Opinión

Alerta generalizada, ¿será suficiente?

Maggy Talavera

Comunicadora y periodista

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El anuncio hecho por el Fiscal General del Estado hace unos días, anticipando el cierre del caso fraude electoral iniciado en octubre de 2019, provocó de inmediato una seguidilla de reacciones no solo entre los opositores políticos al partido de gobierno -señalado como el autor del fraude-, sino también entre los más variados sectores de la sociedad civil. Está por demás decir que el oficialismo aplaudió el anuncio, sin exteriorizar sorpresa alguna. En realidad, ni unos ni otros deberían haberse sorprendido con el tenor del anuncio fiscal, al menos no si han estado acompañando la actuación del Ministerio Público, sobre todo en los casos que, como este, tienen relación con el poder político del partido de gobierno.

En realidad, lo que sorprende es ver aun, a estas alturas de los hechos, que haya quien se sorprenda con anuncios como el realizado por el propio Fiscal General. Más preocupante todavía es ver entre los sorprendidos a muchos políticos de oposición, entre los que hay más de un afectado en sus derechos por la judicialización de la política a la que apuesta el partido de gobierno, ¿o no es así? Habrá que preguntarles qué más esperan que ocurra en el país para terminar de conocer al oponente político que tienen al frente, para tomar consciencia del alcance y peso del proyecto al que apuesta desde hace casi dos décadas, y para actuar de manera inteligente, coherente y consecuente con los ideales democráticos que dicen defender.

Por supuesto que no es una tarea fácil, sobre todo en tiempos dominados por una cúpula partidaria autoritaria, como lo es sin duda la del MAS. Una dureza que, lejos de aminorar a medida que va logrando su objetivo de acallar voces opositoras, solo aumenta. Un fiel reflejo de “el Partido” descrito por George Orwell en su libro “1984”, que vuelvo a citar: “Mientras más poderoso sea el Partido, menos tolerante será. A una oposición más débil corresponderá un despotismo más implacable”. En esa ficción de Orwell -que hoy es tan real no solo en nuestro país, sino en tantos otros- “el Partido” busca el poder por el poder y se funda sobre el odio, el sufrimiento y la humillación. “No basta con la obediencia”, es la consiga de “el Partido”, para el cual hacer sufrir es imprescindible. Ya lo hemos visto.

Pero volvamos a nuestra realidad (que insisto, no dista mucho de la ficción de Orwell). La tarea demandada hoy más que nunca a las fuerzas contrarias al partido de gobierno será todavía más difícil si no son capaces ahora mismo de dar un giro radical en sus posiciones y actuaciones. Un giro que pasa, necesariamente, por dejar de actuar de manera dispersa, individual en muchos casos, incluso más antagónicos entre opositores, que frente al MAS. Ya los vimos actuar así en el proceso constituyente, luego en 2008 frente al caso Porvenir y también en 2009, en el caso Rôzsa. Siguieron repitiendo errores en 2019 ¡e incluso en 2020, increíble! Y no, no se trata de pretender un bloque único para todo y en cualquier circunstancia. Se trata de sumar fuerzas para librar batallas extraordinarias, difíciles pero vitales, que son imposibles de vencer si van al frente de manera dispersa y caótica.

La que toca retomar ahora, que no es otra que la defensa de lo que aun podemos salvar de nuestra democracia, demanda esa cohesión de todas las fuerzas democráticas, no solo las representadas por los partidos u organizaciones políticas, por supuesto, pero sin ellas no es posible frenar la carrera hacia un régimen cada vez más autoritario en Bolivia. Las fuerzas democráticas expresadas desde la sociedad civil también son imprescindibles, pero solo ellas no bastan, como ya lo hemos visto a lo largo de la historia de Bolivia y, sin ir muy lejos, a fines de 2019. Ya no es momento de estar lanzando mensajes esporádicos y como titulares de prensa individuales, ni de acciones por bloques o grupos. Tras lo dicho por el Fiscal General, todas esas fuerzas democráticas debieron salir a convocar una gran concertación para fijar una posición clara, sólida y de largo aliento.

Ya no es momento de estar esperando otra vez llegar al borde del precipicio, para solo en ese momento actuar y evitar la caída. El partido de gobierno apuesta a ese juego, le va bien manteniendo al país al borde del precipicio, como le va bien también alimentando la confrontación, la violencia, la división. Insisto en lo dicho ya en el artículo del domingo anterior: estamos a tiempo para evitar llegar a los extremos vistos en Cuba, Venezuela y desde hace tiempo también en Nicaragua. Estamos a tiempo, pero cada vez con menos margen de reacción y del logro de resultados que nos permitan salvar los derechos y las garantías constitucionales de las que aun gozamos. Como dijo hace poco Jimena Costa, “hay que preocuparse, hay que asustarse… pero sobre todo, hay que ocuparse del tema y no agachar la cabeza”. 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Maggy Talavera

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