, mientras crece una protesta inédita.