OpiniónEconomía

Argentina y su ejemplo

Antonio Saravia

Economista

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Escribo esta columna desde Buenos Aires a dos días de que se celebren las elecciones en nuestro país. Es siempre grato reencontrarse con la ciudad de la furia. Venía con muchas ganas de ver el país de Milei y debo decir que mi primera impresión, después de cuatro años de ausencia, es tremendamente positiva. Buenos Aires ha cambiado, Argentina ha cambiado. Todavía hay mucho recorrido por hacer para salir de la profunda crisis que dejó el kirchnerismo, por supuesto, pero aquí, incluso en este crudo invierno, se respira orden, seguridad y, por fin, esperanza. ¿Podremos decir lo mismo los bolivianos en un par de años? ¿Será capaz el nuevo gobierno de llevarnos por la senda de la libertad y el progreso que parece estar caminando Argentina?

Milei asumió en diciembre de 2023 y lo que su gobierno ha logrado hasta el momento es digno de admiración. Probablemente el logro más destacado a nivel de medios nacionales e internacionales haya sido la estrepitosa caída de la inflación. Cuando Milei asumió la presidencia la inflación llegaba a 211%, pero la inercia hizo que siguiera subiendo durante los primeros meses de mandato hasta llegar a 292% en abril del 2024. A partir de ahí, sin embargo, se vino abajo y ahora se proyecta una tasa anual de 27% para cerrar el año. Todavía muy alta, sí, pero muchísimo menor a la que se heredó. De hecho, la inflación mensual fue de solo 1,9% el mes pasado lo que significa que los precios subieron en un mes lo que antes subían en un día. Tanto progreso ha logrado la Argentina en esta materia, y tan mal lo hemos hecho nosotros, que ahora nuestras tasas de inflación se parecen mucho (Bolivia está alcanzando ya un 25% de inflación anual). Nos estamos encontrando en el gráfico, pero ellos van de bajada y nosotros de subida.

La reducción de la inflación no es solo un logro estadístico. Cuando los precios dejan de subir lo que sube es el salario real (el poder de compra), sobre todo de los sectores más pobres que típicamente no tienen como protegerse de la inflación; se reinstala además la confianza en la economía y se restituye la posibilidad de pensar e invertir a largo plazo. Sin una reducción de la inflación, es decir, sin la restitución de la estabilidad macroeconómica, nada es posible.

Aunque menos mediático, otro logro espectacular de Milei fue la masiva reducción del gasto público casi de forma inmediata. ¡El gobierno de Milei redujo un 30% de gasto fiscal en un año! Esto no tiene precedente. Nunca en la historia de la humanidad ningún gobierno había logrado esto en tiempos de paz. ¿Cómo se logró? Eliminando empresas públicas, reduciendo ministerios, cortando presupuestos, etc. Para muestra un botón: ¡Milei redujo en un año un 15% de los trabajadores públicos (40,000 personas)!

Esta es, en mi opinión, la columna vertebral de la transformación de este país. La reducción del gasto público hizo que el gobierno pueda cerrar su eterno déficit fiscal (heredaron un déficit de 15% del PIB sumando lo del tesoro y lo del Banco Central), deje de pedirle al Banco Central que imprima inorgánicamente para cubrir los agujeros fiscales (eliminando, por lo tanto, la inflación) y reduzca la influencia de una burocracia elefantiásica en las decisiones de los individuos. Y ojo, lo repito por su importancia, el cierre del déficit fiscal se logró reduciendo gasto, no subiendo impuestos.

Sin equilibrio fiscal y sin parar la inflación era imposible crecer. Cuando el gobierno de Milei solucionó estos problemas, la Argentina volvió a sostener crecimiento económico. La economía creció el 2024 de punta a punta a un ritmo del 5%. Esto es realmente impresionante considerando la tremenda debacle que se había heredado el 2023. Lo significativo de este crecimiento económico es que la tremenda reducción del gasto (el famoso “ajuste” del 30% mencionado arriba) no fue recesivo como se temía. Cuando la reducción del gasto viene acompañada de reducción de impuestos y una agresiva desregularización, la economía puede crecer y así pasó.

Esta es una lección y un ejemplo para Bolivia. Nosotros también necesitaremos hacer una reducción muy fuerte del gasto público, pero nuestros timoratos líderes de oposición no se la juegan de forma decidida a plantearlo por el temor al efecto recesivo. Pero si al mismo tiempo que reducimos fuertemente el gasto abrimos las fronteras, reducimos impuestos, desregularizamos el mercado laboral, permitimos la libre importación de combustibles, eliminamos cupos a la exportación y removemos todos los controles de precios, la economía puede crecer como lo hizo en la Argentina.

Con equilibrio fiscal, sin inflación y con crecimiento económico, la consecuencia obvia era la reducción de la pobreza. Y así pasó, la pobreza media en Argentina bajó del 56% al 33% durante la nueva administración. Así, de a poco, la Argentina se empieza a reencontrar con su propia historia y se hace grande otra vez.

Podríamos también mencionar, por ejemplo, los tremendos logros en desregulación con el liderazgo del ministro Sturzenegger. Solo la derogación de la ley de alquileres es una poderosa muestra de que cuando dejamos a los mercados actuar desregulados y sin ataduras los más beneficiados son siempre las familias más pobres.

Claro que todavía quedan muchos desafíos. La tasa de desempleo permanece tercamente alta por encima del 7%, la promesa de dolarizar el país todavía se ve lejana y la deuda externa sigue siendo una amenaza latente para el tesoro argentino. Aun así, sin embargo, el país ha dado un salto cualitativo y la esperanza de mejores días se ha tomado las calles. La revolución económica ha sido impresionante, pero lo más importante probablemente haya sido la revolución moral. Y no hablo solamente de la lucha frontal contra la corrupción y el crimen, sino de la revolución moral de entender que los individuos tienen derecho a decidir sus propios proyectos de vida y que el Estado debe hacer lo posible por salirse del medio. Esta revolución moral es lo que Milei llama la “batalla cultural” y es la clave para mantener la estabilidad de este nuevo modelo hacia el futuro. Argentina es ejemplo hoy por muchas cosas, pero sobre todo por esa batalla de ideas que le devuelve la dignidad a la gente.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Antonio Saravia

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