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Algunos deseos para el 2025

Emilio Martinez

Escritor y analista político

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Por supuesto, se dirá al leer la siguiente lista que idealizamos. Pero a veces es bueno acordarse de aquella opinión del estratega Dick Morris, hacedor de presidentes, quien pragmáticamente aconsejaba adoptar el idealismo “porque funciona”. Veamos:

Que se libere a todos los presos políticos, mediante amnistía general, irrestricta e incondicional.

Que el Estado “deje hacer” al agro. Que se produzca y exporte libremente, sin cupos ni controles de precios.

Que el reino del Chapare deje de ser soberano y que su cabecilla rinda cuentas ante la justicia nacional e internacional (CPI y Corte IDH).

Que se logre ir a elecciones generales con un mínimo de transparencia, con un nuevo padrón o una revisión minuciosa del existente.

Que haya un nuevo mapa electoral, con circunscripciones más acordes a las realidades demográficas.

Que la unidad opositora se consolide en torno a un proyecto de libertades políticas y económicas, con más sociedad civil y menos Estado.

Que ese proyecto implique un cambio de paradigma, que vaya mucho más allá de una simple re-administración del estatismo desde la clase media.

Que la oposición despliegue un aparato de control electoral tan amplio y eficiente como el logrado para el referéndum del 21-F.

Que en la elaboración de las listas parlamentarias se incorpore un sentido meritocrático, incluyendo a intelectuales que puedan replantear la relación de las regiones con el Estado.

Que se vuelva a hablar en serio de profundizar las autonomías o de empezar a caminar hacia el federalismo, en un país cuyo PGE va en un 90% a manos del gobierno central.

Que se hable sin miedo de cambios constitucionales: el invento de La Calancha no es intocable y significa, más bien, un obstáculo clave para un nuevo ciclo político democrático y para una transformación del sistema judicial.

Que en el renovado proyecto de autogobiernos regionales se incluyan guardias forestales departamentales, para la defensa de los bosques frente a los avasalladores incendiarios.

Que el proyecto opositor se plantee ordenar la macroeconomía, pero también aliviarle la vida diaria al ciudadano, recortando la tramitología y la burocracia.

Que se apunte a un Banco Central autónomo, protegido de la influencia del gobierno de turno, como clave para una política monetaria estable.

Que cualquier eventual brote de bonanza extractivista (litio u otros) sea “sembrado”, financiando vouchers educativos para los jóvenes, sobre todo para el desarrollo de capacidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus iniciales en inglés).

Que la política exterior de Bolivia deje de alinearse con el club mundial de los dictadores (Rusia, China e Irán).

Y si todo lo planteado parece mucho o difícil de realizar, recordemos con Viktor Frankl que “el que tiene un por qué encuentra el cómo”.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Emilio Martinez

Escritor y analista político

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