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El alumbrado público siempre ha significado símbolo de atención de parte de las autoridades locales a las áreas más alejadas del territorio, y con el tiempo se ha asociado a un entorno habitable, seguro y atractivo para los ciudadanos.
En Bolivia, el alumbrado público es competencia de los Gobiernos Autónomos Municipales, y en la mayoría de las veces representa un gasto, pues a medida que la mancha urbana crece se requiere más recursos para comprar las luminarias y la infraestructura para su instalación, pagar el consumo de electricidad y garantizar su mantenimiento.
Dado que la electricidad es proporcionada por las empresas distribuidoras de electricidad, este servicio normalmente se cobra en la factura de luz al ciudadano; como un porcentaje de su consumo, y se concilia las cuentas con la Alcaldía tanto por el consumo de energía eléctrica y en algunos casos por el uso de los postes donde se instalan las luminarias. Según el anuario estadístico 2018, emitido por la Autoridad de Fiscalización de Electricidad y Tecnología Nuclear (AETN), en Bolivia, la demanda de electricidad para alumbrado público alcanza el 5.5 % de la demanda total de electricidad en el país.
La mayoría del alumbrado público se basa principalmente en lámparas de vapor de sodio de alta presión y halogenuros metálicos, generando impactos negativos para el medio ambiente. Los sistemas tradicionales de alumbrado público han causado varios problemas como el propio mantenimiento o su bajo índice de reproducción cromática haciendo que todo parezca amarillento.
Con la irrupción de la tecnología SSL (Solid State Lighting); comúnmente conocida como LED, se ha producido una revolución en el alumbrado público, debido fundamentalmente a que se reduce la demanda de electricidad y como consecuencia reduciendo sus costos de operación. Además de proveer a la población confort visual y seguridad, reduciendo impactos negativos al medio ambiente.
Otras de las ventajas de la iluminación LED para alumbrado público son que estas alcanzan su máxima luminosidad de forma instantánea, no necesitan tiempo para calentarse, lo que las convierte en una fuente de luz más flexible, y como no contienen plomo, ni mercurio u otros gases nocivos son más respetuosas con el medio ambiente, generan menos emisiones de CO2, menor deslumbramiento al estar dirigidas a la superficie de la carretera y no afectan gravemente a la visión de los conductores, tienen un rendimiento de color más preciso, lo que facilita el reconocimiento de los objetos por parte de los conductores y de otras personas, generan más producción de luz, ya que la iluminación LED funciona mejor a temperaturas más bajas, lo que es beneficioso durante los meses de invierno, y pueden soportar condiciones climáticas más extremas, y tienen mayor protección contra el polvo y agua.
Además, pueden ser controladas de forma remota, permitiendo que la iluminación sea atenuada cuando los sensores no detectan movimiento o se ilumine más cuando hay actividad. También se puede configurar para que se adapte a la densidad del tráfico o se puede combinar con el control del tráfico de vehículos, el clima y la cantidad de luz natural disponible.
Hay una segunda generación de luminarias LED alimentadas con energía solar. Si bien su uso es recomendable en parques, jardines o áreas recreativas, su instalación rápida y sencilla, su iluminación eficiente, y al ser una luminaria autónoma, la convierte en una solución económica que cada vez gana más terreno con los nuevos y mejores modelos para ser usados en cualquier parte.
Existe una segunda revolución en camino, que consiste en utilizar a las luminarias como parte del sistema de comunicación e interacción de una Ciudad Inteligente, a través del Internet de las Cosas (IoT). Para esto, el equipo de control de la luminaria (Driver o convertidor LED) debe incorporar capacidad almacenamiento y tratamiento de datos mediante arquitecturas digitales basadas en un microprocesador, y disponer de la capacidad de almacenamiento e intercambio bidireccional de esta información.
Esto hace posible que cada luminaria para alumbrado exterior se pueda convertir en un servidor de datos (data-enabled lighting), y toda la infraestructura de alumbrado público, no solo sirve para iluminar, si no también pasa a ser un servicio de recolección de datos, almacenamiento y transmisión de estos, convirtiéndose en nodos de la infraestructura de Internet de las Cosas (IoT).
Si sustituimos la infraestructura actual del alumbrado público por otra basada en tecnología punta, transformándolo en un sistema de alumbrado público inteligente, ahorraremos energía y por ende dinero. Con el ahorro generado por el consumo de energía eléctrica, se pude financiar perfectamente la sustitución de todas las luminarias antiguas y construir perfectamente un sistema de alumbrado público inteligente.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo