Escucha la noticia
Por supuesto, se dirá al leer la siguiente lista que idealizamos. Pero a veces es bueno acordarse de aquella opinión del estratega Dick Morris, hacedor de presidentes, quien pragmáticamente aconsejaba adoptar el idealismo “porque funciona”. Veamos:
Que se libere a todos los presos políticos, mediante amnistía general, irrestricta e incondicional.
Que el Estado “deje hacer” al agro. Que se produzca y exporte libremente, sin cupos ni controles de precios.
Que el reino del Chapare deje de ser soberano y que su cabecilla rinda cuentas ante la justicia nacional e internacional (CPI y Corte IDH).
Que se logre ir a elecciones generales con un mínimo de transparencia, con un nuevo padrón o una revisión minuciosa del existente.
Que haya un nuevo mapa electoral, con circunscripciones más acordes a las realidades demográficas.
Que la unidad opositora se consolide en torno a un proyecto de libertades políticas y económicas, con más sociedad civil y menos Estado.
Que ese proyecto implique un cambio de paradigma, que vaya mucho más allá de una simple re-administración del estatismo desde la clase media.
Que la oposición despliegue un aparato de control electoral tan amplio y eficiente como el logrado para el referéndum del 21-F.
Que en la elaboración de las listas parlamentarias se incorpore un sentido meritocrático, incluyendo a intelectuales que puedan replantear la relación de las regiones con el Estado.
Que se vuelva a hablar en serio de profundizar las autonomías o de empezar a caminar hacia el federalismo, en un país cuyo PGE va en un 90% a manos del gobierno central.
Que se hable sin miedo de cambios constitucionales: el invento de La Calancha no es intocable y significa, más bien, un obstáculo clave para un nuevo ciclo político democrático y para una transformación del sistema judicial.
Que en el renovado proyecto de autogobiernos regionales se incluyan guardias forestales departamentales, para la defensa de los bosques frente a los avasalladores incendiarios.
Que el proyecto opositor se plantee ordenar la macroeconomía, pero también aliviarle la vida diaria al ciudadano, recortando la tramitología y la burocracia.
Que se apunte a un Banco Central autónomo, protegido de la influencia del gobierno de turno, como clave para una política monetaria estable.
Que cualquier eventual brote de bonanza extractivista (litio u otros) sea “sembrado”, financiando vouchers educativos para los jóvenes, sobre todo para el desarrollo de capacidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus iniciales en inglés).
Que la política exterior de Bolivia deje de alinearse con el club mundial de los dictadores (Rusia, China e Irán).
Y si todo lo planteado parece mucho o difícil de realizar, recordemos con Viktor Frankl que “el que tiene un por qué encuentra el cómo”.