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Tres textos de opinión analizan el ataque a periodistas y el temor que se quiere enquistar en la gente

El Deber, Andrés Gómez y Juan Pablo Guzmán defienden la libertad de expresión y de información.

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El Deber – Matar al mensajero

La frase de tiempos de Plutarco es traída al presente por el editorial de este domingo para retratar la actitud del Vocero Presidencial que “no duda en considerar que hay una ‘corporación mediática’, que presenta los hechos de una manera diferente a como los ve el Gobierno, como si la mirada del oficialismo fuera la única posible” cuando es real que el informe de los peritos electorales de la OEA desnudó el fraude electoral; es verdad que el informe del GIEI desnudó que hubo muertos antes y después de la renuncia de Evo Morales en 2019 y es incontrastable la conclusión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en sentido de que la reelección indefinida no es un derecho humano.

“El Gobierno ha desplegado muchas estrategias para cambiar la percepción (…). Pero nada de eso le ha funcionado en los hechos. Por lo que ahora va al ataque de los mensajeros de las noticias”, afirma El Deber y coloca en fila a instituciones del Estado, políticos del oficialismo, “guerreros digitales” y ahora al Vocero Presidencial que no solo buscan imponer la teoría fantasiosa del golpe de Estado, sino que atacan a medios y “periodistas libres, libres para sacar sus propias conclusiones y divulgarlas sobre la base de los hechos concretos de la realidad” y que “tienen credibilidad y valentía para alzar la voz y mostrar lo que no está bien en el país”.

El influyente diario cruceño hace una puntualización muy importante. Deja sentado que el ciudadano ejerce su derecho a la libertad de expresión y de información cuando elige un medio para informarse y luego opinar. “Lo peor que puede pasar en Bolivia es que se normalice la censura. Que las voces gubernamentales digan qué se puede y qué no se puede expresar individualmente o a través de los medios de comunicación. Y, finalmente, que tanto amedrentamiento termine provocando autocensura”, finaliza el editorial.

Andrés Gómez – “Tome mi lugar y yo voy a su curul”

En su columna dominical, el periodista y docente universitario cuenta como el fallecido exjefe de Redacción del desaparecido periódico Hoy de La Paz, José Arturo Siles, puso freno en seco a un diputado del oficialismo de principios de los 90, quien llegó a ese diario para que se publique una autoentrevista con un titular escrito por el mismo. “Tome mi lugar y yo voy a su curul”, fue la frase del periodista que murió años después abandonado por su familia pero con la conciencia tranquila de no haber transado. Gómez utiliza ese episodio para “rendir homenaje a todos los periodistas que, en el último tiempo, desmontaron la mentira del ‘golpe de Estado’, demostrando que hubo fraude en las elecciones de 2019”.

Reflexiona sobre que los medios se hacen grandes, no por su solvencia económica, sino por la credibilidad de sus periodistas. “Los periodistas saben que la libertad de expresión, en todas sus manifestaciones, es un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática. Están convencidos que la calidad de la información es esencial para la calidad de la democracia”, afirma Gómez y recuerda que los periodistas denuncian por igual a la tiranía de derecha o izquierda.

Coincide con el editorial de El Deber en sentido de que los personeros del gobierno, al verse incapaz de destruir el contenido de la información, “se trazan como objetivo destruir al productor de la información creyendo que de ese modo anularán la credibilidad del mensajero”, cuando lo que provoca es que “el ataque de un político de reducida credibilidad aumenta la credibilidad del atacado”. El periodista finaliza su artículo de opinión con una sentencia. “El periodista no es un ángel sin sexo. Tiene una posición política y está claramente establecida en sus códigos de ética: la defensa de la democracia”.

Juan Pablo Guzmán – El crucial desafío de vencer al miedo

El periodista y columnista de Página Siete sostiene que el filósofo inglés Thomas Hobbes del siglo XVII y que propugnó que “los integrantes de una sociedad debían cumplir las normas por convicción en el orden que genera armonía, pero también por el temor al castigo que puede desencadenar el desacato de la ley” quedaría perplejo por lo que sucede en Bolivia, en el siglo XXI, donde se infunde temor en la gente que “sin incumplir un ápice de la norma, puede acabar en una celda policial o en una prisión por, simplemente, caerle mal al régimen, o no alinearse o reverenciarse ante él”.

“Se trata de una hábil pero siniestra estrategia para crear una atmósfera de miedo, cuyo fin secundario es  aterrorizar, ya que sus verdaderas balas apuntan a intimidar la libertad, quebrar la resistencia, cultivar el silencio y paralizar la rebeldía. Por algo decía el filósofo francés Michel Montaigne (1533-1592): ‘A lo que más le temo es al miedo’”, enfatiza Guzmán y pone como ejemplo al ciudadano que sale a la calle a expresarse pacíficamente y acaba “molido a golpes” por una turba oficialista ante la pasividad de las instituciones obligadas a garantizar sus derechos.

“Si sumamos a todo lo dicho la otra vertiente de esta perversa trama política, es decir la tergiversación de la información, la fácil calumnia y la difamación gratuita del adversario para borrarlo del escenario y acallar su voz, entonces estamos frente a un escenario donde las reglas de comportamiento de un sistema democrático se pulverizan con el martillo del poder”, agrega y finaliza su texto de opinión con una convocatoria a la gente para librar una nueva batalla por vencer al miedo, “para que sea otro capítulo que dejemos en la historia a nuestros nietos, para contarles que fuimos capaces de derrotar al temor, desatar el alboroto de nuestras convicciones, y volver a recuperar la fe en la ley y en la justicia”.


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