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Asistimos a un tiempo de crisis donde la pandemia nos llenó de miedo y, a veces, nos paralizó, la crisis económica subsistente nos abruma, los miles de muertos todavía nos nublan el pensamiento. La velocidad de los cambios tecnológicos ha sido inmensa en los últimos años, en especial en los países más desarrollados; es más, ya estábamos entrando a la fase de la existencia de robots o que los algoritmos lo definan todo en la fase en que “los macrodatos nos observaban”, todo lo cual nos llevaba a pensar en el desplazamiento del trabajo de los humanos, pero la pandemia, aunque remarcó la importancia del cambio tecnológico, también nos condujo a entender que el trabajo de los hombres y mujeres es central en el mundo actual.
Podrán aumentar los robots, pero el trabajo de las personas existirá siempre, algunas labores se volverán obsoletas, pero surgirán otras ocupaciones. Además, hoy más que nunca aprendimos que es valioso el trabajo de las enfermeras y de los médicos, da la impresión que ningún robot los puede sustituir, es probable que de aquí en adelante no cambie eso; pero claro, en el futuro habrá que pensar que se necesitarán más epidemiólogos, infectólogos, intensivistas y no cirujanos plásticos dedicados sólo a la estética o al embellecimiento de las personas. Ese tipo de personal médico será necesario en el futuro pues el mundo siempre tendrá la presencia de pandemias, mucho más cuando se altera de manera irresponsable el medio ambiente. El manejo poco cuidadoso del medio ambiente y el cambio climático son otras de las variables que estuvieron por detrás de la pandemia.
La economía del cuidado se ha visibilizado más que nunca, los adultos mayores necesitan cuidados que no se los dan los robots, sino personas de carne y hueso; durante la pandemia en Italia y España han sido miles de miles de migrantes, sumidos en la informalidad, quienes se ocuparon de esas tareas. Esos migrantes han despedido a los abuelos cuando fueron llevados a los hospitales, eso no pudieron hacerlo sus familiares por las cuarentenas u otras razones.
Pero la economía del cuidado es más amplia. ¿Quiénes atienden a los enfermos, a los minusválidos, a los mayores o a los niños de los migrantes? Ellos dejaron a sus hijos en sus países de origen para que los cuiden los abuelos, es decir que miles de miles de ellos se ocupan de la crianza y educación de sus nietos. Esos abuelos, abuelas, miles de mujeres, cuidan en América Latina a todos ellos. Y miles de mujeres en nuestro subcontinente atienden a nuestros mayores, pues no existen asilos para atenderlos. El Estado nunca visibilizó y se ocupó de estos temas. La importancia de los abuelos es extraordinaria en la economía del cuidado y no sólo eso, está demostrado que los niños que han gozado de la existencia de abuelos han sido y son más felices.
Es disparatado el dilema de oponer “viejos” y “economía”, “salud y economía”. No es moral que lo hayan propuesto algunos pragmáticos durante la pandemia, pero no sólo es un tema ético, sino que no hay economía sin abuelos, así de simple. Ha sido doloroso ver que en países de Europa en los hospitales se les proporcionaban respiradores sólo a los jóvenes y a los mayores se los dejaba de lado. Es decir que con dolor se asistió a una época en que los adultos mayores parecerían desechables.
Si la pandemia creó otra época, sin pensar en utopías, ésta debería estar marcada por el acoplamiento más cercano entre economía y salud, la atención médica debería ser para todos, niños, mayores y ancianos.
Slavoj Zizek –cuyas ideas se parecen mucho a las de los trotskistas que aseguran hace décadas que estamos ante la crisis final del capitalismo–, fue mucho más lejos, creía que la pandemia era el golpe final o mortal contra el capitalismo, entendía que de aquí surgirían formas nuevas de comunismo basadas en la solidaridad y la ciencia.
En cambio, Byung-Chul Han cree que el capitalismo se seguirá fortaleciendo. Para la gran mayoría de los países del mundo la salud no ha sido estratégica, fue llenada de miles de discursos de los políticos, pero no de presupuestos. Hoy, de manera trágica, descubrimos que no hay desarrollo económico si no se pone como estratégico al sector salud. El invertir en salud en gran escala es una de las necesidades imperiosas para todos los países.