OpiniónEconomía

Avanzando encorvados hacia la utopía

Robert Atkinson reseña el libro Slouching Towards Utopia de Brad DeLong, texto que cuestiona los valores occidentales fundamentales del crecimiento económico y el progreso.

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Por Robert Atkinson1

Cada pocos años, las élites ungen un libro de economía como “lectura obligada”. En 2013 fue El capital de Thomas Piketty. Cuatro años más tarde fue The Rise and Fall of American Productivity, de Robert Gordon. Ahora es Slouching Towards Utopia, del profesor de economía de Berkeley Brad DeLong. En The AtlanticAnnie Lowry afirma que el libro es “amplio y detallado, erudito y accesible, familiar y extraño” (Ciertamente es de gran envergadura y extraño). Vox lo califica de “magnus opus”.

Piketty, Gordon y DeLong sostienen que el crecimiento económico ya no es un motor de prosperidad generalizada. Esta es una de las principales razones de la aclamación de sus libros: rechazar el crecimiento y los mercados es ahora de rigor entre gran parte de la intelectualidad occidental.

Slouching es un libro fundamentalmente subversivo porque trata de socavar los valores occidentales fundamentales del crecimiento económico y el progreso. Si se cree que Occidente ha tenido una buena racha de 140 años pero que ahora “se ha acabado”, como parece creer Lowry, entonces el camino para rechazar a los empresarios, las empresas y los mercados está claro. Podemos transformar la economía en un sistema centrado en reducir las emisiones de gases de efecto invernaderoredistribuir la renta y engendrar un localismo a pequeña escala. Sin embargo, puede que no tengamos mucho que redistribuir o localizar.

¿En el mejor de los casos? / DeLong descarta el crecimiento y rechaza los mercados por dos razones. En primer lugar, cree que las economías de mercado son ilegítimas. Escribe: “El capital es trabajo muerto, que vive como un vampiro sólo chupando trabajo vivo, y vive tanto más cuanto más trabajo chupa”. Uy, me equivoqué; era Marx. Pero DeLong parece canalizar a Marx cuando afirma:

Sin gestión, una economía de mercado se esforzará al máximo por satisfacer los deseos de quienes poseen los derechos de propiedad valiosa. Pero los titulares de propiedades valiosas buscan un alto nivel de vida para sí mismos… Además, … la economía de mercado ve los beneficios de establecer plantaciones.
¿Plantaciones?

Continúa afirmando que “la única concepción de la ‘justicia‘ que la economía de mercado podía ofrecer era la que los ricos pudieran considerar justa, ya que los propietarios eran las únicas personas que le importaban”. Además de antropomorfizar el mercado, se trata de una noción extraña porque, a menos que los capitalistas se preocupen por proporcionar valor a los clientes, pronto irán a la quiebra. Para DeLong, la “destrucción creativa” que según Joseph Schumpeter impulsa el crecimiento no es creativa, sino destructiva: “La gran riqueza la crea la creación. La pobreza la impone la destrucción”. ¿Cómo cuadra esa afirmación con los datos que muestran que la pobreza en un mundo cada vez más capitalista está disminuyendo? El lector no puede saberlo porque, lamentablemente, el libro no tiene notas a pie de página.

Para ser justos, DeLong tiene razón al criticar a quienes ignoran los bienes públicos y la justicia económica, o a quienes afirman –con poca o ninguna evidencia– que todas y cada una de las “intervenciones” en el mercado perjudican el crecimiento. Pero va mucho más lejos al rechazar fundamentalmente la economía de mercado y el crecimiento. La lectura de Slouching hace que uno se pregunte cómo duró dos años como funcionario económico en la administración centrista de Clinton. La respuesta, por supuesto, es que en las dos últimas décadas muchos economistas que antes eran de centro-izquierda han dado un bandazo hacia la izquierda al abandonar el crecimiento en favor de la redistribución y volverse antiempresariales.

DeLong rechaza el crecimiento porque ha llegado a la conclusión de que no ha proporcionado la utopía prometida. Escribe:

Supongamos que pudiéramos retroceder en el tiempo hasta 1980 y decirle a la gente lo rica que, en relación con ellos, sería la humanidad en 2010…. Seguramente pensarían que el mundo de 2010 sería un paraíso, una utopía…. ¿Qué fue mal?

Para él, multiplicar casi por nueve la renta per cápita mundial no es realmente progresar, sino “quedarse atrás. En el mejor de los casos”. Además, la “economía de mercado resolvió los problemas que ella misma se planteó, pero luego la sociedad no quiso esas soluciones: quiso soluciones para otros problemas, problemas que la economía de mercado no se planteó a sí misma”.

Tal vez, pero el mercado sí resolvió posiblemente el problema más acuciante de la existencia humana: cómo mejorar el nivel de vida. Descríbales a los estadounidenses típicos de clase media cómo era la vida para la generación de sus bisabuelos en la década de 1880, y luego pregúnteles si están más satisfechos con lo que tienen hoy, y la mayoría se reiría ante la mera idea de retroceder.

DeLong parece no darse cuenta de que los deseos materiales de la humanidad son muy amplios, y hace falta mucho para satisfacerlos. Incluso una economía que se ha multiplicado por 8,8 en los últimos 130 años sigue siendo insuficiente. Puede que alcancemos la utopía económica cuando todo el mundo tenga un jacuzzi, un entrenador personal, un coche realmente bonito, unas buenas vacaciones y niños en colegios privados. Pero necesitamos mucho más que 8,8 veces el crecimiento económico para conseguirlo. ¿Qué tal 50 veces más producción? Así que en lugar de rechazar el crecimiento basado en el mercado porque a la mayoría de los estadounidenses aún les gustaría consumir mucho más, DeLong debería preguntarse cómo reavivar las tasas de crecimiento económico que se han vuelto anémicas.

Llegamos al quid de la cuestión cuando DeLong escribe que “la economía de mercado fue más un problema que una solución” y que “la riqueza material tiene una utilidad limitada para construir una utopía”. Una vez desacreditado el crecimiento como objetivo y el mercado como medio para lograrlo, abandonar los mercados y rechazar a los empresarios y las empresas es fácil.

¿Estancamiento permanente? / ¿Qué tiene que ver todo esto con una historia económica de 624 páginas? Es difícil decirlo porque Slouching mezcla un libro largo y un ensayo corto. El ensayo corto trata de por qué el capitalismo y el crecimiento son malos y por qué el crecimiento se ha acabado. El libro largo y en gran parte no relacionado es un intento de presentar una historia económica del siglo XX. Pero aunque la larga y amplia historia de DeLong –que abarca desde el desarrollo industrial de finales del siglo XIX hasta las guerras mundiales, el ascenso de la Unión Soviética, el periodo de crecimiento de la posguerra, etc.– es interesante, está desconectada de cualquier tesis real. ¿Qué tiene que ver una larga narración de la Guerra de Corea con el crecimiento económico y su desaparición? El lector se queda con la duda. Son sólo 605 páginas de historia económica a veces interesante, a menudo repetitiva y francamente poco convincente en su explicación de por qué se aceleró el crecimiento.

DeLong sí argumenta que el crecimiento repuntó en torno a 1870 y terminó en 2010, y que este periodo fue transformador. Pero el lector no necesita 605 páginas para saberlo. Y lo que es más preocupante, DeLong no aporta ni pruebas ni lógica para explicar por qué afirma que el crecimiento ha terminado. Simplemente observa que las tasas de crecimiento de la productividad han caído desde 2010 y afirma que esto es permanente. Alguien que escribiera en 1938 o 1978 podría haber escrito un libro muy similar, habiendo analizado el malestar económico que les rodeaba en esos momentos y concluyendo que el crecimiento se había acabado para siempre. De hecho, muchos escribieron libros así en esos periodos, y todos resultaron estar equivocados. Corresponde a DeLong explicar por qué esta vez es diferente y el lento crecimiento que siguió inmediatamente a la Gran Recesión debería considerarse permanente. Sin embargo, no lo hace.

Quizá la mayor decepción en un libro que pretende explicar el crecimiento económico de los últimos 140 años sea la falta de análisis del cambio tecnológico. De hecho, DeLong admite que “no he escrito mucho en este libro sobre cómo las nuevas tecnologías han hecho avanzar los poderes colectivos humanos….. Simplemente he escrito sobre su ritmo de crecimiento”. Una mejor apreciación de estas tecnologías nos haría menos pesimistas. La inteligencia artificial, la robótica, los sistemas autónomos, la computación cuántica y la biotecnología tienen la capacidad, una vez que maduren, de revolucionar el motor del crecimiento mundial, como antes lo hicieron las eras industrial, eléctrica e informática.

No es sensato apostar contra los mercados y la capacidad de los empresarios para producir crecimiento e innovación. Como escribió una vez Schumpeter: “Las posibilidades de la tecnología son un mar inexplorado”. Lamentablemente, DeLong y muchos economistas de izquierdas parecen preferir permanecer acurrucados en un puerto protegido donde los mercados y las empresas se mantienen a raya, nadie es rico y nada cambia.


1Presidente de la Information Technology and Innovation Foundation.

*Este artículo fue publicado en elcato.org el 90 de mayo de 2023

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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