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Una muy interesante encuesta realizada por el Instituto de Investigación de Estudios Sociales “José Ortiz Mercado” de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, junto a tres universidades privadas -UEB, UPDS y Utepsa- ha arrojado resultados significativos sobre las necesidades y aspiraciones de los estudiantes universitarios de pregrado de Santa Cruz de la Sierra. El resultado de la encuesta sobrepasa, me atrevo a afirmar, los objetivos propuestos por el no menos extraordinario equipo multidisciplinario responsable de la misma.
Titulado “Impacto del COVID-19 en estudiantes universitarios: educación, pandemia y cultura en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra”, el estudio permite conocer no solo los provocados por la pandemia en las condiciones de estudios, calidad de aprendizaje, problemas de salud y muertes padecidas en el entorno familiar de los encuestados, sino también sus aspiraciones futuras y qué sienten frente a la muerte. En relación a esta última, un dato que llama a la esperanza y alivio, digo yo: apesar de que el 75 por ciento dice haber sufrido la muerte de algún familiar, amigo cercano, colega de trabajo o vecinos, un 84 por ciento afirma no haber sentido la cercanía de la propia muerte.
Otro dato interesante, sacado ahora al azar entre tantos, es que el 64 por ciento de los estudiantes universitarios quiere crear su propio negocio, frente al 36 por ciento que preferiría trabajar para una empresa. Es importante destacar que la pregunta se hizo en el marco de la incertidumbre económica ocasionada por la pandemia. La misma da también otras informaciones relevantes a la hora de pensar políticas de incentivo para los jóvenes: de los que quieren crear su propia empresa, 36 por ciento dice que lo hará por oportunidad, frente al 28 por ciento que señala “por necesidad”; mientras que 52 por ciento dice que lo haría de modo formal, frente al 12 por ciento de modo informal.
Por supuesto que para alcanzar esas metas es fundamental contar con habilidades que sobrepasan, en muchos casos, las estrictamente contempladas en la carrera elegida. A saber, entre otras, el dominio de uno o más idioma además del propio, en este caso el español, así como el de las nuevas tecnologías. En ambos casos, hay nomás un largo y urgente camino a recorrer: solo 24 por ciento dice hablar inglés y apenas 2 por ciento, portugués. Entre las lenguas originarias, 7 por ciento dice hablar quechua, 2 por ciento aymara y 2 por ciento guaraní; nadie declara hablar bésiro, guarayo, ayoreo o sirionó. Este dato, sumado al de autoidentificación, da para más análisis y conclusiones.
Vean nomás el que arrojó la pregunta sobre cómo se identifican: 62 por ciento dice no pertenecer a ninguna de las identidades socioculturales mencionadas en la encuesta, 21 por ciento sí se identifica como mestizo y 15 por ciento, con una identidad indígena (11 por ciento andina -siete por ciento quechua y cuatro por ciento aymara-; y cuatro por ciento oriental -tres por ciento chiquitano y uno por ciento, guaraní). Este dato nos lleva a replantear no solo los datos del INE respecto a cómo, dice, se identifica la mayoría de los bolivianos, sino también a la agenda pública que, por lo visto, está muy alejada de la realidad y las percepciones de la población joven.
Acá, otro dato al margen y curioso: en las universidades privadas hay más estudiantes que se identifican como aymara, seis por ciento, frente al uno por ciento en la pública. Solo algunas pizcas de la riqueza de datos e información de esta encuesta, de la que se pueden extraer propuestas concretas para mejorar ya nomás la educación, no solo de los estudiantes, sino también de los profesores. ¡Hay que ver cómo ven los primeros a estos últimos! Y una yapa: hay mensajes directos también para las proveedoras de los servicios de telefonía e Internet, así como para las autoridades y funcionarios a cargo de los servicios de salud.