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Emulando la fonología de la canción de Azul-Azul, el sábado pasado tuvimos ‘Un movimiento “censual”’. Pasado el empadronamiento corresponde avanzar y verificar que se estén cumpliendo las buenas prácticas internacionales en la etapa post-censo.
Sin embargo, las curiosidades que me comentaron censistas y censados hacen que me refiera de nuevo al empadronamiento y a los toques de ignorancia que la rodearon.
Resalto la susceptibilidad de usar el nombre completo en el operativo censal porque es una pregunta que se encuentra incluso en los siglos previos al actual. Sólo basta ver la Biblia para encontrar la importancia de la identidad en los censos.
Pero más allá de eso, la identificación completa permite evitar duplicidades y darle consistencia al censo. Permítanme contar una experiencia personal que ilustra este punto, cuando me tocó ir a un encuentro de investigadores en Uruguay con colegas del banco central en 2012.
El martes 20 de noviembre volamos de La Paz, en donde yo vivía entonces, a Santa Cruz como escala intermedia para levantar el vuelo a Montevideo en la tarde del miércoles 21, el día del censo.
Para viajar hicimos un trámite en el Instituto Nacional de Estadística (INE), que no sólo nos autorizó viajar, sino también colaboró con las instrucciones para dejar en nuestras casas. En mi caso, mi esposa iba a responder el cuestionario censal y mostrar un pequeño documento que le permitiría demostrar mi residencia en la sede de gobierno.
Cuando llegaron a censar los estudiantes al hotel donde me hospedé (Hotel California como en la canción), les pregunté si es que debían o no registrarnos dado que nuestras familias iban a contestar por nosotros. Ellos nos dijeron que la instrucción que tenían era registrar a todos y punto. Procedieron a registrarnos y listo.
Con mis colegas estuvimos registrados tanto en La Paz como en Santa Cruz. Por lo que comprendo en la etapa post censal depuraron de Santa Cruz al “Pablo Mendieta” que estaba de viaje y se quedó sólo el que estaba ausente en La Paz. La forma de hacerlo tendría que haber sido mi nombre completo.
Imaginemos lo mismo, pero que en vez de Pablo Mendieta me ponía Pablo de los Palotes. O en mi casa me llamaban Pablo Mengano. Entendería que no habría forma de ver la consistencia de los datos y nuestro país habría tenido un habitante más: mi clon.
En este censo y por la fundada susceptibilidad un número indeterminado de personas optaron por no dar sus nombres completos. Incluso otras prefirieron no dar fechas de nacimiento. Y comprendo que otras prefirieron sub-declarar sus condiciones de vida.
Esto genera error de medición en el conteo, pero sobre todo en las estadísticas que se derivan sobre la demografía como natalidad, mortalidad, etc. y la calidad de vida.
Si a eso añadimos el desafortunado acarreo de personas, el error es aún más grande. Pero, esto no sería problema si las respuestas hubiesen sido sinceras, porque la estadística a usar no debiese ser el conteo poblacional de la pregunta 22, sino el de la 36 que consultó sobre dónde vive habitualmente cada persona. Ese sería el más cercano para comprender quién vive en dónde.
El operativo post-censo, que no se hizo en 2012, debe hacerse de forma transparente, independiente y rigurosa para estimar los errores estadísticos del censo, especialmente en el conteo de las personas que viven en los municipios.
Finalmente, me llama la atención que varias autoridades en todo el país estén apostando los cientos de miles que tendrá su jurisdicción. Así como creo que el INE debe ser transparente en esta etapa, otras entidades y autoridades también deben revelar abiertamente la metodología de dónde sacan sus buenos deseos poblacionales y los márgenes de error validados independientemente.
Espero que todo salga bien porque si no nos esperan varios movimientos “censuales”; y no de los que hacen bien al país, sino lo destrozan. La responsabilidad es de los líderes, tanto lo que están en funciones de gobierno como quienes tienen ese rol en la sociedad.