OpiniónInternacional

A mirar Bolivia y Chile, en serio y para delante

El 23 de marzo se conmemoró nuevamente el Día del Mar en Bolivia, avivando viejos fantasmas. Una vez más, presenciamos el mismo espectáculo que el notable escritor boliviano Manfredo Kempff Suárez describe magistralmente en su columna "Diplomacia errabunda" publicada en El Deber en estas semanas. Recomendamos su lectura, ya que ofrece una mirada crítica, madura y renovada sobre la cuestión histórica con Chile.

Loreto Correa Vera

Doctora en Historia de las Relaciones Internacionales. Analista y consultora.

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¿Cuál ha sido la controversia nacional este año?

Primero, se realizó una ofrenda floral al máximo héroe del país, un discurso presidencial menos incendiario pero preciso, seguido por un desfile en la Plaza Abaroa de La Paz. En su discurso, el presidente boliviano anunció el inicio del proceso de disolución de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima, Silala y Recursos Hídricos Internacionales (DIREMAR), una institución creada para revisar y proporcionar elementos teóricos e históricos en las controversias con Chile. El cierre de esta institución es una clara señal de ahorro fiscal, según la propia administración. Pero ¿expresa esta decisión un cambio de rumbo? Ahí es donde nos llevamos la sorpresa.

El presidente Arce argumentó la disolución de DIREMAR y, al mismo tiempo, la evaluación de los juicios iniciados por Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Esta segunda señal, tardía según algunos, busca explicar por qué se gastaron 14,8 millones de dólares en un juicio que pudo haberse evitado. En contexto, es evidente que la disputa de poder entre el presidente Arce y el expresidente Morales ha alcanzado niveles absurdos. Ello, porque queda claro que el mandatario culpa al jefe de los cocaleros de usar el tema de La Haya con otros fines, lo que difícilmente puede desvincularse del atrincheramiento de Morales en la zona del Chapare, y de la disputa por el sillón presidencial.

En estos términos, Chile, vuelve a servir de válvula para un público interno. A la par, se observa que Bolivia está condicionada en estos momentos por una crisis económica e institucional sin precedentes. Por cierto, que no deja de asombrar el peligroso alineamiento estratégico de Bolivia con China y Rusia o Irán y su interés por 28 mil km² en zonas donde se ubicarían “tierras raras” que eventualmente servirán en la carrera nuclear de este último.

 

La Carta de Diplomacia en Democracia

Sin embargo, no solo debemos enfocarnos en esto en lo estatal. El presidente Arce también reacciona ante una nueva plataforma surgida en estas semanas: “Diplomacia en Democracia”. Conformada por excancilleres, exviceministros, diplomáticos nacionales de larga trayectoria profesional e internacionalistas. Este grupo asegura que su iniciativa es independiente y que busca promover la defensa eficaz, moderna y profesional de los intereses nacionales, fortaleciendo una proyección internacional sólida acorde con los desafíos contemporáneos.

Según la carta pública de la nueva plataforma, en los últimos 20 años, la política exterior y la institucionalidad diplomática de Bolivia han sido socavadas, lanzando duras críticas al manejo del servicio exterior por parte de los gobiernos del Movimiento Al Socialismo (MAS).

En este esquema, lo sorprendente no es que haya posiciones opuestas a la conducción del Estado Plurinacional en materia internacional. Lo que llama la atención es que se mantenga el empeño de la escuela diplomática andina, porque los especialistas del Oriente boliviano no coinciden con ello, en insistir en la soberanía marítima en el Pacífico, cuestión que no es apelable ni internacional ni bilateralmente concluyendo que:

“Finalmente está claro que su ineptitud e incapacidad -refiriéndose al gobierno- tampoco les ha permitido formular una nueva política de relacionamiento con Chile, limitándose a repetir discursos del pasado. Tras el fracaso en La Haya, dicha posición debe ser revisada con objetividad y pragmatismo, estableciendo un nuevo marco de diálogo bilateral con el propósito de alcanzar un acuerdo para reintegrarnos al océano Pacífico.”

Esta misma diplomacia andina, y no se trata de apoyar al MAS, insiste en el tema marítimo. ¿Hay otras voces recientes? Sí. La del gobierno de Arce que ha venido mirando otros temas de la agenda binacional con Chile en los dos últimos años y que apunta a asuntos ciudadanos permanentes que afectan a la ciudadanía, y una posterior al discurso del 23 de marzo, emitida por ex cónsul de Bolivia en Chile, Walker San Miguel, en razón a restaurar el tránsito ferroviario entre ambos países. Un imperativo sin duda y que contribuiría al libre tránsito boliviano para su comercio exterior, que suele olvidar que la distancia a las costas y no la soberanía es lo que encarece sus productos.

Dado lo anterior, permítannos un baño de realidad: Hoy está descartado que cualquier sector político en Chile revise el tema del reclamo de soberanía de Bolivia en las costas del Pacífico.

 

Una mirada desde Chile

En Chile, el 23 de marzo esta vez, no tuvo cobertura alguna en los medios.

Ciertamente, el gobierno del presidente Boric ha insistido en mejorar el relacionamiento con Bolivia y lo ha hecho por razones de interés nacional, qué duda cabe. Primero, porque existe un estado de excepción constitucional que ya lleva tres años en la frontera con Bolivia a causa del ingreso de extranjeros por pasos no habilitados y la presencia del crimen organizado y que se ha prorrogado una y otra vez. Este no es solo un documento, involucra recursos humanos y económicos, institucionales en la frontera norte. Dispuesto por el Decreto N° 138 del 22 de marzo de 2022, las fuerzas armadas chilenas están desplegadas en la frontera con Bolivia resguardando la seguridad del ingreso irregular de personas al territorio. Segundo, porque las estadísticas de Gendarmería de Chile de noviembre de 2024 han establecido que del 15,1% de los presos extranjeros en Chile, esto es, 8.968 personas extranjeras privadas de libertad en las cárceles chilenas, el 24,38% (2.187 personas) son bolivianos; la mayor parte de ellos encarcelados por la Ley N° 20.000 que sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas. Finalmente, porque hay que recordar que en Chile habitan a fines de 2024, 180.266 bolivianos, esto es, el 9,4% de los extranjeros que registra el Servicio Nacional de Migraciones.

En efecto, se funciona sin relaciones diplomáticas formales con Bolivia desde 1978, pero conversa con sus autoridades siempre. Chile sabe que Bolivia está en medio de una debacle político-institucional y económica complejo, probablemente la crisis estructural de un modelo estatista que fracasa en las calles. Quizás la más profunda desde el retorno a su democracia en 1985. Un país que padece de una inflación silenciosa, que se observa en los mercados y las calles y que afecta a los más modestos: un kilo de pollo que pasa de 11 a 23 pesos, un litro de leche que pasa de los 6,5 a los 8 pesos o un maple de huevos que pasa de los 40 a los 80 pesos en Santa Cruz. Todo en un año. Bolivia está sin gas que exportar, sin industria de litio real, sin dólares, sin diésel, sin divisas, sin inversión extranjera efectiva y rentable en el corto plazo, con empresas yéndose del país, con un descenso del comercio interno. En lo político, el país se apresta a nuevas elecciones, pero sigue afectado por las consecuencias de un manejo político cuestionable tras el arresto irregular del principal líder de la oposición, Luis Fernando Camacho, por los efectos de la sentencia política dictada contra la expresidenta Jeanine Añez, que los mantienen en la cárcel, por numerosos casos de corrupción. A ello se suman los problemas internos del MAS, las permanentes arremetidas de Evo Morales y sus huestes, y los efectos del pseudo golpe de Estado de mediados de 2024, traducidos en una desconfianza elevada al sistema político que tienen a Arce con escasa aprobación. No deseo seguir.

Por todo ello, ¿con qué recursos podrían destinarse energías que no hay, al tema marítimo? ¿Objetivamente?

Lo positivo, lo que se apunta de los efectos de no tener servicio exterior en forma. Lo que no se menciona en la declaración: que ambos países han conseguido conversar de temas fundamentales, tales como facilitación fronteriza, controles integrados, temas aduaneros, comerciales (ACE 22), temas fito y zoosanitarios, migraciones, temas policiales y lucha contra el contrabando, asuntos de desarrollo fronterizo con las subcomisiones de riesgos y atención de desastres, salud, turismo y transporte. Ello, además de dos reuniones del Comité de Frontera e Integración (XV y XVI) realizadas en Arica y en La Paz, respectivamente.

En resumen, la nueva visión de la diplomacia boliviana que se presentó en la declaración, se queda corta con Chile. Omite, por ejemplo, el reconocerse de nuevo entre autoridades tras los pleitos de La Haya en estos tres años, cuestión que concluyó con la relevante reunión del 20 de diciembre de 2024 entre la ex Ministra del Interior, Carolina Tohá, y el Canciller chileno, con el Ministro del Interior de Bolivia, Eduardo del Castillo. Recordemos que esta reunión terminó con la firma de un Acuerdo Interinstitucional de Cooperación Migratoria y su Protocolo Adicional; al cual se suma un Acuerdo de Cooperación contra el Contrabando con el Ministerio del Interior y Seguridad Pública y el Ministerio de Hacienda, o el tercer protocolo respecto del Tránsito Vecinal Fronterizo, con el Ministerio de Relaciones Exteriores.

En efecto, probablemente el cierre de DIREMAR, la revisión de los pleitos y una explicación nacional habrán de llenar planas para los bolivianos en estos días. Sin embargo, la carta de Diplomacia en Democracia apunta hacia el mañana, y al dejar fuera los avances, cuestiona algo que ni esta administración de Chile ni las siguientes van a hacer, esto es, volver sobre los fallos de la Corte Internacional de Justicia. ¿Será mucho pedir tener políticas de Estado o es que la única política exterior de Estado de Bolivia es la reintegración marítima? Porque de ser así, y aun entendiendo que el tema sea constitucional, como tantos otros que no se cumplen, salga quien salga electo este 2025 en Chile y Bolivia, no verán luz para adelante.

Sin duda, es necesario reflexionar a fondo sobre estos temas, porque habrá cambio de gobierno en ambos países. Sería contradictorio que, en vez de avanzar con Chile, las propuestas de la vieja guardia diplomática boliviana fueran en detrimento de los logros. Logros que, en materia de seguridad y manejo de personas y fronteras, finalmente tienden a conducir las relaciones binacionales al siglo XXI hacia lo pertinente. Bien haría la oposición boliviana en reconsiderar estos aspectos, recordar con fuerza que su gente y sus tierras son extraordinarios y que cuando se unen en razón, vencen lo imposible. Impetrar a Chile no es la salida a los problemas de Bolivia.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Loreto Correa Vera

Doctora en Historia de las Relaciones Internacionales. Analista y consultora.

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