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Luis Arce llegó a la mitad de su gestión y necesita hablar contra Jeanine para generar emociones (positivas y negativas) en el cerebro político del elector, afiliado y militante del MAS (evista o arcita). Desde su perspectiva, la gestión 2020 fue la interrupción del mal contra el bien, la llegada al poder de la derecha neoliberal que dejó al Estado yesca. La primera ola de la pandemia, cuando, literalmente, a todo el mundo tomó por sorpresa, en modo respuesta a una emergencia de salud pública y, obviamente, sin vacunas, es una anécdota en relación a la forma que gobernó Añez. ¿Para qué necesita Arce de Jeanine?
Los mensajes políticos combinan argumentos racionales: gestión en retrospectiva y perspectiva, con recursos emocionales: esperanza, miedo e ira. La esperanza produce ilusiones, la ira provoca indignación. El propósito de ambas es generar climas de opinión, ya sean favorables o desfavorables a la continuidad o al cambio. Eso depende de la estrategia discursiva de los actores políticos en carrera política-electoral.
En Bolivia ya estamos en una carrera preelectoral. Luis Arce y Evo Morales llevan la delantera, mientras que sus potenciales opositores solo aparecen en encuestas de dudosa procedencia. La disputa entre dos facciones en el MAS es lo que ha condicionado la agenda mediática nacional, la gestión pública estatal, y las reacciones políticas de la gran corriente antimasista en el país. Es decir, ha incentivado más de un clima de opinión.
De este modo, mientras las dos facciones azules recurren a argumentos racionales y recursos emocionales, las tendencias opositoras se limitan a caras conocidas, denuncias contra la gestión del gobierno y la ilusión de la unidad.
Ahora bien, el informe de mitad de gestión del presidente Arce tiene como mensaje principal posicionarlo como el hombre que impulsó y fortaleció la industrialización en Bolivia. Como es un experto para jugar con los números, recurrió a la esperanza (prospectiva), mediante el dibujo de un futuro próspero con economía de base ancha y un centenar de empresas estatales, para decirnos, subliminalmente, que estamos avanzando hacia el mundo industrializado gracias a él. Aunque la calle grite otra realidad, lo que más le importa es que crean en su relato. Hasta aquí el argumento racional de su mensaje político.
Recordar la gestión transitoria de Jeanine Áñez es el recurso emocional estrella de Luis Arce porque, al combinarlo con sus datos aburridos (argumento racional), plantea una prospectiva (esperanza, continuidad) y retrospectiva (miedo, ira al cambio con la derecha mala) favorable a su carrera preelectoral. Es para esto que la gestión transitoria de la expresidenta es -y será- su referente con el objetivo de generar sentimientos negativos y, por ende, un clima desfavorable contra los opositores que se ubican ideológicamente a su derecha.
Resulta claro que el presidente empieza la segunda mitad de su gestión con Evo como adversario a su izquierda y sus opositores como enemigos desde la derecha. A pesar de que su estrategia discursiva quiere crear un clima de opinión favorable a su continuidad en el poder, lo que se vive en las calles ante la falta de dólares, el alza de precios de algunos productos básicos como el huevo, la corrupción en proceso de crecimiento, el narcotráfico de base ancha, y la dependencia política del poder judicial, son hechos que están construyendo un clima de opinión desfavorable a su continuidad y otro favorable al cambio.
Los problemas económicos no se iniciaron cuando Jeanine fue presidenta, empezaron cuando Arce era el ministro que manejaba la plata.