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Con ansiedad, fragilidad y mucho miedo: Así nos sentimos los bolivianos

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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Se habla mucho – muchísimo – de inflación, de ausencia de divisas, de escasez de carburantes y de una mediocridad rutilante del Gobierno, pero se discute casi nada sobre cómo afecta a nuestra sociedad este escenario de tanta volatilidad. Y lo primero que deberíamos abrochar es que si durante los últimos meses el clima de época dominante fue la recesión de la ilusión por un futuro mejor, podríamos estar entrando en una nueva fase de humor social: La fragilidad emocional con ansiedad y mucho miedo por lo que vaya a pasar en lo inmediato.

La ansiedad es un malestar contemporáneo que crece de manera casi exponencial hasta casi batir récords. Ya en 2013 la famosa revista Time, calificó a los millennials, como la generación más narcicista, holgazana e incluso renuente a asumir las responsabilidades de ser futuros adultos. Y la actual generación, denominada “gen Z” – nacidos entre 1995 y 2010 – fueron bautizados como la generación ansiosa.

De hecho, los caracterizan como ansiosos y frágiles. De acuerdo a los estudios recientes, les costaría procesar aquello que no se amolda a sus expectativas y se frustran con bastante frecuencia. Aunque tengan 20 años, sienten que “siempre están tarde”. Sucede que hay tanto por hacer, por vivir y por conocer que les resulta prácticamente imposible no verse abrumados por la multiplicidad de opciones.

Ya en abril de este año, The Economist puso el tema en su tapa. Apuntaba que a los científicos sociales les preocupa que ahora estamos afectados por una epidemia muy profunda de ansiedad y depresión y lo peor es que se trata de un problema transversal a todos los bolivianos, indistintamente de su generación: La economía como dominante del humor social.

La agenda social está dominada por la inflación y la inseguridad; la corrupción, los salarios devaluados, la pobreza y la crisis monetaria del país. Estamos fustigados por problemas eminentemente  económicos. Negarlo sería mentirnos a nosotros mismos ya que el problema no sólo afecta a los jóvenes sino también al mundo adulto. Estamos todos agobiados.

El propio filósofo surcoreano Byung Chul Han, alerta en sus publicaciones y reflexiones que somos una sociedad cansada, que sentimos un peso gigantesco sobre nuestros hombros y no vemos una solución pronta para sacarnos de encima semejante descalabro. Las cosas no solo no mejoran, sino que empeoran.

Si Usted es de los que pertenecen al grupo de los optimistas, estoy completamente seguro que su esperanza ya está mermada. Ya se mira en el espejo y duda o cuando reposa su cabeza en su almohada, ya es consciente del posible desenlace fatal que se avecina.

Y es acá donde se cuela esa sensación de fragilidad que trae consigo una larga y profunda recesión emocional, que incluye una devaluación de felicidad, de alegría y de optimismo y  que está lejos de pasar desapercibida.

El edificio se está derrumbando sobre nuestras cabezas y el hastío es profundo. Se está, también, afectando la salud emocional de los bolivianos. Sólo las personas que vivieron en guerras o conflictos bélicos saben que esta clase de ansiedad y depresión es mucho más dura que cualquier crisis económica.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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