Escucha la noticia
El gobierno de Javier Milei ha trabajado incansablemente para atraer inversión extranjera directa como una de las claves del saneamiento económico argentino. Sin embargo, el ritmo de liberalización y desregulación se ha visto condicionado por la falta de mayoría oficialista en el Congreso, lo que ha obligado a la administración libertaria a tomar medidas de emergencia para sostener el plan de transformación estructural. En este contexto, el reciente acuerdo luego de 15 meses de negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por $20.000 millones (un monto mayor al que cualquier cálculo había estimado), sumado a $5.000 millones adicionales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, se presenta como una herramienta crucial para consolidar la estabilidad monetaria y avanzar en la senda de la bimonetariedad y la dolarización.
A diferencia del endeudamiento durante el gobierno de Mauricio Macri, que solo sirvió para financiar desequilibrios fiscales sin resolver los problemas estructurales de la economía, el nuevo acuerdo con el FMI tiene un propósito radicalmente distinto. Estos fondos no se utilizarán para evitar el ajuste –el cual ya se ha ejecutado con un éxito notable en términos de equilibrio fiscal–, sino para seguir saneando el balance del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y fortalecer el camino hacia la bimonetariedad y la dolarización. El eje de la política económica de Milei ha sido claro desde el primer día: terminar con el déficit, ordenar las cuentas públicas y eliminar las distorsiones que impiden el crecimiento sostenible del país.
En este sentido, la reciente escalada del tipo de cambio, que alcanzó los 1.300 pesos por dólar, no responde a un problema de flujos sino de stock de reservas del BCRA. En este sentido, con la inyección de estos nuevos fondos, las reservas brutas del Banco Central alcanzarían los $50.000 millones, eliminando cualquier atisbo de crisis cambiaria, reduciendo la volatilidad y generando una recuperación sostenida de los mercados. En paralelo, este proceso de consolidación monetaria fortalecerá la confianza en la economía argentina y acelerará la llegada de capitales extranjeros, que hasta ahora se han mantenido en compás de espera debido principalmente al la vigencia del cepo.
Otro aspecto fundamental que debe resaltarse es que, si bien el Estado argentino está incrementando su deuda con el FMI, al mismo tiempo está reduciendo considerablemente su deuda con el Banco Central. La cancelación total de las Leliqs ha sido un hito en este proceso, permitiendo limpiar el lado pasivo del balance financiero contable del BCRA. Ahora, con este nuevo acuerdo, el gobierno de Milei busca fortalecer el lado de los activos y garantizar la estabilidad monetaria a largo plazo, despejando cualquier especulación con un atraso cambiario y una posible devaluación del peso en consecuencia.
Es cierto que Milei ha sido un crítico feroz del FMI, a quien ha calificado como “la entidad más perversa del mundo”. No obstante, lo que resulta innegable es que el ajuste fiscal del 20% del PIB que el gobierno argentino ha llevado a cabo desde el primer día y alcanzando el superávit desde el primer mes, supera con creces cualquier condicionamiento que el propio FMI hubiera exigido a cambio de estos $20.000 millones. La consolidación fiscal ya es un hecho, tanto así que la negociación con el FMI se hace además con un crecimiento interanual del 5,5% del PIB y habiendo dado un salto de 21 puestos en el Índice de Libertad Económica en cuestión de apenas un año, y lo que sigue ahora es consolidar también y definitivamente la política monetaria y financiera del país con el fin del cepo cambiario.
Indudablemente, la oportunidad de una Argentina de crecer a largo plazo con una economía sana y abierta al mundo nunca ha estado tan clara como ahora.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo