OpiniónEconomía

A un presidente libertario

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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“El ejercicio democrático dio su veredicto y usted fue elegido democráticamente por una población insatisfecha con el estado actual de las cosas y que quiere un cambio.”​

Así comencé la columna de opinión “A un presidente progresista”, en junio de 2022. Ahora reflexiono sobre la victoria del presidente electo Milei, rescatando algunos pensamientos que también se aplicarían en este caso.

Primero. Es posible que su elección sea un castigo, “más que una elección por su persona y por su ideología. Varios gobernantes han supuesto erróneamente que la votación recibida es un cheque en blanco, sin tomar en cuenta que deben combinar el apoyo legítimo con la pluralidad democrática.”

Por otra parte, “en lo económico, aprenda lo que no pudieron sus antecesores: a combinar las genuinas inquietudes de la población con los medios adecuados para la transformación.”

De igual forma recomendé, construya “instituciones, no sólo apruebe leyes. Siembre institucionalidad en quienes conforman el aparato estatal, no se dedique a rodearse sólo de sus correligionarios.”

Finalicé diciendo, y tal vez lo más importante, “es ahora presidente de todos quienes viven en su país. Deje atrás la polarización reciente y plasme los deseos sinceros de su población de tener más y mejores oportunidades no sólo para trabajar y emprender, sino para vivir.”

En el caso del presidente electo le diría que una clave para el éxito de sus propuestas es la secuencia, la temporalidad y la velocidad de las reformas. La rama de la ciencia económica denominada “economía política” enseña como viabilizar las propuestas y evitar su rápida reversión. Eso incluye el mapeo de los eventuales perdedores y de las compensaciones que podrían mitigar el rechazo.

Coincido con Hernán Lacunza, exministro de Hacienda de Argentina, que para retomar la agenda de crecimiento la secuencia aconsejada es laboral, comercial, tributaria y regulatoria.

En lo laboral tendrá que darle alta flexibilidad a la par de un sistema de protección social, para que las personas puedan moverse entre sectores, en particular como resultado de las modificaciones del tipo de cambio y el resto de los precios.

A continuación, la reforma comercial que permita conseguir más divisas principalmente quitando las innecesarias restricciones a las exportaciones, causantes del estancamiento en la economía argentina.

Posteriormente viene la reforma tributaria, que necesita replantearse no sólo en términos de tasas impositivas, sino también de procedimientos. Por ejemplo, nuestro país tiene tasas bajas de IVA e impuesto al ingreso respecto al promedio latinoamericano, pero procedimientos caros en términos de tiempo y de la probabilidad de fiscalizaciones arbitrarias.

Y luego viene una reingeniería regulatoria. En Latinoamérica, en lugar del Estado que apoya y protege, tenemos por lo general uno que pone trabas y desprotege a quienes lo financian con impuestos.

Para la estabilización, la secuencia es fiscal, monetario y recién cambiario. Celebro que Milei esté al tanto del descalabro financiero y de que sepa que no podrá estabilizar sin atender ese sector.

Un apunte adicional. Es conocida la desconfianza de Milei sobre la banca central, pero el pecado original está en lo fiscal, por más que el síntoma más notorio sea monetario. Si decide dolarizar, debe encararlo cuando estén las condiciones y se creen los mecanismos para evitar y mitigar los efectos negativos y colaterales de la medida. Los argumentos esbozados por el mejor economista argentino de los últimos 10 años Ivan Werning del MIT son válidos y oportunos.

Termino con un consejo que también plasmé previamente: “busque las ‘victorias tempranas’ que sean las mejores en términos de resultados y de costos. Rehúya a quienes le indiquen que existen las soluciones rápidas y mágicas, o a aquellos que creen que simplemente cambiando los rótulos y creando narrativas, sin transformar la esencia, se puede cambiar.”

En resumen, rodéese de buenos economistas técnicos, pero también de buenos políticos.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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